Editorial:

Todos contra todos

LA GENERALIZACIÓN de los combates de todos contra todos en ciertas zonas de Bosnia, los ataques cada vez más frecuentes contra los cascos azules o la decisión tomada la semana pasada por el Parlamento de los serbios de Bosnia de rechazar el plan de paz Vance-Owen son síntomas claros de que se ha entrado en una nueva etapa, más preocupante, en el conflicto que asuela la antigua Yugoslavia.La esperanza de lograr una solución negociada se está desvaneciendo: se violan sistemáticamente las numerosas treguas que han sido firmadas y la acción de los cascos azules se hace cada vez más d...

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LA GENERALIZACIÓN de los combates de todos contra todos en ciertas zonas de Bosnia, los ataques cada vez más frecuentes contra los cascos azules o la decisión tomada la semana pasada por el Parlamento de los serbios de Bosnia de rechazar el plan de paz Vance-Owen son síntomas claros de que se ha entrado en una nueva etapa, más preocupante, en el conflicto que asuela la antigua Yugoslavia.La esperanza de lograr una solución negociada se está desvaneciendo: se violan sistemáticamente las numerosas treguas que han sido firmadas y la acción de los cascos azules se hace cada vez más difícil. La táctica de los pequeños pasos aplicada hasta ahora por la ONU se agota. En la actualidad, muchos de los que rechazaban el uso de la fuerza contra los serbios reconocen que su aplicación es necesaria para que Belgrado -y sus satélites de Bosnia- renuncien a la agresión permanente. La ONU ha tomado la decisión de aislar totalmente a Serbia y Montenegro, cortando las comunicaciones por tierra, por mar y por el Danubio. Sin embargo, existe una convicción general de que estas medidas no serán suficientes para imponer un abandono efectivo de la política expansionista serbia.

Lamentablemente, los aliados no coinciden en la forma que puede tomar la intervención militar. Por un lado, EE UU se dispone a anunciar el bombardeo de ciertas posiciones serbias para tratar de romper la voluntad de Milosevic de proseguir la agresión. Por otro, una comisión de la ONU propone que amplíe su protección sobre ciertas ciudades musulmanas cercadas por los serbios: ello supondría aumentar considerablemente el número de cascos azules. No obstante, y como se reflejó en una reciente reunión en Bruselas entre los altos mandos de la OTAN, existe un gran escepticismo sobre la eficacia de una acción militar.

En estas condiciones, el presidente serbio Milosevic ha tomado ciertas iniciativas tendentes a mejorar su deteriorada imagen internacional: dice haber convencido a los serbios de Bosnia para que vuelvan a examinar el plan Vance-Owen, dando a entender que podría ser aprobado por la citada Cámara el próximo 5 de mayo. Pero hay muchos motivos para dudarlo: en varias ocasiones utilizó promesas similares para retrasar la aplicación de medidas drásticas contra Serbia.

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En todo caso, los presidentes de la Conferencia de Paz sobre Yugoslavia han convocado para hoy, sábado, luna reunión en Atenas con todas las partes implicadas para que, ante la amenaza de acciones de fuerza, Serbia adopte una actitud más favorable a dicho plan. Pero la situación no presenta ningún hecho que indique una evolución en tal sentido. Todo indica que Belgrado aplica una política de doble juego. Ello aconseja, pues, que la ONU, sin despreciar las posibilidades de paz que puedan surgir, prepare en serio una acción militar susceptible de demostrar a Belgrado que se ha terminado la etapa de las vacilaciones.

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