Cartas al director

Inglés o esperanto

La introducción de hecho del inglés como idioma de intercambio en todo el mundo es una realidad cada vez más generalizada.También ocurre esto en Europa, donde, dentro de la perspectiva del espacio común, la cuestión fundamental de un idioma de intercambio se está dejando -lamentablemente, pero también asombrosamente- en las manos azarosas de una circunstancia histórica, que impone un idioma determinado sobre otros.

La importancia que una lengua de intercambio tiene para la unión política de una comunidad multilingüística como la europea hace más lamentable, si cabe, que no se deb...

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La introducción de hecho del inglés como idioma de intercambio en todo el mundo es una realidad cada vez más generalizada.También ocurre esto en Europa, donde, dentro de la perspectiva del espacio común, la cuestión fundamental de un idioma de intercambio se está dejando -lamentablemente, pero también asombrosamente- en las manos azarosas de una circunstancia histórica, que impone un idioma determinado sobre otros.

La importancia que una lengua de intercambio tiene para la unión política de una comunidad multilingüística como la europea hace más lamentable, si cabe, que no se debata, en absoluto, sobre esta cuestión y se deje así que la ley del más fuerte se imponga.

Especialmente lamentable es esta actitud, porque favorece que una asombrosa desigualdad se establezca desde un principio en Europa, y eso en una cuestión básica.

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Efectivamente, parece claro que yo nunca conseguiré hablar el inglés como un inglés. Conseguir un cierto dominio de ese idioma me supondrá, en todo caso, una importante inversión en esfuerzo y tiempo. Y surge la insidiosa pregunta: ¿qué diablos hace un inglés, mientras yo estudio inglés? Supongo que invertir su tiempo y su esfuerzo en dominar otras materias. Porque aunque se diga que también ellos han de conocer otro idioma comunitario, sabiendo que el suyo se impone en toda Europa, y aun en todo el mundo, creo que dicho estudio no pasará de las aburridas y escasamente fructíferas clases del bachillerato. Vamos, que estoy seguro de que en el Reino Unido, los vendedores de cursos de idiomas por fascículos no se comen una rosca, valga la expresión, por más que se trate de un negocio próspero en el resto de Europa.

El esperanto es una lengua que nació con vocación, precisamente, de idioma de intercambio. Sé que la mayor parte de la gente que ha oído hablar de él alguna vez lo consideran muerto y enterrado, pero no es menos cierto que la lengua internacional jamás tuvo su oportunidad.

Cuando menos, se trata de la lengua de intercambio que, además de cumplir perfectamente esa labor, nos colocaría a todos al mismo nivel, sin desigualdades. Y aunque conocerlo requiere también esfuerzo y tiempo, su aprendizaje es más fácil y sencillo que el de cualquier otro idioma. Por eso resulta sorprendente que la posibilidad del esperanto como lengua europea de intercambio no se haya abordado nunca. En principio, parece más justo y conveniente la adopción del esperanto que la imposición de un idioma europeo sobre los demás -lo que, a la larga, además, podría facilitar la existencia de problemas y tensiones hacia afuera, como la historia demuestra-.

Pero, en todo caso, parece difícilmente justificable que la cuestión ni siquiera se debata, que la historia pase indiferente sobre un tema tan básico. La futura Unión Europea, si aún alguien cree en ella, merece, creo yo, que se dedique un poco de atención a uno de sus temas cotidianos básicos.

Y es también obligación, me parece, de quienes ostentan la representación en España de la lengua de intercambio, moverse más notoriamente por el uso del esperanto y luchar, al menos, para que el debate se produzca.-

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