La paz tendrá que esperar

La paz tendrá que esperar en Bosnia-Herzegovina y el inviemo se cobrará de nuevo en el corazón de Europa miles de vidas inocentes por hambre, frío y enfermedades. Todo ello evitable si una conferencia de paz que patina desde hace año y medio, jalonada por multitud de acuerdos que jamás han sido puestos en práctica, no hubiera tocado fondo.Durante dos días la reunión de Ginebra ha parecido, más que una negociación seria, una cortina de humo destinada a permitir que la situación acabe de ser decidida por las bocas de los cañones. Fracasada la vía diplomática, descartada la opción militar, queda ...

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La paz tendrá que esperar en Bosnia-Herzegovina y el inviemo se cobrará de nuevo en el corazón de Europa miles de vidas inocentes por hambre, frío y enfermedades. Todo ello evitable si una conferencia de paz que patina desde hace año y medio, jalonada por multitud de acuerdos que jamás han sido puestos en práctica, no hubiera tocado fondo.Durante dos días la reunión de Ginebra ha parecido, más que una negociación seria, una cortina de humo destinada a permitir que la situación acabe de ser decidida por las bocas de los cañones. Fracasada la vía diplomática, descartada la opción militar, queda la caridad en forma de acción humanitaria. Y aun ésta parece comprometida por la renuencia de los Gobiernos europeos a permanecer en la antigua Yugoslavia y el creciente malestar de los mandos de la Fuerza de Protección de las Naciones Unidas (Unprofor) sobre el terreno. Nadie descarta ya que pasado el invierno las fuerzas de las Naciones Unidas hagan las maletas.

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Mientras tanto y en el escenario del conflicto las cosas han cambiado a favor de los musulmanes. Su Ejército (la Armija), fortalecido y profesionalizado según todos los indicios (se habla de casi 200.000 combatientes integrados en sus filas) parece estar pensando ya en una ofensiva de primavera, y en el entorno de la delegación bosnia en Ginebra se ha manejado sin tapujos que en la actual situación militar no es imprescindible hacer la paz. El presidente bosnio, Alia Izetbegovic, por tanto, rechaza la partición geográfica propuesta por los serbios, reivindica territorios que le han sido conquistados y exige acceso por el norte al río Sava. Con los croatas la situación es parecidamente complicada. Los musulmanes bosnios quieren no sólo un acceso al mar Adriático, lo único arantizaría su viabilidad como Estado, sino también que la ciudad de Mostar, capital de Herzegovina, sea administrada por la Unión Europea y que haya un mejor reparto de Bosnia central. Franjo Tudjman, el presidente croata, ha dicho no. La lucha entre los dos antiguos aliados es ahora más enconada que nunca en zonas donde la mayoría de pueblos y ciudades estaban divididos por igual entre unos y otros, y los croatas no están dispuestos a que los musulmanes controlen el puerto de Neum porque, dicen, equivaldría a romper Croacia.

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