Una sala para las visitas

El término inglés lobby nace sin pecado original: es simplemente el salón donde los miembros de la Cámara de los Comunes y de los Lores, en Londres, recibían la visita de ciudadanos interesados en plantearles sus problemas. Un espacio físico que, en París o en Madrid, equivaldría al llamado salón de los pasos perdidos: una gran antesala en el edificio parlamentario.Pero hacia 1830, casi simultáneamente en Gran Bretaña y en Estados Unidos, lobby comienza a designar la actividad de grupos de presión ante, los parlamentarios; la lengua inglesa asimila rápidamete las denominaciones y...

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El término inglés lobby nace sin pecado original: es simplemente el salón donde los miembros de la Cámara de los Comunes y de los Lores, en Londres, recibían la visita de ciudadanos interesados en plantearles sus problemas. Un espacio físico que, en París o en Madrid, equivaldría al llamado salón de los pasos perdidos: una gran antesala en el edificio parlamentario.Pero hacia 1830, casi simultáneamente en Gran Bretaña y en Estados Unidos, lobby comienza a designar la actividad de grupos de presión ante, los parlamentarios; la lengua inglesa asimila rápidamete las denominaciones y acuña los términos lobbista y hacer lobby.

Hace más de 160 años que en Londres o en Washington son gentes que no se ocultan, que trabajan a la luz del día y se diferencian porque los británicos, como en tantas otras actividades, se rigen exclusivamente por la costumbre, mientras que en Estados Unidos existe desde 1946 una regulación legal y un registro a través de la Federal regulatin of lobbyng Act y de la Foreing agents registration Act. Antiguos ministros, ex parlamentarios, ex funcionarios, antiguos periodistas muy relacionados con el mundo político y, sobre todo, importantes despachos de abogados nutren esta fauna que Europa se resiste a admitir, aunque en Estados Unidos el propio presidente electo, Bill Clinton, ha prometido frenar una actividad que controla buena parte del poder, y logra ingresos multimillonarios.

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