Leña al 'mono' y en el acto

Los toxicómanos no han de esperar para ser atendidos, pero sí para hospitalizarse

"Hola, quería informarme sobre desintoxicación". "Pues vuelva entre la una y las dos menos cuarto", responde el conserje del centro para drogodependientes de San Blas. La joven vuelve y, para su sorpresa, la atienden en el acto. Podrán ayudarle a pasar el síndrome de abstinencia enseguida. Sólo tendrá que esperar si necesita ingresar en algún hospital, porque sólo hay 16 camas para desintoxicación. Este periódico ha comprobado que, como anunciaron las autoridades, ya no hay listas de espera para la primera atención antidroga. El atasco viene luego.

Prohibido llevar armas, consumir droga...

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"Hola, quería informarme sobre desintoxicación". "Pues vuelva entre la una y las dos menos cuarto", responde el conserje del centro para drogodependientes de San Blas. La joven vuelve y, para su sorpresa, la atienden en el acto. Podrán ayudarle a pasar el síndrome de abstinencia enseguida. Sólo tendrá que esperar si necesita ingresar en algún hospital, porque sólo hay 16 camas para desintoxicación. Este periódico ha comprobado que, como anunciaron las autoridades, ya no hay listas de espera para la primera atención antidroga. El atasco viene luego.

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Prohibido llevar armas, consumir droga o agredir, se lee en la, puerta del despacho. La asistente social, extremadamente amable, da todo tipo de información ante el caso que se le pone delante. No importa que no viva en el barrio. Lo que de verdad importa es que quiera, desengancharse.El paso previo para la desintoxicación es una analítica completa a cargo de la Seguridad Social. Luego, los profesionales del centro se encargan de lo demás: primero, acabar con la adicción física (nueve días); después, atención psicológica (año y medio).

La sala de espera se va llenando. José llega con su madre. "Es él quien ha querido venir. Yo le apoyo y le tengo todo el día ocupado en casa. Antes de venir hemos dejado hecho el puré". José, de 28 años, escucha lejano, sin dejar de fumar ni de mover el pie.

Madre e hijo vienen a diario. Ella hace de acompañante para que él "no se pierda por el cam¡no". No le importa el esfuerzo: cualquier cosa con tal de que el chico deje la droga, una compañía que arrastra "desde hace ocho o nueve años, que yo sepa".

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Matar la ansiedad

José no para de echar humo. Lo mismo hacen otros cuatro adolescentes que llegan con el nervio puesto y la mirada perdida. Uno de ellos añade a la diversión el jugueteo con una pelota de goma: casi todo vale para matar la ansiedad en estos asientos desfondados.

Psicoterapeutas y monitores cruzan por el pasillo. Aquí hay 12, horas diarias de trajín y más de 20 trabajadores. De nueve de: la mañana a nueve de la noche atienden a un centenar de jóvenes.

El perfil del toxicómano que acude al centro de día de San Blas tiene unos 26 años, de los cuales se ha pasado una media de seis enganchado. La adicción más común es siempre a la heroína, pero el 100% de los adictos al caballo son politoxicómanos. Este drogadicto medio pertenece a un estrato social de clase media-baja.

A Cristina Esteban, directora de este centro de San Blas, dependiente de la Comunidad de Madrid y gestionado por una empresa privada, no le ha sorprendido que la consejera de Integración, Elena Vázquez, y la concejal de Servicios Sociales, Ana María García Armendáriz, hayan coincidido en asegurar que ya no existen listas de espera en los centros de atención a drogodependientes (CAD), ya sean regionales -22- o municipales -siete- (véase EL PAÍS del martes).

"En realidad, aquí no ha habido nunca grandes listas de espera; como mucho, una semana", asegura Cristina Esteban. El cuello de botella viene después: "Hay que esperar un máximo de dos meses para ingresar en un hospital, un piso de acogida o una comunidad terapéutica", señalan en Integración Social. No todos los drogadictos necesitan este segundo escalón de atenciones.

En San Blas no pierden la moral por eso. "Si el que viene lo hace motivado, es muy fácil desengancharlo", explica la directora. Luego llega otra tarea aún más difícil: la adecuación a una vida sin droga. La reinserción dura año y medio.

En este tiempo, el drogadicto participa en terapia individual, de grupo y talleres ocupacionales. Según los datos de la directora, sólo el 15% de los toxicómanos que acuden al centro acaba el tratamiento y se rehabilita totalmente. "Es la estadística normal en este tipo de problema", matiza. Además, el problema está alrededor: en las inmediaciones del centro hay abundantes camellos, apunta Esteban. En la droga, lo difícil no es entrar, sino salir.

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