La odisea de sor Margarita

Un hombre dominicano ha vivido como monja durante 22 años

Frank Tavares vivió 22 de sus 36 años una identidad que no le correspondía. Un día no pudo más y, "al borde de la locura", sor Margarita se quitó los hábitos. Atrás dejó una novicia embarazada y ahora se enfrenta al mundo como cree que debe hacerlo, como un hombre. "Ahora soy feliz, me siento libre porque he podido desnudar mi corazón", ha declarado desde Santo Domingo a EL PAÍS.

Frank Tavares, el llamado hombre-monja, ya ha digerido "lo de ser considerado un fenómeno". De hecho siempre lo hizo. Primero, cuando su miembro viril era tan pequeño que ni se lo encontraba. Luego, cu...

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Frank Tavares vivió 22 de sus 36 años una identidad que no le correspondía. Un día no pudo más y, "al borde de la locura", sor Margarita se quitó los hábitos. Atrás dejó una novicia embarazada y ahora se enfrenta al mundo como cree que debe hacerlo, como un hombre. "Ahora soy feliz, me siento libre porque he podido desnudar mi corazón", ha declarado desde Santo Domingo a EL PAÍS.

Frank Tavares, el llamado hombre-monja, ya ha digerido "lo de ser considerado un fenómeno". De hecho siempre lo hizo. Primero, cuando su miembro viril era tan pequeño que ni se lo encontraba. Luego, cuando desarrolló su poderío: "Desde los 13 años he tenido mucho éxito con las mujeres. Ellas me buscaban. Yo no soy homosexual. Ni hablar. Y los que han querido probarme se han llevado una buena respuesta. Me molesta que me falten el respeto", afirma vehemente, aunque su voz suene a mujer.

Cuando Frank tenía cuatro años sufrió un accidente de! tráfico. Él resultó malherido, pero sus padres murieron. Sus abuelos "eran demasiado pobres y no estaban preparados para cuidarme", dice, y unas monjas se hicieron cargo de la criatura, que llegó a ser una más de las habitantes del convento y se identificó "totalmente con la vida dedicada a Dios y a servir a los semejantes".

Frank Tavares semejaba una niña y como tal las monjas le trataron. "Ellas me pusieron el nombre de María Margarita", afirma la antigua religiosa, pero el médico a quien acudió mordido por las dudas le dijo que no era un hermafrodita, que sí era un chico y que no se preocupara, que con la adolescencia la cosa cambiaría.

Aunque la cabeza de Tavares funcionaba en femenino, sus compañeras novicias no tardaron en descubrir lo que de masculino escondía bajo los hábitos, y entre tinieblas hubo sexo. A la luz del confesor no salió, "se lo contábamos directamente a Dios", dice Tavares, aunque las monjas le dijeron un día que aquel merengue con las hermanas no podía seguir y que se buscara otro convento, cosa que él hizo. En el segundo convento siguieron los juegos sexuales y allí, encontró a Silvia, el amor de mi vida".

Para sus amigos y sus dos novias, Tavares es Frank. En su carné de identidad, es María Margarita. "Este nombre es el recordatorio del sufrimiento que tuve que pasar", explica. Y, desde que abandonó la vida conventual en 1982, Tavares no ha dejado de contar su "odisea de ser un hombre en ropas de mujer". Contó su historia en Miami, para la cadena Telemundo, también la ha contado estos días en España a través de Telecinco y Radio Nacional, pero su mayor autoexorcismo es un libro que ha publicado en la República Dominicana, donde es tan popular que no es de extrañar que Juan Luis Guerra le dedicara un merengue.

Bailar merengue hasta el alba en los salsódromos fue una de las muchas cosas que la ex Sor Margarita aprendió nada más salir al panorama seglar. Eso fue fácil, lo duro fue "confiar en la gente y asumir el pasado". Porque, además de la persecución de la familia de sus novicias enamoradas -una de ellas vive con su hijo en Estados Unidos-, Frank-Margarita afirma que sufrió un ataque de amnesia. Fue la medicina el hallazgo de su diario. "Los médicos me recomendaron que lo publicara, y yo no me cansaré de hablar de mi experiencia, porque puede ayudar a los demás", dice Frank, quien da comidas baratas en un pequeño comedor junto a la redacción de El Sol, donde fue corrector y encargado de taller.

"Desde que aprendí a escribir, el lápiz y el papel fueron mi salvación y el diario mi desahogo. Yo me sentía atrapado, aunque estaba rodeado de cariño. Dios siempre me ha ayudado", dice Frank.

En el negocio editorial no ha sido muy afortunado. "El problema de Frank es que es muy confiado y mucha gente ha abusado de él", sostiene Jorge Antón, un psicólogo dominicano de origen asturiano que hace de "agente literario" de Frank. Éste afirma que, a pesar de haberse vendido su libro como rosquillas en la República Dominicana y haber sido carne de prensa sensacionalista, él sólo ha visto "unos pocos pesos".

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