Tribuna:

La que está cayendo

La prensa está sacando a la luz trapos sucios. En las últimas entregas parece que la mayoría de la actividad criminal se gesta en tomo a unos fondos que se llaman reservados. Como la palabra reservado tiene varios significados, algunos funcionarios se han confundido y en lugar de entenderla como un fondo secreto, confidencial, la entendieron en otro sentido, el de apartado, el de guardado para alguien. Resulta que existen unas partidas de dinero cuya distribución depende de la voluntad de los funcionarios que las administran. Ahora todo el mundo cuestiona la Administración...

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La prensa está sacando a la luz trapos sucios. En las últimas entregas parece que la mayoría de la actividad criminal se gesta en tomo a unos fondos que se llaman reservados. Como la palabra reservado tiene varios significados, algunos funcionarios se han confundido y en lugar de entenderla como un fondo secreto, confidencial, la entendieron en otro sentido, el de apartado, el de guardado para alguien. Resulta que existen unas partidas de dinero cuya distribución depende de la voluntad de los funcionarios que las administran. Ahora todo el mundo cuestiona la Administración, o el hurto (como es el caso del señor Roldán) de esos fondos, cuya distribución debería ser secreta. Al parecer no hay un presupueto más controlado. Lo curioso es que se cuestiona muy poco la existencia de dichos. fondos. En un sistema como el que vivimos, en el que el control del individuo es absoluto, el Estado se aplica la ley del embudo con el mantenimiento de una partida de dinero para uso y disfrute clandestino. Evidentemente es un problema heredado de un tiempo en que el presupuesto general del Estado, desde la primera peseta a la última, era reservado; pero en tiempos en los que se habla de transparencia, justicia, libertad, la existencia de esos fondos es aberrante. Su utilización es correcta. No cabe otra. Otra cosa es que en tiempos de agitación se saquen a la luz los destinos de esos fondos para lesionar el prestigio del partido que gobierna, como es la obligación de la oposición.En un mundo como éste, en el que todo ciudadano tiene la obligación de justificar sus ingresos, ¿por qué debe, existir una, partida fuera de todo control? ¿Para qué puede servir esa partida? La respuesta es sólo una: para cometer fechorías. Para delinquir. Para cometer atropellos, extorsiones; en definitivas cuentas: actos criminales. Lo demás son cuentos chinos. A pesar de la presunción (le inocencia, cuándo el Estado se cubre. las espaldas con actividades secretas es porque las considera poco éticas, moralmente reprobables, si no, las utiliza de propaganda. Jamás se han hecho carreteras en la clandestinidad. Ésta es la pregunta del millón: ¿Puede alguien enumerar cinco actividades legales que justifiquen la existencia de los fondos reservados? A mí no se me ocurre ninguna.

Es la resistencia a abandonar la infancia la que nos hace vibrar con las historias trepidantes que se escriben sobre agentes secretos, espionaje y demás, al tiempo que nos negamos a creer que eso pueda existir en nuestro país. Y, a veces, nos negamos a creer que pueda ocurrir en alguna parte, por un instinto de supervivencia que nos obliga a borrar los malos pensamientos y nos ayuda a sobrevivir en un mundo que en el fondo, es una mierda. Por eso vivimos en. la superficie.

Ahora hagan ustedes un cálculo proporcional y piensen: ¿cuántos miles de muertos, cuánta desolación habrá creado la CIA?; ¿y el KGB?; ¿y el Mosad?

La gran desgracia, la gran farsa, reside en que esta lluvia que está cayendo no lavará nuestra casal por que una vez resuelto el caso puntual todo quedará en un suceso aislado. La raíz del mal, que es la existencia misma de esos fondos, está en los cimientos del sistema, y eso tiene mal apaño.

Triste destino al de los pueblos que consienten, apoyan y defienden la existencia de fondos reservados y pretenden controlarlos una vez gastados. Es un acto cínico, hipócrita. Denunciemos con valentía que todo Estado con fondos reservados es un Estado criminal. Esos fondos, insisto, no sirven para otra cosa y acaban siendo la tentación, refugio y meta de tribus delincuentes.

Este mundo no será libre, y mucho menos justo, hasta que los fondos reservados se reduzcan a una cantidad simbólica, por ejemplo, 3.000 pesetas.

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