Tribuna:

La cometa

Con hojas de periódicos y unos palitroques en forma de aspa fabricábamos cometas. Los periódicos eran del día. En aquellas páginas que volaban sobre los rebrotes de los limoneros impulsadas por una brisa de abril venían graves noticias de la guerra mundial que en ese tiempo se estaba desarrollando, cuyos lances yo seguía por las fotos de la revista Signal, que a veces caía por casa. Tirada de un hilo sobre un rabo de retales de colores, la cometa se zarandeaba agitando sin duda unos titulares siniestros, penas de muerte ejecutadas, crímenes recientes, colas de racionamientos, el último ...

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Con hojas de periódicos y unos palitroques en forma de aspa fabricábamos cometas. Los periódicos eran del día. En aquellas páginas que volaban sobre los rebrotes de los limoneros impulsadas por una brisa de abril venían graves noticias de la guerra mundial que en ese tiempo se estaba desarrollando, cuyos lances yo seguía por las fotos de la revista Signal, que a veces caía por casa. Tirada de un hilo sobre un rabo de retales de colores, la cometa se zarandeaba agitando sin duda unos titulares siniestros, penas de muerte ejecutadas, crímenes recientes, colas de racionamientos, el último parte de los frentes, y todo volaba por el cielo mediterráneo en la primavera de pascua florida, y abajo, los cruces de caminos entre naranjos olían a pólvora extasiada después de nuestra batallas infantiles que librábamos para conquistar el corazón lleno de lazos de algunas niñas. Muy alta en la pared de esta habitación del sanatorio, la pantalla de televisión semeja una de aquellas cometas de mi infancia, o tal vez una mariposa que puedo dirigir con mando a distancia a modo de hilo invisible. Sus imágenes vuelan sobre mi vientre descerrajado. El mundo tiene así una coherencia absoluta, incluso es muy hermoso cuando se le contempla desde la cama de un hospital con la tripa rota. Ahora es una infinita tarde de domingo. En el fondo del pasillo sale de la habitación de otro enfermo la voz de un transistor que da Carrusel deportivo, y tal vez eso es la eternidad, pero en estos momentos de soledad prefiero que vuelen como mariposas las malas noticias, las tragedias del hambre y de la guerra alrededor de mi propia herida abierta, y para eso me basta con impulsar el hilo de esta cometa pegada a la pared. La pantalla de televisión comienza a zarandearse: se suceden bailes y bombas, gritos de amor y muchas lágrimas, placeres y sangre. Todo posee una belleza y una lógica que subyugan. Sólo falta aquel viento de primavera que hacía levantar las tragedias de otro tiempo sobre los limoneros, esa brisa azul que se fue con nuestra inocencia.

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