Tribuna:

Van a lo suyo

"Queremos recomponer el centro-derecha". Los ciudadanos de Cantabria han oído esta frase un sinfín de veces desde mayo de 1991 en boca de José Luis Vallines, presidente regional del Partido Popular, o de Juan Hormaechea, presidente de la Comunidad. Pues bien, no sólo no han recompuesto el centro-derecha, sino que han descompuesto la región, como puede observar todo el mundo, incluidos aquéllos que pusieron sus esperanzas en el PP o en la Unión para el Progreso de Cantabria (Upca).El problema, a estas alturas, ya no es recomponer el centro-derecha, sino recomponer la región. Por eso nadie que t...

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"Queremos recomponer el centro-derecha". Los ciudadanos de Cantabria han oído esta frase un sinfín de veces desde mayo de 1991 en boca de José Luis Vallines, presidente regional del Partido Popular, o de Juan Hormaechea, presidente de la Comunidad. Pues bien, no sólo no han recompuesto el centro-derecha, sino que han descompuesto la región, como puede observar todo el mundo, incluidos aquéllos que pusieron sus esperanzas en el PP o en la Unión para el Progreso de Cantabria (Upca).El problema, a estas alturas, ya no es recomponer el centro-derecha, sino recomponer la región. Por eso nadie que tenga una mínima generosidad con esta tierra y consideración hacia el conjunto de los ciudadanos puede arrogarse un mero interés partidista. Cantabria necesita un Gobierno estable y digno que relance la región y no una operación estética destinada a lavar la cara del señor Aznar, que así pretende evitar el enojoso acoso de la prensa nacional por su apoyo a Hormaechea. Se equivoca el líder popular si cree que con su nueva estrategia va a limpiar los lamparones que produjo su pacto con Hormaechea en el manto de dignidad con que quiso investirse. Y se equivoca mucho más si cree que los cántabros podemos aceptar la gravísima contradicción, de que exija la dimisión del señor Hormaechea "por haber sido condenado por la justicia" y no reclame la misma dimisión al resto de los condenados, José Parra y Roberto Bedoya, a los que su partido, incluso, pide el voto para conformar Gobierno.

¿Es ésta la regeneración política que predica el señor Aznar?¿Es la limpieza de la vida pública que exige Cantabria? ¿O es, simplemente, la necesidad de seguir disfrutando del poder a toda costa en una suerte de extraña dependencia de un partido con un síndrome de abstinencia que le lleva a confundir lo aceptable con lo útil para sus intereses?

Los socialistas hemos ofertado una negociación sin condiciones para dotar a Cantabria de un Gobierno de coalición firme, con el apoyo de los dos partidos mayoritarios, sin excluir, si fuera el caso, al PRC. Pero el Partido Popular tiene mucho más interés en el apoyo de los condenados, no sabemos a cambio de qué. Del PSOE sólo acepta una votación sin condiciones. La prueba más evidente es que sus dirigentes ni siquiera han hecho el esfuerzo formal de presentarse a negociar.

Ni los lavados de la cara ni el afán de monopolizar el poder pueden ser las salidas a la profunda crisis que vive Cantabria. Las soluciones no pueden seguir estando en un quítate tú que me pongo yo. A pesar de la fuerza moral que nos dan nuestros 16 diputados, yo he manifestado que "no seré un obstáculo" para llegar a un acuerdo. Con un mínimo de sentido común y de generosidad democrática, el señor Vallines, que obtuvo sólo seis diputados, debiera serlo mucho menos.

Si el PP exige para cualquier negociación que se acepte al señor Vallines como candidato, es obvio que está cerrando las puertas a cualquier salida, razonable. No hay que ser muy agudo para deducir que es una apuesta con dos objetivos que parecen satisfacer sus intereses: o bien que la moción fracase, con lo cual se mantendrá Juan Hormaechea, o bien, que triunfe, pero con la rendición incondicional de todas las demás fuerzas a la estrategia y objetivos del Partido Popular.

En castellano, eso tiene una expresión: "Van a lo suyo". Lo que ocurra con la región es secundario. Y es inaceptable que, frente a un problema sobre cuya terapia existe un acuerdo casi unánime en la sociedad cántabra (partidos, sindicatos, instituciones, etcétera), alguien pretenda soluciones tan esperpénticas como que un condenado sea censurado por otros condenados o, incluso, que miembros del Gobierno sean parte activa en la censura de la acción política de este mismo Gobierno. ¿Pero en qué país estamos? ¿Dónde ha quedado el sentido común?

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Las soluciones no son tan difíciles. No hay que inventar nada. No exigen pactos humillantes. Sólo requieren voluntad. Y el Partido Socialista de Cantabria la tiene toda, porque es la oportunidad para que esta región vea la luz. Por eso no podemos aceptar que alguien pretenda nuevas componendas dentro de un túnel donde parece manejarse con comodidad. Está época histórica desdichada se tiene que acabar de una vez, y el aire fresco y la credibilidad han de traerlo gentes que no estén implicadas en el pasado. Estoy convencido de que podemos conseguirlo, y en el Partido Socialista de Cantabria-PSOE vamos a hacer lo imposible para conseguirlo.

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