Reportaje:

En un lugar del Henares...

Los genios no nacen en un lugar cualquiera, sino donde los vientos de' la historia son propicios. Por eso, Miguel de Cervantes Saavedra vino al mundo en Alcalá de Henares en 1547, porque por aquel entonces la universidad que fundara Cisneros llevaba medio siglo desasnando castellanos, publicando gramáticas en lengua vernácula, editando biblias políglotas... En dos palabras, irradiando cultura. Y es más probable que un príncipe de los ingenios sea alumbrado en un sitio así que en una aldea de Guinea-Conakry.

Lo que no está tan claro es que Miguel, el hijo de un barbero del montón, vi...

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Los genios no nacen en un lugar cualquiera, sino donde los vientos de' la historia son propicios. Por eso, Miguel de Cervantes Saavedra vino al mundo en Alcalá de Henares en 1547, porque por aquel entonces la universidad que fundara Cisneros llevaba medio siglo desasnando castellanos, publicando gramáticas en lengua vernácula, editando biblias políglotas... En dos palabras, irradiando cultura. Y es más probable que un príncipe de los ingenios sea alumbrado en un sitio así que en una aldea de Guinea-Conakry.

Lo que no está tan claro es que Miguel, el hijo de un barbero del montón, viera la luz en la casa que se anuncia como suya en la calle Mayor de la localidad. Una de dos, o su padre no declaraba a la Hacienda de la época los dineros que se embolsaba como cirujano -oficio entonces compatible con el de fígaro- o los restauradores del año 1955 se dejaron arrebatar por un exceso de amor a la literatura. En cualquier caso, sirve para hacerse una idea de lo bien que vivían los que vivían bien en el siglo XVI: dos pisos, una docena de habitaciones, patio típico alcalaíno con columnas y pozo, hermosa loza de Talavera y ruecas como para hilar toda la lana de Castilla.

A un tiro de piedra de la mansión donde hipotéticamente discurrieron las mocedades del escritor atendía, y atiende, el hospital de Antezana, que fue fundado en el siglo XV para asistir a los transeúntes debiluchos. De uno de sus enfermeros estrella, san Ignacio de Loyola, se guardan recuerdos, lienzos y leyendas. "Aquí dio principio el misterio de enseñar, con la ayuda de Dios, al mismo tiempo que Lutero empezó a sembrar su pestilente secta en las universidades de Alemania", reza una de ellas.

Quien se demore en la galería superior del patio del hospital, con balaustrada, pasamanos, geranios y botijo al fresco, sentirá la tentación de fingir algún mal de larguísima convalecencia. Lástima que sólo admitan a ancianitas. Todo lo contrario, una salud de hierro, es lo que se precisa para rendir en un solo día la nómina de visitas que propone Alcalá de Henares. Habrá que postergar una inspección a fondo de la ciudad complutense y conformarse de momento con darse un garbeo por el palacio Arzobispal, el convento de las Bernardas, la Universidad y la Colegiata Magistral, que no es poco, pues otras tierras aguardan.

Más o menos por la época en que Cervantes se consagraba como best-seller, el conde duque de Olivares fundó en Loeches el convento de las dominicas.

Su espléndida traza barroca suele dejar bastante tibio al forastero, avisado como está de que en el interior descansan en relativa paz los restos de los Alba. Sólo un panteón del estilo del de El Escorial -mármol de luto con veta blanca- podía bastar para contener tanto apellido compuesto, tanto toisón de oro y tanto noble polvo, mas polvo al fin y al cabo.

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Menos morbo, pero más calorías, tienen los dulces que elaboran las monjitas y que expenden como roscas a través de esé precursor de la ventanilla anticacos de bancos y farmacias que es el tomo conventual.

Apenas quince kilómetros median entre Loeches y Nuevo Baztán, un monumento a la chapuza made in Spain. La feliz idea de crear este pueblo agrícola-artesanal fue del tesorero de Mariana de Austria, que una mañana de principios del XVIII se levantó con la vena ilustrada. No reparó en gastos: iglesia, palacio, factorías y hasta plaza de toros, todo de Churriguera. Pero el horno, entonces como ahora, no. estaba para bollos y el proyecto fracasó con estrépito a los pocos años. Como pueblo fantasma tiene su aquel.

Y de vuelta a casa, otro ejemplo de lo que pudo haber sido hermoso y no lo es: Torrejón. Antes de transformarse en ciudad dormitorio y aeropuerto de las Fuerzas Aéreas norteamericanas, debió de albergar más edificios como La Casa Grande, antigua granja jesuita reconvertida hoy en restaurante, hotelito con encanto, tienda de antigüedades y -¡oh, sorpresa!- uno de los museos de iconos mejor surtido del mundo.

La Casa Grande

Dónde. Alcaiá de Henares, cabecera de la ruta, dista 31 kilómetros de Madrid y es accesible, como Torrejón, por la autovía de Barcelona (N-II). De Alcalá a Loeches, por la carretera C-300, y de Loeches a Nuevo Baztán, por la M-219. El autocar dispuesto por la organización parte de la glorieta de Ruiz Giménez (metro San Bernardo) a las nueve de la mañana. También hay cercanías de Renfe y autobuses de Continental Auto (356 23 07).

Cuándo. La excursión Por tierras cervantinas tiene al menos una salida mensual para particulares en fin de semana (consultar). Asimismo, existe la posibililad de contratar salidas para grupos.

Quién. Affinsa Tours, en colaboración con la Fundación Caja de Madrid. Información y reservas en el teléfono 559 19 55.

Cuánto. El precio por persona es de 1.200 pesetas sin comida, y de 2.500 pesetas con ella. En el importe se incluye. el trayecto en autocar, guía y entrada a museos, monumentos y otros lugares de interés. El pago deberá efectuarse con 48 horas.

Y qué más Compra ineludible de los almendrados, rosquiIlas y demás dulces de las dominicas de Loeches. Buen restaurante, la Hostería Nacional del Estudiante, en Alcalá 888 03 30). Y para descansar y dormir, las suites de La Casa Grande, en Torrejón de Ardoz (675 39 00).

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