Se opera de un callo en la mano y acaba manco

Felipe López Serrano, un electricista de 42 años, entró en la clínica La Fraternidad para curarse una ampolla y ha salido del centro sin un dedo y con la mano izquierda inválida. Una errónea anestesia, según denuncia, le causó graves quemaduras químicas que obligaron a los médicos a amputarle el dedo índice y la zona metacarpofalángica. El paciente ha demandado ahora al médico que. le operó y a la clínica, a la que exige 25 millones de indemnización. En el centro afirman: "Lo que ha ocurrido es que este enfermo ha tenido complicaciones quirúrgicas y reaccionó mal".

"Me han desgraciado y...

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Felipe López Serrano, un electricista de 42 años, entró en la clínica La Fraternidad para curarse una ampolla y ha salido del centro sin un dedo y con la mano izquierda inválida. Una errónea anestesia, según denuncia, le causó graves quemaduras químicas que obligaron a los médicos a amputarle el dedo índice y la zona metacarpofalángica. El paciente ha demandado ahora al médico que. le operó y a la clínica, a la que exige 25 millones de indemnización. En el centro afirman: "Lo que ha ocurrido es que este enfermo ha tenido complicaciones quirúrgicas y reaccionó mal".

"Me han desgraciado y ahora no puedo coger ni una escoba". López, casado y con tres hijos y vecino de Fuenlabrada (147.000 habitantes), no para de repetir esta frase mientras se mira con congoja lo que le queda de mano. "Me fui a sacar un callo y me han fastidiado la vida". %Y qué hago yo ahora? ¿Dónde busco trabajo cuando ni puedo mover los dedos?".Tras la nefasta intervención quirúrgica, Felipe sólo puede doblar ligeramente sus yemas. Ha perdido sensibilidad y no puede manejar la extremidad. Se encuentra en incapacidad laboral transitoria, a la espera del dictamen del tribunal médico. Ahora sobrevive con 2.800 pesetas al día mientras espera 'a resolución de la demanda que ha interpuesto contra el médico y la clínica La Fraternidad, donde fue operado.

Su vida cambió cuando hace dos años entró en una empresa de electricista. De tanto cavar zanjas, su mano se agrietó y apareció en su palma un bulto. Se trataba de una ampolla que necesitaba una sencilla operación para extirparla. "Nada complicado, me dijeron", se lamenta.

El 5 de octubre de 1992 entró en el quirófano de la clínica La Fraternidad. El cirujano le infiltró la anestesia para dormirle la mano. El primer intento fue vano y le puso otra dosis. La segunda tampoco le hizo efectos y el facultativo le pinchó por tercera vez consecutiva. Felipe recuerda que le pusieron la mano "corno un guante de boxeo" y, cansado de tanto pinchazo, pidió al médico que le interviniera sin anestesia.

Tras la operación, pasó unos días malos, pero lo peor vendría después. A los pocos meses empezó a sentirse mal y un día se presentó en la clínica con dolores intensos "y con la mano casi podrida". En el centro, tras quitarle la venda, le diagnosticaron una necrosis por quemadura quirúrgica a causa de una deficiente infiltración por extirpación.

Los médicos le llegaron a comentar que se habían equivocado a la hora de ponerle la anestesia. Tras múltiples intervenciones, el doctor Jaime Balsega consiguió salvarle la mano y tan sólo le amputaron un dedo y parte de la articulación. Ahora la intención de Felipe es conseguir algo para sobrevivir, ya que le han dicho que le puede quedar una pensión de entre 40 40.000 y 50.000 pesetas. "Con eso, ¿qué puedo hacer?".

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En la clínica, el subdirector médico, Jaime Balsega, ha reconocido que la anestesia que se le inyectó fue retirada del laboratorio a los pocos días. Este doctor también ha asegurado que una dosis mal aplicada puede provocar esas secuelas. El facultativo ha rechazado entrar a juzgar si ha habido alguna negligencia médica. No obstante, según Balsega, Felipe López no es un inválido ni un incapacitado.

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