Editorial:

Por la borda

EL APRESAMIENTO por parte de la Marina canadiense del congelador gallego Esta¡ mientras faenaba en aguas internacionales del Atlántico norte es un incidente que exige algo más que una respuesta protocolaria. No basta con aplazar la firma de un fantasmagórico acuerdo científico con Canadá, como ha hecho el Comisariado de Pesca de la Unión Europea (UE), o con presentar una nota de protesta ante el Gobierno canadiense, como ha hecho el de España.Las autoridades europeas y el Gobierno español han calificado el hecho como un acto de piratería. Si lo es, hay que obrar en consecuencia. Es intolerable...

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EL APRESAMIENTO por parte de la Marina canadiense del congelador gallego Esta¡ mientras faenaba en aguas internacionales del Atlántico norte es un incidente que exige algo más que una respuesta protocolaria. No basta con aplazar la firma de un fantasmagórico acuerdo científico con Canadá, como ha hecho el Comisariado de Pesca de la Unión Europea (UE), o con presentar una nota de protesta ante el Gobierno canadiense, como ha hecho el de España.Las autoridades europeas y el Gobierno español han calificado el hecho como un acto de piratería. Si lo es, hay que obrar en consecuencia. Es intolerable que un acto de fuerza militar como el realizado por Canadá en aguas marítimas internacionales, lejanas a sus 200 millas jurisdiccionales, suplante a las leyes del mar y se convierta en norma de conducta en un ámbito tan delicado y potencialmente conflictivo como el de la explotación de los recursos marinos. Sería echar por la borda los esfuerzos de la comunidad internacional para que esa explotación sea pacífica y no dé lugar a una guerra de todos contra todos.

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Mientras, el Gobierno está obligado a prestar asistencia al capitán y a los miembros de la. tripulación del barco apresado, conducidos a la fuerza a territorio canadiense. Y no ceder en la protección de los derechos de pesca que asisten a los pescadores españoles y a los del resto de los países dé la UE en aguas marítimas internacionales.El inmediato envío de una patrullera de la Armada a la zona es un paso en este sentido. El litigio se produce con un país no miembro de la UE. De ahí que sea obligada una actuación unánime y sin fisuras de los Quince. Por otro lado, su contenido nada tiene que ver con interpretaciones más o menos interesadas de cuotas de pesca o con el controvertido uso, de artes, de deriva no homologadas. Es mucho más grave. Se trata de una violación flagrante y unilateral de los principios más elementales del Derecho Marítimo Internacional por parte de Canadá.

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Canadá tiene algo que decir sobre la explotación de la especies marinas, y en concreto de la más representativa, el fletán negro (un tipo de lenguado), que puebla las zonas próximas al límite de sus 200 millas jurisdiccionales. Pero el camino es plantearlo ante el organismo competente para la regulación de la pesca en el Atlántico Norte, la NAFCO, que agrupa a los países que vienen faenando desde hace siglos en esas aguas internacionales. La UE debe recordárselo con firmeza a Canadá y no tolerar que nadie utilice la fuerza como método para resolver las diferencias.

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