Tribuna:

¿Qué me sale?

A las ocho de la mañana la cola da media vuelta al edificio de Hacienda, llamada ahora Oficina Tributaria. Los contribuyentes llevan en la mano un sobre que dice PADRE -Programa de Ayuda para la Declaración de la Renta- y ponen cara de hijo pródigo desde que anteayer les dijo Aznar que han hecho el primo dando al Gobierno 130 billones de pesetas en los últimos 10 años, de los que sólo 14 se invirtieron.Ahora entra el rebaño dispuesto a que lo esquilen en esta gran nave peladora de patrimonios. Lo primero que reciben es un número que les llevará al funcionario de turno encargado del PADRE, quie...

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A las ocho de la mañana la cola da media vuelta al edificio de Hacienda, llamada ahora Oficina Tributaria. Los contribuyentes llevan en la mano un sobre que dice PADRE -Programa de Ayuda para la Declaración de la Renta- y ponen cara de hijo pródigo desde que anteayer les dijo Aznar que han hecho el primo dando al Gobierno 130 billones de pesetas en los últimos 10 años, de los que sólo 14 se invirtieron.Ahora entra el rebaño dispuesto a que lo esquilen en esta gran nave peladora de patrimonios. Lo primero que reciben es un número que les llevará al funcionario de turno encargado del PADRE, quien les hará gratis la declaración. "Me puse en la cola a las 8.30 y como me dieron el número 190. Sólo tuve que esperar una hora y media para que se ocuparan de mí", dice Ángel A., de 28 años, casado y con un hijo, "y tengo que decirle que estoy satisfecho porque en 10 minutos me han hecho los papeles y me han dicho que me devolverán dinero". Ángel trabaja en mantenimiento en una empresa de automóviles. Tiene dos seguros de vida (además de otro de la propia empresa), por los que desgrava impuestos. La empresa le retiene el 17% del salario, pero ahora el fisco le devolverá "más de lo que esperaba". Le pregunto a quién va a votar. Dice que ni al PSOE ni al PP. Votará a los ecologistas. "Desde hace tiempo lo tengo muy claro. Quiero que por lo menos tengan un escaño en el que puedan levantarse a denunciar las animaladas que se están haciendo contra la naturaleza", explica Ángel.

Subo al primer piso sorteando a los contribuyentes que están sentados en la escalera. Hay un aviso "No se dan números hasta mañana a las nueve". Detrás de unas mamparas están los funcionarios haciendo el PADRE con las criaturas que sacan de las carpetas con elástico recibos y justificantes diversos. Les veo extender esos papeles desde la balconada y oigo como un zumbido de abejorros revoloteando sobre las mesas.

Luego bajan muy deprisa con el impreso a un lugar donde unas operadoras meten todo eso en el ordenador y, en un abrir y cerrar de ojos, la declaración aparece por la ranura de la impresora como una loncha de jamón por la máquina de cortar fiambre. El contribuyente pregunta: "¿Qué me sale?".

A doña Amparo R., de 57 años, le hacía la declaración un pariente, pero metió la pata. Ahora le han dicho que aquí se la hacen totalmente gratis y anónima. "¡Qué susto me entró cuando me llamaron los de la inspección! Todo estaba mal. Total sólo tengo dos campitos que son una miseria y un piso que alquilo, pero todo estaba mal. Ahora me tocará pagar. Una vez pagas ya te tienen cogido para siempre", lamenta doña Amparo. "Y le digo otra cosa: esto es aún peor que el ambulatorio, porque cuanto más rato estás aquí, más nerviosa te pones".

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