"Les he visto llorar lágrimas como uvas"

Desde hace año y medio no se ha tomado más de una semana de vacaciones. Y no es porque se lo impida su trabajo, sino porque está "enganchada" a su actividad como voluntaria en El Parque, el centro de acogida de inmigrantes que Cruz Roja tiene en Madrid. Dos tardes cada semana dedica sus conocimientos de inglés, francés y ruso a comunicarse con los inmigrantes sin medios que recalan en España. Ana Melgosa, madrileña de 29 años, que trabaja por las mañanas en una empresa de estadística, responde perfectamente al prototipo de miles de voluntarios que, día a día, sin alharacas ni grande...

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Desde hace año y medio no se ha tomado más de una semana de vacaciones. Y no es porque se lo impida su trabajo, sino porque está "enganchada" a su actividad como voluntaria en El Parque, el centro de acogida de inmigrantes que Cruz Roja tiene en Madrid. Dos tardes cada semana dedica sus conocimientos de inglés, francés y ruso a comunicarse con los inmigrantes sin medios que recalan en España. Ana Melgosa, madrileña de 29 años, que trabaja por las mañanas en una empresa de estadística, responde perfectamente al prototipo de miles de voluntarios que, día a día, sin alharacas ni grandes gestas, sin darle apenas importancia, con la mayor naturalidad, cubren importantes huecos en el entramado de asistencia social de España. Al centro de acogida llegó por casualidad, empujada por sus amigas Isabel e Irene, que también dedican las tardes de los martes y viernes a esta labor de voluntariado."En cuanto vi el sitio me enganchó", cuenta. "Era un reto. Tres chicas voluntarias entre 180 hombres inmigrantes y otros cinco profesionales de Cruz Roja, también hombres. Además, es un trabajo muy duro, porque, tienes que ganarte su confianza. Quienes llegan aquí son personas que han pasado por tantas cosas que se vuelven muy recelosas y desconfiadas. Pero a mí me parece muy interesante el sitio, porque permite conocer a gente de muchas culturas. Y porque es gente que, una vez que te has ganado su confianza, tiene muchas ganas de hablar. Necesitan hablar con personas que les escuchen".

A la pregunta de si alguna vez ha tenido problemas entre tanto hombre, Ana Melgosa contesta con una frase rotunda y rápida, como aprendida de memoria, como que la haya tenido que repetir muchas veces ante una cuestión similar: "Nos respetan total y absolutamente. Nunca ha corrido peligro nuestra integridad física".

Violencia, no. ¿Y enamoramientos? "Es normal que a veces se encariñen con las personas ,que les escuchan, tampoco encuentran tantas".

Ana, como Irene e Isabel, reparte bocadillos, prepara los termos de leche y té, hace turnos de limpieza y turnos en la consigna, limpia las camas e intenta ayudarles y orientarles en sus primeros balbuceos en un país y un idioma que muchos desconocen, arreglarles los papeles, "y sobre todo escucharles". "Oyes historias tremendas. Personas a las que con 18 años les ha pasado de todo y no tienen nada. Pasan rachas muy malas, de desesperanza. Más de una vez les he visto llorar lágrimas como uvas".

Cuando habla con ellos, Ana les pregunta por qué han venido a España, si sienten racismo en los españoles, cuál es su situación legal, si están buscando trabajo y cuáles son sus expectativas. "La mayoría viene porque algún amigo les ha dicho que en España es fácil encontrar trabajo. Otros porque es un país donde pueden dormir en la calle sin morirse de frío". "Luego la mayoría se decepciona, ve que no es tan fácil encontrar trabajo".

Racismo

"El racismo lo sienten más entre la gente mayor; entre los jóvenes muy poco. De todas formas, los que antes han pasado como inmigrantes por otros países de la UE comentan que, aquí hay menos racismo que en Francia, Italia o Alemania. Dicen que los españoles somos más abiertos. Yo digo que también hay que dar una oportunidad a los españoles, para que se vayan habituando a ver gente de otras razas y culturas; porque el racismo nace por la ignorancia". "Creo que todo ser humano tiene derecho a vivir donde desee. Se nos han olvidado muchas cosas muy pronto. Una tía mía, una madre de mi hermana, fue emigrante en Alemania y siempre ha dicho que la trataron bien". "Entre ellos, dentro del centro, también hay racismo. Conviven, pero en el comedor y en el patio hacen círculos según nacionalidades"."No es el sentimiento de ¡ay, pobrecitos!, tengo que ayudarles; sino de solidaridad bien entendida. Y creo que entre los jóvenes cada vez hay más gente que siente que necesita hacer algo y encauzar esas fuerzas".

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