Reportaje:

A la vejez, piruetas

Todos los primeros domingos de mes, a las doce en punto de la mañana, una escuadrilla imposible, integrada por antiguallas de antes, durante y después de la guerra civil, sobrevuela las terrazas de Cuatro Vientos en anacrónica formación, como si los marcianos hubieran concedido una hora de recreo a los aviones desaparecidos tras décadas de encuentros en la tercera fase.La responsable de esta aparición celestial es la Fundación Infante de Orleans, que desde 1989 divulga la historia de la aviación mediante la conservación de venerables aparatos en óptimo estado de vuelo. Igual que hay excursione...

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Todos los primeros domingos de mes, a las doce en punto de la mañana, una escuadrilla imposible, integrada por antiguallas de antes, durante y después de la guerra civil, sobrevuela las terrazas de Cuatro Vientos en anacrónica formación, como si los marcianos hubieran concedido una hora de recreo a los aviones desaparecidos tras décadas de encuentros en la tercera fase.La responsable de esta aparición celestial es la Fundación Infante de Orleans, que desde 1989 divulga la historia de la aviación mediante la conservación de venerables aparatos en óptimo estado de vuelo. Igual que hay excursiones en el espacio hay excursiones en el tiempo, como esta que ha de llevarnos a aquella edad de la inocencia de la navegación aérea, cuando la humanidad ignoraba el uso de los cinturones de seguridad, chalecos salvavidas, máscaras de oxígeno y demás artilugios de nefando agüero.

En aquellos días -hablamos de 1911-, Cuatro Vientos era un erial situado en los arrabales de Madrid camino de Extremadura, y precisamente por eso fue elegido como. emplazamiento del primer aeródromo del país. Aquí fue instruida la primera promoción de pilotos patrios. Y aquí le cupo el infructuoso honor de darse el primer talegazo mortal que registran los anales de nuestro alado ejército al capitán Celestino Bayo Lucía, el 27 de junio de 1912.

Hoy, el panorama local no ha cambiado gran cosa: Cuatro Vientos es un erial urbanístico y en su campo de vuelo se sigue cultivando el espíritu de los pioneros, con la exhibición mensual de una docena larga de viejas glorias de la ingeniería aeronáutica. Frente al edificio del Real Aeroclub de España descansan, como alineados sobre el césped por un niño gigante y metódico, cacharros cuya edad oscila entre los 37 y los 66 años. El decano de la muestra -y de la aviación española en activo- es un Consolidated Fleet 2 biplano que fue diseñado por los norteamericanos en 1928 y que aún es capaz de mantener unos imprudentes 145 kilómetros por hora como velocidad de crucero. El menos anciano, el checoslovaco Zlin Z-326 Trener Master, ideado en 1957 para la acrobacia.

La joya de la colección, empero, data de 1935. Se trata de una Bücker BÜ-133 Jungmeister germana, de nariz chata y cuerpo plateado, una de las últimas -si no la última- de su especie, que los pilotos miman como si fuera una novia bailarina, impidiéndole cometer las piruetas más osadas por temor a que se le rompa uno de los tirantes (de las alas) delante del público.

Pero esta mañana hay otras bellezas sobre el escenario: están la española Aisa I-115 y su hermanita la I-11 B Peque, los rubios North American T-6 Texan, las Bücker BÜ-131 Jugnmann, la Pipper DC-65 Cub, la Stinson 1.08-3 Voyager, el Boeing-Stearman 75 Kaydet y, cómo no, el Saeta, reactor fabrica do por Hispano Aviación (1955) con una ayudita del ingeniero alemán Messerschinitt. A las doce, lo dicho: a volar. Pilotos jubilados de Iberia, familiares más o menos distantes de García Morato, generales de paisano y colegiales de la era del Challenger contemplan con pareja emoción el paso en formación de los Texan y el Saeta. Enmudecen cuando este último emprende un ascenso en vertical y a punto están de dislocarse el cuello al perseguir con la mirada un vertiginoso looping del reactor. Toneles, vuelos rasantes, picados... El espectáculo continúa arriba por espacio de una hora, y a uno le da por pensar, mientras escucha el sonido redondo del motor en estrella de un T-6, que estas bestias son bellas. Lástima que las concibieran para matar.

Aeropuerto de destino

Dónde. En el aeropuerto civil de Madrid-Cuatro Vientos, con acceso por Carabanchel Alto y entrada por la carretera de La Fortuna. Existen diversas opciones de transporte en autobús: Consorcio de Transportes, teléfono 580 19 80; Empresa Municipal, teléfono 4019900.

Cuándo. Los primeros domingos de mes a las once de la mañana, muestra estática de los aparatos; a las doce comienza la exhibición en vuelo. De martes a sábado, entre once de la mañana y dos de la tarde, la colección completa permanece expuesta en el hangar número tres del aeródromo.

Quién. Los responsables de la Fundación Infante de Orleans atienden en el teléfono 508 02 23. Y los del aeropuerto, en el 508 30 44.

Cuánto. La entrada para contemplar la exhibición aérea es gratuita.

Y qué más. Los espíritus consumistas podrán saciarse en un tenderete en el que se expenden camisetas, pins y calendarios. Opción complementaria es la visita al cercano Museo del Aire, que abre todos los días de once de la mañana a dos de la tarde, excepto lunes. En él están desde un autogiro La Cierva C.19 MK-1V hasta un B-25 Mitchell de los de 30 segundos sobre Tokio, pasando por el Dragon Rapide o el Jesús del Gran Poder. Carretera de Extremadura, kilómetro 10,500. Teléfono 711 47 26.

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