Editorial:

Pacto a rehacer

EL PACTO de Ajuria Enea nació para evitar que ocurriera lo que sucedió la semana pasada en el Parlamento vasco: que una iniciativa del radicalismo proetarra provocase la división de los demócratas vascos. Tras las revelaciones del consejero vasco de Interior sobre los intentos de manipulación de los presos de ETA por parte de algunos abogados, Herri Batasuna planteó ante la Comisión de Derechos Humanos de la Cámara autónoma una serie de proposiciones que culminaban con la petición de que se diera fin a la política de dispersión de los presos y que éstos fueran concentrados en prisiones ...

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EL PACTO de Ajuria Enea nació para evitar que ocurriera lo que sucedió la semana pasada en el Parlamento vasco: que una iniciativa del radicalismo proetarra provocase la división de los demócratas vascos. Tras las revelaciones del consejero vasco de Interior sobre los intentos de manipulación de los presos de ETA por parte de algunos abogados, Herri Batasuna planteó ante la Comisión de Derechos Humanos de la Cámara autónoma una serie de proposiciones que culminaban con la petición de que se diera fin a la política de dispersión de los presos y que éstos fueran concentrados en prisiones del País Vasco. Aceptar eso habría sido prestarse a favorecer los intentos del conglomerado etarra de recuperar el control de las cárceles. Bastaba, pues, con haber votado en contra de la propuesta de HB, cosa que podía haberse hecho con toda autoridad moral, incluso desde la perspectiva de los derechos individuales de los detenidos. Alguien, sin embargo, tuvo la idea, de aprovechar la ocasión para plantear una serie de contrapropuestas que incluían el compromiso institucional de apoyar la reinserción de todos los presos, sin limitación alguna.Fue una torpeza porque se sabía que el Partido Popular acababa de aprobar en su XI congreso un criterio contrario a mantener permanentemente abierta y sin limitación de tipo de delito la vía de la reinserción. Plantear la cuestión en los términos en que lo hicieron el PNY y el PSOE equivalía a forzar el voto negativo del PP, y, por tanto, a romper el consenso sobre esa cuestión recogido en el Pacto de Ajuria Enea. En el documento fundacional de dicho pacto, en enero de 1988, se hace constar expresamente el acatamiento de las "decisiones que respecto a la reinserción adopten las instituciones del Estado competentes". Se trata de una fórmula que, aun siendo genérica -para no atarse las manos-, expresa claramente la voluntad de sometimiento de cualquier medida posible al ordenamiento legal y a las instituciones encargadas de aplicarlo.

En un asunto tan delicado, la prudencia aconsejaba haberse atenido a la fórmula pactada. Al no hacerlo, a sabiendas del riesgo de ruptura del consenso, los firmantes de la propuesta demostraron escasa perspicacia. Ir más allá y atribuir otras intenciones a esos partidos parece exagerado; además, dar pábulo a esa hipótesis, invocando supuestos intereses electoralistas de los socios del Gobierno vasco, en nada favorece la necesaria recuperación del acuerdo.

Actualmente tan sólo el PNV, de entre los partidos nacionalistas, está presente en la mesa de Ajuria Enea. Las dos fracciones en que se dividió Euskadiko Ezkerra han sido excluidas, y el partido de Garaikoetxea, Eusko Alkartasuna (EA), se salió tras sentirse estafado con el acuerdo de la autovía de Leizarán. En la votación parlamentaria del pasado miércoles, por uno u otro motivo, acabaron descolgándose, además de EA, Unidad Alavesa y Euskal Ezkerra. El arguiriento de que entre el PNV y el PSOE representan a la mayoría del electorado resulta pueril. El fundamento del pacto era el consenso: de poco serviría si los principios que proclamaba -negativa a la negociación política y compromiso de no sacar ventajas de los efectos de la violencia- eran aceptados por los partidos del Gobierno, pero no por la oposición; o por los nacionalistas, pero no por el resto; etcétera.

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Por tanto, es el pacto lo que ha sido puesto en peligro. Y como su efecto pacificador es lo único indiscutible de la experiencia política del último lustro en Euskadi, es inevitable hablar de torpeza de los promotores de la, iniciativa sobre la reinserción. Pero no sólo por la forma. Si vamos al fondo, e incluso si aceptamos la lógica peneuvista de que es conveniente una salida que no deje cicatrices incurables, resulta más que dudoso que una reinserción . planteada en los términos de la propuesta votada pueda tener efectos pacificadores; si se está diciendo a los etarras que la liberación de los presos es algo que ya tienen ganado de antemano, se les está invitando a exigir algo más para dejar de matar. Con lo que entraríamos otra vez en la lógica de la violencia.

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