Tribuna:

Piñera cascabelera

Todos ustedes me perdonarán el título de este artículo, especialmente don José Piñera, que es el caballero que le puso en Chile el cascabel al gato de las pensiones de la Seguridad Social. Se trataba de privatizar las pensiones públicas bajo la vigilancia del Estado y lo consiguió pese a la oposición que sus planes suscitaron.Ya oigo ruidos condenatorios de los conservadores del sistema previsional franquista ante cualquier mención de la reforma chilena: ¡La realizó Pinochet! Todo lo que hicieron Pinochet y sus espadones está mal por definición.

¡Un momento de atención! Precisamente fue...

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Todos ustedes me perdonarán el título de este artículo, especialmente don José Piñera, que es el caballero que le puso en Chile el cascabel al gato de las pensiones de la Seguridad Social. Se trataba de privatizar las pensiones públicas bajo la vigilancia del Estado y lo consiguió pese a la oposición que sus planes suscitaron.Ya oigo ruidos condenatorios de los conservadores del sistema previsional franquista ante cualquier mención de la reforma chilena: ¡La realizó Pinochet! Todo lo que hicieron Pinochet y sus espadones está mal por definición.

¡Un momento de atención! Precisamente fueron algunos de los militares más poderosos los que no querían ni oír hablar de la reforma, y eso en el año de 1980, cuando aquel régimen estaba aún fuerte. También se oponían los sindicatos, especialmente socialistas y comunistas (que disimuladamente lo eran), los expertos en seguridad social (los peores los catedráticos, que siempre lo sabemos todo), y los asegurados (los únicos que tenían verdaderas razones).

No es posible pasar de un sistema de reparto como base de las pensiones contributivas a un sistema de capitalización sin asegurar un método seguro de transición a quienes no tienen suficientes años de trabajo por delante a fin de poder ahorrar el capital necesario para una pensión digna. Recuerden que no digo nada de las pensiones no contributivas o de beneficencia que son el chocolate del loro comparadas con el alpiste de la pajarera de las otras (en España, el equivalente del 65% de los 10 billones que gasta la Seguridad Social).

Don José Piñero, en un libro que titula El cascabel al gato: la batalla por la Reforma Previsional (4ª ed. 1992), detallas sus ideas y cómo las aplicó. El elemento fundamental fue que los afiliados podían decidir si mantenerse dentro de la seguridad pública. Tantos se pasaron que ahora el sistema privado cubre a más del 80% de la población laboral chilena, es decir, a 3.800.000 individuos. Otra garantía de continuidad fue que el Estado entregó un bono a cada trabajador para simbolizar lo que había contribuido a través de los años, bono que podían entregar al fondo de pensiones privado y por el que éste recibiría, cuando el trabajador en cuestión se retirara, un interés suficiente para cubrir la parte no acumulada del capital de la pensión. Una tercera garantía era que si la rentabilidad de las inversiones realizadas por el fondo caía más de seis puntos porcentuales por debajo de la rentabilidad media, de los fondos, el Estado reponía la diferencia, al tiempo que la gestora respondía con su capital. Y la cuarta garantía consistía en permitir a los ahorradores el cambio de un fondo a otro sin comisión de salida. Ningún fondo ha suspendido pagos nunca y sólo uno tuvo que acudir una vez a su capital para completar una baja rentabilidad.

La transformación se hizo en dieciocho meses. Todos los sueldos y salarios se incrementaron por decreto hasta incluir la parte de cotizaciones a la Seguridad Social del trabajador y la que aparentemente paga la empresa (y sufren los trabajadores con aumentos de paro). A continuación se obligó a todos los empleados a, invertir el 10% de sus emolumentos en un fondo de pensiones, deducible de la base del impuesto sobre los ingresos (impropiamente llamado de la renta en España). ¡Hasta el 15% pueden desgravar totalmente los chilenos!

La idea genial consistió en darles una cartilla de ahorro a cada chileno trabajador en que anotar su capital acumulado y sus beneficios. La inversión sumada de todas las cartillas pasa de 150 millones de dólares en sólo catorce años. La rentabilidad media ha sido de 13% real. Se llegará a los 22.000 millones de dólares de inversión en el 2000.

Ventaja para España: si le damos esa cartilla a Felipe González, a lo mejor se va a cobrar la pensión.

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