El cambio del cambio

Los estadounidenses votan un Gobierno más pequeño, con un presidente más resolutivo y un Congreso más agresivo

Cambio es hoy, como fue en 1992, la palabra de moda en Washington. El mismo lema que llevó a Bill Clinton a la presidencia hace dos años le ha servido ahora a los republicanos para obtener un triunfo histórico, cuyas consecuencias también pueden ser profundas. Conclusión: el cambio del que habla el electorado no tiene nada que ver con el que el presidente ha tratado de poner en marcha hasta ahora.El cambio del que habla el electorado está orientado hacia un Gobierno más pequeño, menos intervencionista y que gaste menos dinero; está relacionado con la recuperación de valores tradicionales; está...

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Cambio es hoy, como fue en 1992, la palabra de moda en Washington. El mismo lema que llevó a Bill Clinton a la presidencia hace dos años le ha servido ahora a los republicanos para obtener un triunfo histórico, cuyas consecuencias también pueden ser profundas. Conclusión: el cambio del que habla el electorado no tiene nada que ver con el que el presidente ha tratado de poner en marcha hasta ahora.El cambio del que habla el electorado está orientado hacia un Gobierno más pequeño, menos intervencionista y que gaste menos dinero; está relacionado con la recuperación de valores tradicionales; está fundamentado en el rechazo a prácticas políticas elitistas que, frecuentemente, se vinculan con los demócratas; y está promovido por el deseo de hacer más eficaces los órganos de poder, con un presidente más resolutivo y un Congreso más agresivo. En definitiva, el cambio del que habla el electorado recuerda mucho más a la revolución conservadora desencadenada por Ronald Reagan en los ochenta que a la política progresista de Bill Clinton.

Los comentaristas norteamericanos no se ponen de acuerdo todavía sobre si el mensaje enviado por los votantes el martes pasado es un enfado pasajero que puede corregirse en 1996 o se trata de un movimiento para reinstalar a los conservadores en el poder por un largo periodo de tiempo. En realidad, una cosa u otra dependerán de lo que demócratas y republicanos hagan hasta la fecha de la próxima elección.

Antes de eso, es necesario tener en cuenta algunas de las claves de los últimos comicios:

Bill Clinton. Al menos un tercio de los votantes confesó que su decisión estuvo influida en parte por la conducta del presidente. Los electores sienten que Clinton ha traicionado la etiqueta de nuevo demócrata con la que se presentó en 1992. Entienden que, al final, Clinton fue el clásico demócrata de mucho gasto público, mucho programa social y demasiada orientación a la izquierda, Cuanto haya de verdad en esa apreciación es discutible, pero no hay duda de que esa es la imagen que el público ha recibido en estos dos años.

La reforma sanitaria. Paradójicamente, esa iniciativa, que tantos dividendos le dio al presidente, ha actuado ahora contra él, porque los republicanos han tenido éxito al presentarla como una prueba de que los demócratas sólo saben arreglar las cosas con más burocracia y con más dinero del Estado.

La economía. Nadie puede dudar de que el estado de la economía norteamericana es envidiable. Pero, por un lado, el tipo de crecimiento que se ha producido ha dejado todavía desamparadas a miles de familias. Y, por otro, cuando la gente se ha visto con más dinero en el bolsillo ha reaccionado contra aquellos de los que sospecha que quieren sacárselo con impuestos, es decir, los demócratas.

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El Partido Demócrata. Demasiados años con el control del Congreso habían convertido a los demócratas en el símbolo de los intereses creados, los privilegios y los abusos de poder, es decir, de todo aquello que los ciudadanos norteamericanos odian de Washington. No ha sido una votación contra los políticos políticos tradicionales, sino contra los demócratas. Todos los candidatos republicanos que se presentaban a la reelección han revalidado sus mandatos, mientras que los demócratas tienen su más baja representación parlamentaria en más de 50 años.

El Sur. Aquí sí puede anticiparse un cambio de significado histórico. Una zona del país que era considerada hasta ahora bastión inexpugnable de los demócratas, ha quedado repartida a partes iguales, con cierta ventaja republicana. Los clásicos demócratas conservadores, afiliados a ese partido pero con la ideología del contrario, parecen haber dejado paso ya a los republicanos con carné.

Límites a los mandatos parlamentarios. Esa propuesta, defendida por los republicanos, se ha convertido para el electorado en la mejor garantía de que los congresistas no lleguen a convertirse en políticos profesionales. Los demócratas, unos con buena fe -defendiendo un principio constitucional-, otros con la única intención de defender sus cargos, se han opuesto demasiado contracorriente a esa iniciativa.

Valores morales. No es el presidente Clinton, que ha defendido repetidamente la unidad y fortaleza de la familia, el principal responsable de ello, pero el electorado siente que los demócratas desprecian y ridiculizan los valores morales que públicamente defienden con tanto afán los republicanos.

Crimen. El Gobierno ha vendido mal sus logros en este terreno. Los índices de delincuencia están modestamente bajando en casi todo el país, pero los norteamericanos se sienten más inseguros que nunca y no quieren políticos que ofrezcan paños calientes para resolver ese problema.

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