Tribuna:

La lengua de Cervantes

"Debes meterte en la cabeza", dice Don Quijote a Sancho, "todo el conocimiento que has menester para ser mi escudero. ¿Qué sabes tú de la lengua?". "Pues que sirve", contesta Sancho, "para pedir de comer, para insultar a pícaros y ladrones... ". En este curioso diálogo, Sancho anticipa una visión de la lengua como instrumento utilitario y práctico, cercano a perspectivas muy modernas. La lengua aparece, para Sancho, en un contexto de comunicación, desde una doble perspectiva: medio para conseguir que alguien realice una acción, y, a la vez, como posibilidad de exteriorizar y transmitir funcion...

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"Debes meterte en la cabeza", dice Don Quijote a Sancho, "todo el conocimiento que has menester para ser mi escudero. ¿Qué sabes tú de la lengua?". "Pues que sirve", contesta Sancho, "para pedir de comer, para insultar a pícaros y ladrones... ". En este curioso diálogo, Sancho anticipa una visión de la lengua como instrumento utilitario y práctico, cercano a perspectivas muy modernas. La lengua aparece, para Sancho, en un contexto de comunicación, desde una doble perspectiva: medio para conseguir que alguien realice una acción, y, a la vez, como posibilidad de exteriorizar y transmitir funciones denigratorias. La naturalidad de la respuesta de Sancho no oculta su simplicidad. Lo que hoy sabemos de la lengua, sin quitar un ápice a la verdad de la descripción del escudero, añade algo más de complejidad.Dos fenómenos aparecen hoy con una fuerza irresistible en la vida de las lenguas: la posibilidad de aplicar las tecnologías basadas en la informática y la poderosa y constante presencia de los medios de comunicación soccial. El influjo de la tecnología ha desembocado en el poderío actual que la informática ha establecido y que ha llevado a la creación de un término tan poco estético como el de industrias de la lengua para representar algo tan importante en la vida cotidiana y que lo será todavía más en el futuro. Callo, por no ser del caso en este momento, el difícil problema de la terminología en nuestro mundo hispánico, cuestión candente en la lengua española; por otra parte, los medios de comunicación social se han constituido en modelos; lingüísticos al sustituir a los modelos literarios. Esta nueva sociedad, ha escrito Fernando Lázaro Carreter, "es mucho menos literaria que la de antaño; sus modelos lingüísticos no suelen ser, o no lo son tanto, los grandes escritores, multitudinariamente desconocidos, sino la prensa y los programas de radio y televisión".

En esta sociedad, en la que se ha producido una inversión de modelos, de fuerte presencia de elementos tecnológicos, de facilidad de comunicación y de movimiento, las lenguas han transformado su función primera y han ganado nuevas dimensiones: no son únicamente medios de comunicación personal, soportes de valiosas creaciones estéticas de diferentes culturas, sino que son fuentes capaces de generar extraordinarios potenciales económicos. La economía lingüística, hasta hace bien poco principio del funcionamiento y de la evolución de las lenguas, se ha convertido en una visión cotidiana, de la capacidad que poseen las lenguas para desarrollar riqueza.

Las actividades económicas e industriales basadas o relacionadas con la lengua (sector editorial, medios de comunicación o programas de aplicación en el mundo informático) suponen innumerables beneficios para unas lenguas y, a la vez, pueden llevar a otras a una situación de dependencia, cuando no de un puro descuido en su uso cotidiano, dada la necesaria premura en la que se desarrollan muchas de estas actividades y la presencia en nuestra aldea global de' lenguas que ejercen una fuerte presión sobre otras subordinadas en el terreno científico o, simplemente, informativo.

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Alvin Toffler ha divulgado la noción, ya común, de que, a medida que se desarrolla la economía, la información gana en significado y peso político, y que la creación de riqueza y poder está cada vez más ligada a los procesos de conocimiento e información. Si este conocimiento y esta información se transmiten únicamente en unas pocas lenguas, las restantes van quedando en una situación en la que cada vez les es más difícil resistir un empuje avasallador.

El sector de las tecnologías de la comunicación es sabido que es el primer negocio del planeta (tan sólo la informática y las telecomunicaciones movilizan 50 billones de pesetas al año, igual al PNB español). Si de la tecnología de la comunicación pasamos a su ejercicio, los medios de comunicación mueven, sólo en España, casi dos billones de pesetas al año, el 3% del PIB; y la industria editorial, 400.000 millones de pesetas, 290.000 millones en nuestro país. No sólo es la comunicación lo que se ha convertido en un colosal negocio; en un mundo integrado, la economía de las lenguas adquiere una importancia creciente: los traductores del mundo facturan 2,5 billones de pesetas anuales, y sólo la enseñanza del inglés a extranjeros reportó al Reino Unido 180.000 millones en el año 1991.

Para el español, las implicaciones del anterior análisis son importantísimas: según la Unesco, en 1989 la lengua española era la cuarta lengua, hablada en el mundo por 311 millones de personas (datos más recientes elevan la cifra a 330), detrás del chino, del inglés y de la familia indostaní. El chino y el indostaní están circunscritos a un territorio, frente al inglés y al español, que son las lenguas más extendidas a través de fronteras y diferencias étnico-culturales; el español ocupa el tercer lugar, tras el francés, como lengua internacional de la cultura, de la política y de la economía.

Es necesario reconocer que la influencia mundial de nuestra lengua se la debemos a Hispanoamérica. Por valores demográficos, el español es una lengua eminentemente americana que aún no tiene la influencia política y económica que le corresponde. Su implantación mundial padece cierto desequilibrio por su escasa presencia en Asia y en el mundo árabe, y la ausencia de una potencia hispánica de rango mundial capaz de alterar la relación de dependencia tecnológica respecto a otras áreas lingüísticas. Ambas causas dificultan la posibilidad de trasladar el peso de los factores demolingüísticos a las relaciones económicas y políticas. Sin embargo, varios autores han señalado que este panorama podía cambiar tras la adhesión de España a la CE, y si, en los próximos decenios, el mundo hispánico cuenta con uno o dos polos económicos de importancia mundial. La relativa subordinación lingüística del mundo hispánico puede además cambiar de signo con una política lingüística común, por ejemplo en la edición científico-técnica y en la informatización del vocabulario de la innovación. Dos factores desempeñan una función de fuerte apoyo al español y refuerzan el interés por su aprendizaje: el prestigio de las literaturas hispanoamericanas y española, "nuestra literatura", como ha escrito A. Alatorre, así como el desarrollo del turismo.

Hoy nadie puede afirmar la orgullosa frase de Sancho: "No entiendo otra lengua que la mía" (Quijote, II, 2), y los datos nos revelan una sorprendente realidad. El informe, dirigido por F. Moreno, para el Instituto Cervantes (junio de 1992), pone de manifiesto que el español es el primero en la enseñanza de una segunda lengua en EE UU y en Europa Oriental, crece espectacularmente en Japón y más lentamente en la Europa comunitaria, por detrás del francés y del alemán. Con todo, lo más relevante de la última década es que la demanda mundial de enseñanza del español se ha duplicado y que el nuestro es un idioma en crecimiento más allá de la demografía.

En la situación antes descrita: influjo de las tecnologías, inversión de modelos lingüísticos,

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La lengua de Cervantes

Viene de la página anteriordimensión económica de las lenguas, situación de debilidad del español en el terreno científico, prestigio de nuestros escritores y fuerte demanda de la enseñanza del español como segunda lengua, se impone una reflexión que nos lleve a tomar las medidas oportunas. No podemos seguir solicitando únicamente la acción del Estado; una política de cuidado constante y de difusión exterior del más noble de nuestros patrimonios debe rebasar la acción del Estado. Debe buscarse el apoyo de toda la sociedad, especialmente del binomio representado por la universidad y la empresa, que se unan a las misiones por las que siempre ha velado, la Real Academia Española.

En el plano territorial se debe responder a la demanda donde surja y debe ser esta respuesta en áreas más desatendidas y de mayor futuro (Asia Oriental y zona del Pacífico) donde se pueden aunar esfuerzos con Hispanoamérica. En el plano funcional deben utilizarse a fondo los medios de comunicación a nuestro alcance y hacer de las llamadas tecnologías de la información tecnologías de la lengua española.

Fray Alonso de Molina meditaba, en el siglo XVI, a propósito de la diversidad de lenguas, y escribía estas palabras: "¿Qué mayor daño puede ser, ni más contra la naturaleza e inclinación de los hombres, que siendo naturalmente, según la sentencia de Aristóteles, amigos de conversación y compañía, les falte el principal medio para la contratación humana que es ser el lenguaje uno? Porque mal se pueden tractar y conversar los que no se entienden". Hagamos votos y unamos nuestros esfuerzos para que, en un futuro no muy lejano, muchos más hablantes puedan "tractar y conversar" en español.

es director del Instituto Cervantes.

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