Editorial:

La paz retrocede

EL PROCESO de paz en Oriente Próximo está al borde del fracaso. Dos encuentros en El Cairo de Arafat, y Rabin se han saldado sin resultados. Tampoco ha desbloqueado las cosas una reunión en Washington. Un mínimo avance se ha producido en la última entrevista de Rabin y Arafat: la promesa del primero de autorizar a 15.000 palestinos para volver a trabajar en Israel. Pero se mantiene la prohibición para muchos más que podían realizarlo hace algunos meses. Esos pasos ínfimos no permitirán salir del atolladero.Aunque sea un factor decisivo, la violencia de los fundamentalistas palestinos no es el ...

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EL PROCESO de paz en Oriente Próximo está al borde del fracaso. Dos encuentros en El Cairo de Arafat, y Rabin se han saldado sin resultados. Tampoco ha desbloqueado las cosas una reunión en Washington. Un mínimo avance se ha producido en la última entrevista de Rabin y Arafat: la promesa del primero de autorizar a 15.000 palestinos para volver a trabajar en Israel. Pero se mantiene la prohibición para muchos más que podían realizarlo hace algunos meses. Esos pasos ínfimos no permitirán salir del atolladero.Aunque sea un factor decisivo, la violencia de los fundamentalistas palestinos no es el único elemento determinante del deterioro. Ya se sabía que Hamás intentaría boicotear el proceso. Pero ha surgido un segundo factor que alimenta el primero: la debilidad de Rabin frente el extremismo judío, concentrado sobre todo en los asentamientos en los territorios de Cisjordania. La conmemoración del asesinato, hace un año, en Hebrón, de 29 palestinos por el judío fanático doctor Goldstein, ha dado lugar a manifestaciones en homenaje a éste, a las que han acudido incluso delegaciones de EE UU. Rabin ha criticado estos actos, pero no ha hecho nada serio para frenar ese extremismo israelí en los asentamientos que, inevitablemente, estimula el extremismo palestino. Y además aleja la perspectiva de que se cumpla de verdad el compromiso de Israel de retirar sus tropas de los territorios ocupados.

Es cierto que Rabin está en una situación política difícil: el partido ultraortodoxo Shas ha decidido no entrar en su Gobierno, lo que le priva de mayoría en el Parlamento. Probablemente el mayor error de Rabin ha sido creer que podría consolidar su Gobierno de coalición dando pruebas de debilidad ante la derecha. El partido Likud, que hoy supera a los laboristas en los sondeos, ha elaborado un nuevo proyecto de paz consistente en convertir Cisjordania en una serie de territorios palestinos, los cuales quedarían rodeados por asentamientos o por bases militares israelíes, con lo cual quedarían enterrados los proyectos apoyados por la ONU y por la comunidad internacional tendentes a resolver el problema de los territorios ocupados mediante la creación de una patria palestina.

Si Rabin ha perdido parte de su prestigio no ha sido tanto por su supuesta debilidad ante los árabes como por no haber sido capaz de cumplir el compromiso que había contraído de poner fin a los asentamientos israelíes en los territorios ocupados.

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Si las cosas siguen como hasta ahora, la situación de Arafat, se hará cada vez más insostenible bajo la presión de los grupos extremistas que se oponen a su política de paz. Por otra parte, los extremistas judíos crearán sus grupos armados propios en los asentamientos, como han empezado a hacer. La putrefacción del proceso de, paz sería imparable. Quizá la reciente reflexión de Yosi Sarid, un ministro de Rabin, podría indicar otro camino: propone que Israel retire sus tropas en mayo de los territorios ocupados, lo cual permitiría organizar elecciones y elegir una verdadera autoridad palestina. Tal era el objetivo inicial de las negociaciones entre Rabin y Arafat. Y es probable que sin volver a lo fundamental no haya forma de recuperar el proceso de paz.

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