El contagio de sida contado por el padre Kennedy, causa de duras críticas en Irlanda

"Todos tenemos el sida", reza una pancarta anónima colgada en un edificio de la calle mayor de Dungarvan, la pequeña población irlandesa de 7.000 habitantes sumida en la incertidumbre y el miedo al sida desde el pasado domingo. Ese día, su párroco, Michael Kennedy, desveló desde el púlpito las correrías de una joven vecina que, por venganza, según él, habría tratado de transmitir el virus a sus múltiples parejas. El sacerdote ha hablado desde entonces con su obispo y todas las autoridades sanitarias locales. Ha salido en televisión y ha recibido muestras de apoyo y críticas airadas.Las pri...

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"Todos tenemos el sida", reza una pancarta anónima colgada en un edificio de la calle mayor de Dungarvan, la pequeña población irlandesa de 7.000 habitantes sumida en la incertidumbre y el miedo al sida desde el pasado domingo. Ese día, su párroco, Michael Kennedy, desveló desde el púlpito las correrías de una joven vecina que, por venganza, según él, habría tratado de transmitir el virus a sus múltiples parejas. El sacerdote ha hablado desde entonces con su obispo y todas las autoridades sanitarias locales. Ha salido en televisión y ha recibido muestras de apoyo y críticas airadas.Las primeras proceden, sobre todo, de su parroquia. Expertos en sida suscriben las otras. Desde Dublín y Londres sostienen que se precisan por lo menos 500 contactos sexuales "normales" para contagiar así el sida. En este caso, normal significa mantener relaciones sexuales por vía vaginal. Especialistas en VIH repiten desde ayer que sembrar el miedo en una comunidad pequeña es peor que cualquier presunto contagio.

Irlanda suma ahora menos de 500 casos de sida y hay unos 1.500 seropositivos censados. Una cifra relativamente baja. La mayoría se ha contagiado por vía intravenosa al inyectarse alguna droga. Mientras los hechos se aclaran, se ha rogado calma y mesura a los vecinos. Pero algunos han pedido ya que se desvele el nombre de la joven. Hasta la prensa sensacionalista británica ha ofrecido una recompensa por su identidad: dos millones de pesetas.

Entre tanto, el padre Kennedy, pariente lejano del poderoso clan estadounidense, se ratifica en sus declaraciones. "Ojalá me equivocara. Pero estoy más que seguro de que ella ha tratado de transmitir la enfermedad presa de la ira y el pánico". El párroco ha recibido una suave reprimenda de su obispo, William Lee, pero sólo por no informarle con más tiempo del contenido de su sermón. Después le ha animado a cooperar con las autoridades sanitarias para que los otros 80 jóvenes que se supone estuvieron con la joven se hagan pronto las pruebas clínicas de rigor.

Michael Kennedy asegura que ha hablado con la enferma, agonizante en un centro médico londinense. Dice que está arrepentida. y "hay que tenerle compasión y ayudarla". Otros sacerdotes, en su mayoría de forma anónima, han calificado su actitud de melodramática. Los más críticos le reprochan haber alimentado la figura de una especie de ángel exterminador: una mujer capaz de morir matando. Los servicios sociales londinenses de ayuda a seropositivos y enfermos califican esta imagen de sugerente, pero errónea. Un camino que sólo conduce al rechazo del paciente.

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