120 países prohiben hoy las armas químicas

Unos 120 países firmarán a partir de hoy en París un tratado que supone la completa desaparición de una categoría de armas de destrucción masiva: las químicas. Un bloque de Estados, los árabes, no suscribirá probablemente el convenio, porque no desea privarse de la posibilidad de disponer de esas armas tan mortíferas mientras Israel posea bombas atómicas. Francia, la anfitriona, ha invitado nada menos que a 187 países, todos los miembros de la ONU, y otros ocho más -Suiza, el Vaticano, Mónaco, K¡ribati, Tuvalu, Nauru, islas Cook y Tonga- a una cita histórica que inagurarán el secretario genera...

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Unos 120 países firmarán a partir de hoy en París un tratado que supone la completa desaparición de una categoría de armas de destrucción masiva: las químicas. Un bloque de Estados, los árabes, no suscribirá probablemente el convenio, porque no desea privarse de la posibilidad de disponer de esas armas tan mortíferas mientras Israel posea bombas atómicas. Francia, la anfitriona, ha invitado nada menos que a 187 países, todos los miembros de la ONU, y otros ocho más -Suiza, el Vaticano, Mónaco, K¡ribati, Tuvalu, Nauru, islas Cook y Tonga- a una cita histórica que inagurarán el secretario general de Naciones Unidas, Butros Gali, y el presidente francés, François Mitterrand.

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Las delegaciones participantes, la mayoría encabezadas por los ministros de Exteriores, se reunirán en la sede parisiense de la Unesco, cuyo director general, el español Federico Mayor Zaragoza, pronunciará también un discurso de bienvenida.Negociado desde hace nueve años en el marco de la Conferencia de Desarme de Ginebra, el Tratado de Armas Químicas (TAQ) prohibe la investigación, producción, almacenamiento y empleo de armamento de esas características. En consecuencia, obliga a destruir las ya existentes en el plazo de diez años a partir de la entrada en vigor del texto, probablemente a principios de 1995. También establece el tratado un régimen estricto de verificación, así como sanciones para los transgresores. El TAQ crea, por último, un inusual mecanismo de asistencia y de protección para cualquier país amenazado por otro Estado con ser agredido con armas químicas.

Dos factores han contribuido a que concluya con éxito la larga negociación: el desmoronamiento del comunismo y las lecciones extraídas por los militares de Estados Unidos de la guerra del golfo Pérsico a principios de 1991. Su adversario, el presidente iraquí, Sadam Husein, amenazó con utilizar armas químicas con las que finalmente no atacó porque los norteamericanos disponían de la tecnología adecuada para aguantar tales embates. Frente a un ejército bien pertrechado, las armas químicas se habían quedado obsoletas.

Seis meses después, el presidente Bush anunciaba que su país renunciaba a conservar un 2% de los arsenales químicos para replicar a eventuales agresiones perpetradas con esas armas. Hoy, el secretario de Estado, Lawrence Eagleburger, será uno de los primeros en firmar el TAQ junto con Andrei Kozyrev su homólogo de Rusia, el único otro país que reconoce oficial mente poseer tales armas.

Desde la desaparición de la Unión Soviética, el número de países en posesión de arma químicas, sin embargo, se ha multiplicado. A las ex repúblicas soviéticas con depósitos militares en su territorio se añaden varios Estados del Tercer Mundo -como Irak y probablemente Libia y Pakistán- y acaso del Primer Mundo. Recaen aún sospechas sobre el anfitrión de la reunión, Francia, que en su día pudo fabricarlas a título experimental.

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Irak es, sin embargo, el único país que ha utilizado mas¡vamente armas químicas después del primer conflicto mundial, en el que los gases hicieron estragos. Lo hizo primero en su guerra contra Irán y después contra los rebeldes kurdos. Junto con los demás Estados árabes, no suscribirá el convenio de prohibición, que sí firmará, en cambio, el jefe de la diplomacia de Israel, Simon Peres. También lo rubricarán los ministros de China, India, África del Sur, etcétera.

Los árabes, en cambio, vinculan su incorporación al TAQ a la adhesión de Israel al Tratado de No Proliferación Nuclear, es decir, a la renuncia al arma atómica por parte del Estado judío, que, según múltiples informes, la posee desde finales de los años sesenta.

Las armas químicas son más fáciles de fabricar que las nucleares. De ahí que hayan sido a veces descritas como "la bomba atómica del pobre".

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