Tribuna:

El círculo virtuoso

El fenómeno de las privatizaciones no sólo tiene un carácter puramente económico, sino de amplias connotaciones políticas y sociales. En determinadas circunstancias refleja la ruptura con lo público y el decantamiento por un modelo económico-social primando la iniciativa privada. También la complejidad de las privatizaciones, tanto por los motivos que la justifican como por las formas de realizarse, puede conducir a interpretaciones erróneas y a confundir este fenómeno con la liberalización, desregulación o desmonopolización.No parece apropiado ver las privatizaciones como una respuesta pragmá...

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El fenómeno de las privatizaciones no sólo tiene un carácter puramente económico, sino de amplias connotaciones políticas y sociales. En determinadas circunstancias refleja la ruptura con lo público y el decantamiento por un modelo económico-social primando la iniciativa privada. También la complejidad de las privatizaciones, tanto por los motivos que la justifican como por las formas de realizarse, puede conducir a interpretaciones erróneas y a confundir este fenómeno con la liberalización, desregulación o desmonopolización.No parece apropiado ver las privatizaciones como una respuesta pragmática a los problemas financieros a corto plazo. Hay que mirarla no como un frío fenómeno de números, sino como un fenómeno político por naturaleza y, en consecuencia, cada transacción debe valorarse, adaptarse al contexto en que se promueve su desarrollo. En esta polémica, no hay que dejarse llevar por la crisis de la cultura de lo público, sino por la requerida revolución silenciosa del bien hacer al margen de la propiedad, que está muy condicionado por el grado de flexibilidad de los mercados y por el marco regulador en donde se actúa.

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Al juzgar la oportunidad de privatizar se tiende a presentar el proceso en el marco de lo que puede llamarse el círculo virtuoso: el Gobierno recibe fondos que precisa para equilibrar sus finanzas o expandir actividades sociales o de infraestructuras, mientras que los trabajadores se convierten en capitalistas (capitalismo popular) y mejoran sus condiciones salariales y de empleo. La mejor gestión beneficia la prestación de los servicios y el nivel de satisfacción del consumidor, así como potencia la inversión a través de los mayores rendimientos. Todo esto conduce a un mayor crecimiento.

En definitiva, con ello habrá mas inversiones, mas crecimiento, más recaudación y menos problemas financieros en el sector público. Frente a esta concepción, se alega el peligro del círculo vicioso: el Gobierno vende el patrimonio de todos y restablece sus finanzas a corto plazo. El comprador-propietario privado se limita a lo inmediatamente rentable y realiza ganancias especulativas. El consumidor-ciudadano ve encarecidos los servicios, y determinadas capas no reciben ni los considerados imprescindibles. En consecuencia, a medio plazo hay menos desarrollo infraestructural, menos crecimiento, mayor escasez de servicios y menor potencial económico.

Ante este dilema, se proclama la búsqueda del círculo virtuoso sobre el vicioso, para lo cual hay que enjuiciar las privatizaciones en el contexto de los determinantes, cuya importancia vana según la privatización. Éstos son el país, el sector, la clase de servicio, el grado de penetración y el tipo de operación (transferir la gestión, venta de acciones, desmonopolización, venta con liberalización ... ).

A veces se puede argumentar que mejor que la propiedad es la efectividad de la regulación.

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es profesor de Teoría Económica en la Universidad Autónoma de Madrid.

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