Cartas al director

Desayuno en la cima del mundo

El Gran Especulador, tras una noche agitada a causa de una combinación de factores entre los que se encontraban la excesiva fogosidad de la mulata proporcionada por la agencia de modelos y el runrún que anidaba en su cerebro empeñándose en hablarle -¡en semejantes momentos!- sobre indígenas de la selva mexicana y quiebras de bancos ingleses por culpa de decisiones erróneas tomadas en Singapur, mojó su tostada pringosa de mantequilla light en un té amarillento que empezaba a quedarse frío. El Club Privado, como siempre, como todas las mañanas, le pareció alejado del mundo, estando como e...

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El Gran Especulador, tras una noche agitada a causa de una combinación de factores entre los que se encontraban la excesiva fogosidad de la mulata proporcionada por la agencia de modelos y el runrún que anidaba en su cerebro empeñándose en hablarle -¡en semejantes momentos!- sobre indígenas de la selva mexicana y quiebras de bancos ingleses por culpa de decisiones erróneas tomadas en Singapur, mojó su tostada pringosa de mantequilla light en un té amarillento que empezaba a quedarse frío. El Club Privado, como siempre, como todas las mañanas, le pareció alejado del mundo, estando como estaba apenas un piso más arriba del frenético zumbido de teléfonos y ordenadores que caracterizaban la Gran Sala de Operaciones.El Gran Especulador miró displicentemente hacia la esquina inferior de una de las últimas páginas del Financial Times -que reposaba junto al desayuno- y leyó un titular que le pareció llamativo: El Gobierno español detiene al prófugo más buscado. La oposición pide su dimisión. Por supuesto, estuvo tentado de romper su rutina habitual y detenerse a leer el texto de la información. Nunca lo hacía cuando se trataba de noticias referidas a países de los que en su círculo se consideraban periféricos, pero de forma probablemente inconsciente, algo extraño, chocante, detectado en el titular había atraído su curiosidad. Apuntó unas palabras en el bloc de notas que tenía junto al periódico. Y antes de empezar a leer, le distrajo el saludo de un viejo conocido de la época del Club de los Leones. Recogió el bloc de notas y el Financial quedó olvidado sobre la mesa.

Después del masaje, como todos los días, regresó a su despacho y ordenó ante el dictáfono las operaciones que su equipo, cientos de licenciados diseminados por lejanas oficinas de más de cuarenta países, debían ejecutar inmediatamente. Habló de dólares y de marcos. Apretó el interruptor: fin de órdenes. Pero entonces vio el bloc, olvidado en un rincón de su gran mesa de trabajo. Ojeó las notas y se detuvo un instante en la última página. Apretó nuevamente el mando de grabación y dijo: "Se me olvidaba..., soltad pesetas".-

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