Tribuna

J. P. Morgan y el "sobresueldo"

CUANDO LE PREGUNTARON a John Pierpont Morgan I, a primeros de siglo, cómo juzgaba a sus clientes, si sólo mira ba sus propiedades y riqueza, el fundador de la Casa Morgan respondió: "No, señor: lo primero es el carácter". Quizá esta tradición -la del carácter- explica el hecho de que Roberto Mendoza, vicepresidente de J. P. Morgan, con el apoyo total del consejo de administración del banco norteamericano, fuera seducido por Mario Conde, después de un largo y paciente cortejó. Sin embargo, el saldo de la cifra de negocios del hasta ahora respetable banco aún resulta atractivo después del fiasco...

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CUANDO LE PREGUNTARON a John Pierpont Morgan I, a primeros de siglo, cómo juzgaba a sus clientes, si sólo mira ba sus propiedades y riqueza, el fundador de la Casa Morgan respondió: "No, señor: lo primero es el carácter". Quizá esta tradición -la del carácter- explica el hecho de que Roberto Mendoza, vicepresidente de J. P. Morgan, con el apoyo total del consejo de administración del banco norteamericano, fuera seducido por Mario Conde, después de un largo y paciente cortejó. Sin embargo, el saldo de la cifra de negocios del hasta ahora respetable banco aún resulta atractivo después del fiasco: las múltiples comisiones facturadas por operaciones de compraventa, colocación de acciones de empresas del grupo, emisiones y otros conceptos de asesoría permitieron a J. P. Morgan ganar alrededor de 5.000 millones de pese tas con la aventura de Banesto. Su inversión, a través del 10% del fondo Corsair, no ha superado los 2.000 millones.La alianza entre Conde y J. P. Morgan era estratégica. He aquí una información no revelada hasta el momento y que forma parte de los pactos secretos entre el destituido presidente y la casa norteamericana: Mario Conde debía permanecer al frente de Banesto, y por ello había establecido una compensación económica importante. Los acuerdos establecen que J. P. Morgan "ha exigido el compromiso personal de don Mario Conde de continuar dirigiendo el proyecto empresarial de Banesto". Este compromiso suponía, para Conde, realizar una inversión individual para poseer hasta el 6% del capital del banco. Pero ¿por qué J. P. Morgan se comprometía, en su turno, a pagar a Mario Conde una compensación económica, además de la que éste ya percibía como consejero y presidente de Banesto? Como esta cláusula ha permanecido oculta, sólo cabe establecer alguna hipótesis. Al parecer, los dividendos futuros que cobraría Conde eran insuficientes para cubrir el coste financiero de su endeudamiento para realizar la inversión en la compra de acciones pactada con sus socios de Morgan y Corsair.

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En otros términos, Conde había sellado con J. P. Morgan un matrimonio indisoluble. Él facilitaba, a través de todas las operaciones del Grupo Banesto, un flujo de beneficios importante para el banco norteamericano, en tanto que éste le prestaba el prestigio como escudo. En caso de vender Morgan el paquete de control del banco, dos años como mínimo después de la ampliación de capital, Conde también tenía el derecho de sumarse a esa operación de venta.

Roberto Mendoza acompañó a Mario Conde hasta el final. La carta dirigida por J. P. Morgan al Banco de España el pasado lunes 27 fue más un testimonio de apoyo al equipo de Mario Conde -así lo dice- que una aportación a un nuevo plan de saneamiento del banco. Luis Ángel Rojo, por su parte, desmintió, en el Congreso, una de las patrañas que la ex ejecutiva de Morgan Violy de Harper y el propio Conde habían difundido en los últimos meses: que cuando el presidente destituido se hizo cargo de Banesto, éste se hallaba en quiebra técnica.

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