Reportaje:

El ejército olvidado

Más de 80.000 soldados muertos en las campañas de África esperan un reposo digno

Cuando llega la fiesta de Todos los Santos, la sacristía de la parroquia de Tetuán se convierte en el punto de encuentro de los españoles que viajan hasta Marruecos en búsqueda de las huellas de sus muertos. Son los restos de un ejército olvidado, de más de 80.000 soldados, que yacen desperdigados por los camposantos militares de Tetuán, Alcazarquivir, Larache, Arcila, Tánger, Martil, Alhucemas o Nador.Pedro Cerezero, el cura párroco, recibe a los visitantes con amabilidad, los orienta en sus pesquisas y en ocasiones se convierte en un cicerone improvisado, sin otro interés que el puramente hu...

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Cuando llega la fiesta de Todos los Santos, la sacristía de la parroquia de Tetuán se convierte en el punto de encuentro de los españoles que viajan hasta Marruecos en búsqueda de las huellas de sus muertos. Son los restos de un ejército olvidado, de más de 80.000 soldados, que yacen desperdigados por los camposantos militares de Tetuán, Alcazarquivir, Larache, Arcila, Tánger, Martil, Alhucemas o Nador.Pedro Cerezero, el cura párroco, recibe a los visitantes con amabilidad, los orienta en sus pesquisas y en ocasiones se convierte en un cicerone improvisado, sin otro interés que el puramente humanitario o histórico. En su camino hacia los cementerios, el sacerdote suele hacer un alto en el trayecto y alertar a los familiares sobre el estado de ruina y abandono en que se encuentran los lugares santos.Pero las advertencias no pueden llegar a mitigar los sobresaltos y sorpresas que sufren los visitantes cuando se encuentran ante un mar de tumbas violadas, lápidas resquebrajadas o simples agujeros en el suelo, al fondo de los cuales se entrevén los huesos, de alguien que un día fue un soldado del Ejército español. Hoy no son más que un trozo de inmundicia o un escombro."Es un tema que no afecta a la Iglesia, ya que los terrenos son municipales. Pero es una cuestión de dignidad nacional y de responsabilidad histórica", recalca el presbítero, mientras trata de localizar en la mesa de su despacho, entre un mar de cartas y documentos, los testimonios más importantes y significativos de esta andadura .Como si se tratara de un tesoro, entresaca una carta dirigida al líder del PP, José María Aznar; al ministro de Defensa, Julián García Vargas, o esta entrañable correspondencia que desde hace varios años se entrecruza con el ex general de Caballería José Valdés Cabanna, descendiente de otro general caído y laureado en la campaña de África. Es el otro extremo de un frente solidario, que se inició un día en Tetuán, y que no ha dejado ni un solo instante de batir los tambores ante la ventanilla de las Administraciones, en Madrid.

"Hemos llamado incluso a la y puerta de la Casa Real y les hemos recordado que en uno de los cementerios militares de Tetuán yacen dos Borbones, y junto a ellos, nueve generales laureados, altos comisarios, diversos responsables del Gobierno colonial, algunos cónsules y una muchedumbre de soldados anónimos caídos en las campañas militares de 1860 y en la de 1920", recalca el sacerdote, quien asegura que el rey Juan Carlos posee también la copia de un vídeo realizado al efecto.

Caballeros legionarios

En esta cadena solidaria participa también un buen número de españoles residentes en la zona, y principalmente los vinculados a Aderma, Asociación de Españoles Residentes en Marruecos, que preside en Tetuán el industrial Antonio Anting, junto con Eduardo Calderón. El epicentro de esta batalla se prolonga hasta Ceuta, donde el capitán caballero legionario retirado Alejandro Zamacola, presidente de la Asociación de Antiguos Caballeros de la Legión, aglutina a otros militares en activo.Alejandro Zamacola se ha convertido en una figura legendaria, que difícilmente puede pasar inadvertida. Sus largas barbas canosas y su estatura inmensa lo hacen fácilmente identificable, incluso para los servicios de la vigilancia aduanera y policial de la frontera con Marruecos. Por todo ello, nadie puede aún explicarse cómo este militar pudo durante un tiempo, junto con sus amigos, sortear os controles de los límites fronterizos, adentrarse 50 kilómetros en el interior de Marruecos y, armado con guión o estandarte, correajes, camisa y pantalón de reglamento, rendir homenaje a los muertos del cementerio militar de Tetuán. Todo ello al son patriótico de una casete, que sonó sin cesar en una radio colocada en el suelo.

Aun ahora, cuando, Alejandro Zamacola, en cualquier cóctel o reunión, relata estas audacias, sonríe levemente, guardando en el más íntimo de sus jardines secretos la pócima que le hizo a él y a sus compañeros de armas invisibles durante tanto tiempo. Hasta que las autoridades tetuaníes recibieron las señales de alerta y el caballero Zamacola dejó las correrías clandestino patrióticas.

El Macrocementerio del Norte de Marruecos no es un sueño. Existen planos y proyectos concretos y, según se asegura en medios diplomáticos, el Ministerio de Asuntos Exteriores ha dado luz verde al cónsul de Tetuán para buscar un terreno apropiado, donde se concentrarían los 80.000 muertos. Eduardo Calderón, uno de los promotores, asegura que tiene localizado ya un lugar a la salida de Tetuán, al pie de la carretera de Tánger, a unos. 8 o 10 kilómetros. Se trata de una finca de cinco hectáreas, que pasaría a ser propiedad del Estado español. Será el último monumento a un ejército olvidado.

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Mientras el sueño se hace realidad, el Ministerio de Defensa ha decidido conceder una ayuda de 40 millones de pesetas para adecentar los cementerios militares del norte de Marruecos. Una cantidad insuficiente para recobrar la historia, pero que al menos permitirá devolver la dignidad a los soldados muertos.

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