VISITA DEL PAPA

La guerra de los altavoces

El Papa sería ajeno al vocabulario veraniego que utilizaron los técnicos en la calle más larga de Madrid, el paseo de la Castellana, para instalar toda la parafernalia de altavoces, cables y micrófonos. El Pontífice probablemente sería ajeno, pero nadie que pasase el martes a 500 metros de la plaza de Colón lo fue. Desde lo alto de las farolas, los edificios y las ventanas caían a chorros aquellos ssssí, ssssí ¿se oye?, sobre las cabezas de mendigos, quiosqueros y bienandantes: "proba, proba, vamos a verr, vamos a verr ¡Mariano! ¿está eso conectao o no?... Vaya pollas de ruido que sale ahí".Ve...

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El Papa sería ajeno al vocabulario veraniego que utilizaron los técnicos en la calle más larga de Madrid, el paseo de la Castellana, para instalar toda la parafernalia de altavoces, cables y micrófonos. El Pontífice probablemente sería ajeno, pero nadie que pasase el martes a 500 metros de la plaza de Colón lo fue. Desde lo alto de las farolas, los edificios y las ventanas caían a chorros aquellos ssssí, ssssí ¿se oye?, sobre las cabezas de mendigos, quiosqueros y bienandantes: "proba, proba, vamos a verr, vamos a verr ¡Mariano! ¿está eso conectao o no?... Vaya pollas de ruido que sale ahí".Veinte horas después de iniciadas las pruebas, a las tres de la tarde, tres horas antes de que el Papa anegase la plaza de amor, unos 500 chavales la refrescaban a base de sevillanas. El Papa había pedido en el Rocío menos folclorismo, pero tal sacrificio parecía excesivo. Si debajo de las torres de Jerez cantaban y bailaban -amaribiribiri ioloró, blanca la plata, blanca la plata-, debajo de la cafetería Riofrío -y azules son los ojos, y azules son los ojos-, otro grupo jaleaba las sevillanas del adiós.

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En la terraza de la cafetería, en la sombrita, 150 privilegiados se encaraman con sus cremas vichyssoise, con una merluza a la romana -no podía ser de otro tipo, claro- y una tarta o helado. El "menú especial visita papal" 5.500 pesetas.

Al lado, un chico con camiseta blanca anímaba a su grupo: "Vamos p'alante que hay unas tías acojonantes.

"Sí, sí", le contestó otro. "Pero seguro que son carmelitas o algo así".

Horas después, bañadas por la palabra de los técnicos -proba, proba, uno, due- de sonido y la de los papistas -amaribiribiri ioloró-, las calles de Madrid se abrieron al tráfico. r

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