La Caixa, expansión de vira rápida

La entidad apuesta por crecer fuera de Cataluna trabajo la atenta mirada de Jordi Pujol

La Caixa, con Josep Vilarasau al frente, cata pultada a las primeras posiciones del ranking financiero gracias a su posición de dominio en Cataluña, ha comprado el Banco Herrero, con lo que parece haber aposta do por la vía rápida en su política de crecimiento en el, resto de España. En la plaza de Sant Jaume, Jordi Pujol, presidente de la Generalitat, el otro gran poder catalán, también define con precisión y creciente preocupación sus pasos en la Política española. Los dos protagonistas coinciden en sus objetivos: alcanzar mayor influencia fuera de Cataluña. Pero, aparte de esta concomita...

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La Caixa, con Josep Vilarasau al frente, cata pultada a las primeras posiciones del ranking financiero gracias a su posición de dominio en Cataluña, ha comprado el Banco Herrero, con lo que parece haber aposta do por la vía rápida en su política de crecimiento en el, resto de España. En la plaza de Sant Jaume, Jordi Pujol, presidente de la Generalitat, el otro gran poder catalán, también define con precisión y creciente preocupación sus pasos en la Política española. Los dos protagonistas coinciden en sus objetivos: alcanzar mayor influencia fuera de Cataluña. Pero, aparte de esta concomitancia, ¿tienen estas dos estrategias algo más en común? Pujol cree que los catalanes no tienen poder financiero. Vilarasau, en cambio, es de los que opinan que a los catalanes les va muy bien en el mundo de las finanzas. La Caixa ha reunido tradicionalmente dos requisitos básicos para ganar la confianza de los catalanes: seguridad y arraigo en el país. Aun con su larga trayectoria y hegemonía, la actual posición dominante se consumó más reciente mente, en 1990, al fusionarse con su competidora, la Caixa de Barcelona. Los números son elocuentes: en 1989 Vilarasau gobernaba una entidad con un activo consolidado de 3,7 billones. Ahora, la cifra alcanza. los 8,8 billones. Una cifra equivalente al 7 1% de los 12,4 billones de pesetas que suma la producción de Cataluña en un año (PIB).

La cuota de mercado de La Caixa en esta comunidad supera el 30%, pero, en contraste, sólo es del 2% en el resto de España. Vilarasau quiere equilibrar estos porcentajes. La compra del Herrero ha desatado una carrera fre nética entre las grandes cajas -muchas de las cuales han. criticado el "elevado" precio pagado por La Ca¡xa-, que temen quedarse sin una segunda marca bancaria de tamaño medio. Todas saben que los apetitos de Vilarasau no están saciados.

Las dimensiones de la Super caixa explican el interés de los nacionalistas por ganar influencia en su sanedrín y las suspicacias que despierta como fuente de poder fuera de control. Preocupan las grandes inversiones fuera de Cataluña, como la compra de un paquete de Banesto, o los grandes desembolsos en el, capital de empresas, controladas por el Estado, como Telefónica.

El entorno convergente siempre ha considerado tibio el compromiso de La Caixa con las necesidades financieras de Cataluña. Muy poca inversión en relación con los recursos captados" primando la colocación de deuda del Est ado, y por debajo de los niveles de actividad de la banca, mayontariamente madrileña y vasca. Otro argumento apunta a sus reducidos beneficios en relación con su volumen.Desembarco

Cuando se produjo la fusión el recién dimitido secretario de la Presidencia de la, Generalitat, Lluís, Prenafeta, confeccionó una lista de candidatos de la órbita convergente para desembarcar en el consejo de la nueva Supercaixa e influir sobre sus decisiones, a la espera del momento de encaramarse a la dirección general. El Ayuntamiento de Barcelona, que en parte actuaba en nombre del Gobierno central, también quería estar representado.

Fiel a su estilo, Vilarasau negoció con las dos fuerzas. Al final del proceso electoral, unos y otros afirmaron sentirse defraudados. El núcleo duro del consejo -presidencia, vicepresidencias y la comisión de control- quedaba al margen de las influencias políticas directas y en manos de hombres próximos a Vilarasau.

Desde la fusión y hasta la alianza CiU-PSOE de la actualidad, Vilarasau y Pujol, cuyas relaciones personales apenas existían, utilizaron como un canal de comunicación a Alavedra, lo que le valió al consejero de Economía el valioso apoyo del director general de La Caixa cuando Pujol quiso relevarlo del cargo, al estallar el caso De la Rosa.

Las elecciones de junio de 1993 cambiaron esta situación de equilibríio y Pujol se convirtió en "un hombre con mucho poder".

Las especulaciones se dispararon. ¿Figuraba en la agenda del president la discusión sobre la cuota de poder de los nacionalistas en La Caix0 Cualquiera que sea la respuesta, desde ese momento, los contactos entre Pujol y Vilarasau se intensificaron. En sus frecuentísimos diálogos, la agenda ha incluido desde el futuro de empresas de servicios como Túnel del Cadí a las necesidades de algunos medios de comunicación. En cualquier caso, con muchos acuerdos. Es como si la ampliación del escenario de juego, España y no Cataluña, hubiera creado una vía de escape para rebajar la tensión entre dos poderes que operan sobre un terreno de juego muy reducido.

En esta nueva fase, sin embargo, no han faltado los elementos de fricción. Primero fue el Banco de Europa, propiedad de Carlos Ferrer Salat, primo de Vilarasau, que tampoco goza de una excelente relación con Pujol. En junio del año pasado, La Caixa compró el banco, financieramente averiado y la Generalitat creyó ver en la operación una maniobra para encaramar a Ferrer Salat a la cúpula de la entidad. Pujol hizo llegar su preocupación a los inquilinos de las torres negras

Un nuevo pulso se produjo con el desastre de Javier De la Rosa. La Generalitat pidió a Vilarasau, que acudiera en ayuda de Tibigardens, al borde del colapso financiero mientras permaneciera en manos de De la Rosa. La Caixa accedió, finalmente, a adquirir la m4yotía del parque de atracciones, aunque después de varios meses de estudios y asegurándose de que la operación se justificara en, términos económicos, lo que colocó las negociaciones al borde del fracaso en más de una ocasión.

Alavedra, una vez más, pidió ayuda cuando De la Rosa y Grand Tibidabo se aproximaron al desastre. A pesar de las presiones, La Caixa no les concedió, en aquel momento, nuevos créditos.

La importancia de La Caixa trasciende las finanzas, pues es una pieza esencial en los planes de emergencia del poder político catalán. Con un ojo en ese frente, Vilarasau quiere jugar sus cartas en todo el mercado español.

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