Reportaje:

"¡No les matéis!"

Dos supervivientes revelan como fue la matanza en la embajada española en Monrovia en 1990

"¡No les matéis, por favor, son trabajadores de la embajada, os daré todo lo que pidáis!". Así suplicó Francisco Javier Molins, de unos treinta años y único funcionario español que quedaba en la Embajada de España en Monrovia, la capital liberiana, a los guerrilleros de Charles Taylor que asaltaron el recinto, hace ya más de dos años. Sus gritos no sirvieron de nada. Los guerrilleros violaron a las mujeres, mataron a los refugiados liberianos e incluso, siguiendo ancestrales tradiciones, sellaron su orgía de muerte comiendo parte de las masas cerebrales de sus víctimas.

Según los re...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

"¡No les matéis, por favor, son trabajadores de la embajada, os daré todo lo que pidáis!". Así suplicó Francisco Javier Molins, de unos treinta años y único funcionario español que quedaba en la Embajada de España en Monrovia, la capital liberiana, a los guerrilleros de Charles Taylor que asaltaron el recinto, hace ya más de dos años. Sus gritos no sirvieron de nada. Los guerrilleros violaron a las mujeres, mataron a los refugiados liberianos e incluso, siguiendo ancestrales tradiciones, sellaron su orgía de muerte comiendo parte de las masas cerebrales de sus víctimas.

Más información

Según los relatos de dos supervivientes de la matanza, Molins salió vivo del recinto diplomático. Pero informes de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) norteamericana y de los servicios británicos que han colaborado en las investigaciones del Ministerio de Exteriores español, apuntan a que su vida se apagó en una ejecución sumaria esa misma noche."¡Os daré dinero, todo lo que queráis, pero respetad sus vidas!.", dijo Molins a los guerrilleros liberianos que invadieron la Embajada española en Monrovia, a mediados de septiembre de 1990. No podía hacer más para intentar disuadir a los llamados combatientes por la libertad que habían violado el recinto internacional con el propósito de acabar con la veintena de refugiados de las tribus calificadas como enemigas que se hallaban acogidos en la residencia diplomática.

Se trataba de empleados de la embajada y del consulado español, y, sus familiares. Molins era el único funcionario español que quedaba en el chalé. Todos los demás se habían marchado unos días antes en un convoy organizado por el entonces embajador Manuel de Luna para evacuar a la colonia española en Monrovia. Molins se había ofrecido voluntario para quedarse en aquel infierno sin ley para proteger los refugiados.

Fue un empleado de la vivienda contigua a la embajada española el que abrió la puerta situada en el jardín a los guerrilleros que estaban tomando posiciones en el barrio. La perspectiva de participar en un jugoso saqueo le hizo olvidar la protección recibida en los días en que era el Ejército gubernamental, el que dominaba la zona y arremetía contra su etnia. Así lo aseguran Kramo y Mohamed, dos chóferes de la representación española. Ellos son los dos únicos testigos de la matanza que sobrevivieron a aquella noche. Ambos fueron localizados en el país vecino, Guinea-Conakry, por uno de los empresarios españoles con negocios en Liberia y entrevistados por Bernardino León, enviado del Ministerio de Exteriores español para investigar la desaparición de Molins.

Conocer lo que pasa fuera, es entender lo que pasará dentro, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

Moses, el traidor

"Los guerrilleros pasaron por la parte trasera del jardín. Molins los vio y nos dijo a Mohamed y a mí que Moses, el traidor, les había dejado entrar. Nos pidió que no dijésemos nada a los demás para que no cundiese el pánico. Mientras él intentaba negociar con ellos, nos ocultamos en la casa", explica Kramo en su relato.Desde su escondrijo, los dos supervivientes escucharon los gritos de los guerrilleros para separar a los hombres de las mujeres, entre las que estaban la esposa de Mohamed, una hermana suya y una de sus hijas. "Molins les pedía llorando que respetasen a la gente. Que les daría lo que quisiesen. Les entregó primero 5.000 dólares liberianos, y, como los guerrilleros pedían más, sacó de la caja fuerte de la Embajada, otros 4.000 dólares de EE UU. Les dijo que ya no quedaba nada, más. Fue entonces cuando empezaron los asesinatos", continúa su relato.

Para entonces, Kramo y, Mohamed habían logrado desplazar el cartón que separaba un angosto altillo de uno de los armarios de la residencia. Otro compañero que tampoco había sido descubierto por los asaltantes prefirió esconderse debajo de una cama. Su elección le costó la vida. "Oímos cómo en el patio mataban a tiros a tres de los hombres; luego, los gritos de las mujeres que eran violadas; luego, más tiros; por fin, cómo se llevaban a todo el mundo. fuera, de la Embajada. Nos quedamos ocultos varios días, sin beber ni comer. Los rebeldes no paraban de entrar y salir de la casa para saquear. En una de éstas, descubrieron a John y lo mataron", concluye Kramo.

Su relato y el de Mohamed coinciden en que los guerrilleros obligaron a Molins a seguir al grupo de supervivientes, que, según otras informaciones, fueron ejecutados aquella misma noche. Según fuentes de Exteriores, esta hipótesis había sido barajada desde el principio junto a la de que se hallaba escondido en algún lugar de la selva.

Enterrar los restos

En enero de 1991, aprovechando un momento de calma del conflicto, León viajó a Monrovia junto a un grupo de residentes españoles. "La residencia estaba sembrada de escombros y casquillos de bala. Los restos de los asesinados todavía cubrían el jardín. En el interior, sólo quedaban los papeles desparramados de los archivos", relata Manolo Cuenca, dueño de una compañía de avionetas con base en la capital liberiana. Los visitantes, dirigidos por León, intentaron enterrar los restos humanos. A Vicente Gil, integrante del equipo, se le quedó grabado el llanto de uno de los ayudantes liberianos al reconocer los despojos de un amigo. "Las calaveras habían sido trepanadas en la zona del cerebro de acuerdo con el ritual de la región que aconseja comer al menos un trozo de una parte vital del enemigo para sumar su fuerza y que no pueda vengarse", relata.Según fuentes de la guerrilla liberiana, Molins podría habría sido ejecutado en una laguna situada junto a la pista del aeropuerto Monrovia. Cuando León visitó el lugar, las orillas de la ciénaga rebosaban de restos humanos. Según informaciones que le proporcionaron miembros de la Ecomog, las fuerzas de pacificación desplegadas por la organización de África Central en Liberia, las aguas cubrían unos 4.000 cadáveres. "Los guerrilleros habían obligado a sus condenados a ir entrando en el agua. Estaban atados de dos en dos; cuando el agua les cubría la rodilla les colocaban el arma prácticamente en la sien para ejecutar a la pareja con un solo tiro. A la vista estaban los cadáveres que no habían encontrado espacio suficiente para hundirse en el lodo", explica el diplomático español.

La esperanza acerca de la suerte de Molins volvió a renacer hace un año con la noticia de que no sólo había logrado salvarse, sino que trabajaba como técnico de transmisiones para la guerrilla de Taylor. Fuentes liberianas y norteamericanas, sin embargo, apuntan a que el funcionario español fue asesinado y que el hombre blanco que colabora con los rebeldes es un ciudadano libanés con un cierto parecido con Molins.

Según estas informaciones, los agresores de la Embajada optaron por hacer desaparecer testigos de la tragedia y evitar las iras de Taylor, que había prohibido a sus hombres el saqueo a sedes diplomáticas.

Archivado En