EL FUTURO DE EUROPA

La política, pasión francesa

Seis de los 15 libros de no ficción más vendidos llevan la palabra 'Maastricht' en su título

Si hay una pasión francesa que no lleva camino de perecer, ésa es la pasión por la política. Se sabía que los franceses estaban decepcionados de sus líderes políticos tradicionales, de derechas o de izquierdas, pero ahora se descubre que siguen adorando la política. A pocos metros de la llegada a la meta en esa gran carrera de fondo que es la campaña delreferéndum sobre Maastricht, una de las pocas cosas seguras que pueden afirmarse es que el debate ha apasionado a los franceses. También puede garantizarse que la participación será masiva.

"Esto es un hapenning permanente; desde ...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

Si hay una pasión francesa que no lleva camino de perecer, ésa es la pasión por la política. Se sabía que los franceses estaban decepcionados de sus líderes políticos tradicionales, de derechas o de izquierdas, pero ahora se descubre que siguen adorando la política. A pocos metros de la llegada a la meta en esa gran carrera de fondo que es la campaña delreferéndum sobre Maastricht, una de las pocas cosas seguras que pueden afirmarse es que el debate ha apasionado a los franceses. También puede garantizarse que la participación será masiva.

Más información

"Esto es un hapenning permanente; desde 1968 no hablaba tanto de política con mis colegas, mis amigos y mis parientes", afirma, desbordando de contento, Jean-Marie Perret, profesor en Burdeos. "El general De Gaulle tenía razón: nada como un buen referéndum para que los ciudadanos se interesen por la cosa pública", proclama el senador Charles Pasqua. "Saludo el regreso a este país de la verdadera discusión política", dice Bernard Kouchner, ministro de Acción Humanitaria.Aunque su operación de próstata le haya impedido una participación militante en la fase final de la campaña, el principal responsable de todo este alboroto está de acuerdo con tales comentarios entusias tas. "Estamos teniendo una dis cusión formidable", dice François Mitterrand, el francés más adicto a la política que haya existido en mucho tiempo.

El presidente ya ha conseguido el primero de los objetivos que había fijado al referéndum: conseguir que los franceses sepan lo que se juegan. Interrogado por la cadena de televisión TF-1, un campesino del Midi, de unos 70 años bien llevados bajo una gran boina negra, se negó a responder a la pregunta de si iba a votar sí o no. "¿Pero sabe usted lo que se le pide que vote?". "Sí", respondió escuetamente. "¿Conoce el Tratado de Maastriclit?". "Sí". "¿Lo ha leído?". "De punta a cabo".

No todos han tenido esa paciencia, pero no pocos han intentado descifrar el esotérico texto. El Estado francés ha realizado una de las más gigantescas operaciones editoriales de la historia: la publicación de 35 millones de copias del tratado y su envío por correo a todos electores. En un momento dado, según un portavoz del Elíseo, los carteros amenazaron con Una huelga por la sobrecarga de trabajo.

Culto a la letra impresa

Conocer lo que pasa fuera, es entender lo que pasará dentro, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

Francia es un país que sigue consagrando un saludable culto a la letra impresa. Desde que, el pasado 3 de junio, Mitterrand anunciara la convocatoria de la consulta, Ya ha sido publicada una veintena de libros defendiendo o atacando al Tratado de Maastricht. Un ministro socialista, Jean-Louis Bianco, ha escrito Trans-Europe Express, una novela de ficción política en la que la Europa del año 2000, presidida por Felipe González, se ha convertido en una gran potencia. Charles Pasqua y, Philippe Séguin han hecho el Tour de France firmando ejemplares de sus panfletos contra el tratado. ¿Se leen esos textos? Sí, mucho, a tenor de la posición que ocupan en las listas de ventas. De los 15 libros de no ficción más comprados en Francia, seis llevan la palabra "Maastricht" en el título. El mejor colocado es Nuestra Europa sin Maastricht, obra de Philippe de Villiers, el ex seguidor de Valéry Giscard d'Estaing convertido ahora en líder del movimiento Combate por los Valores. Le sigue Por Europa, contra Maastricht, del economista Alain Cotta.

Los libros en contra del tratado se venden mejor que los favorables, y ello porque el verdadero mérito de la extensión del debate sobre Maastricht a cada café, brasserie, centro de trabajo u hogar de Francia se debe a los partidarios del no. Sobre todo, a los que van por libre. Ese heterogéneo grupo de francotiradores que constituyen los gaullistas Séguin y Pasqua, el populista De Villiers y el socialista Jean-Pierre Chévènement ha practicado de modo incansable la vieja acción militante. Han ido por barrios y pueblos, explicando sus razones a todo tipo de auditorios populares. Y el eco de su acción ha sido tal que los francotiradores han arrebatado el protagonismo de la campaña del no a dos grupos tan bien organizados como el partido comúnista y el Frente Nacional.

Haciéndose eco del nombre del movimiento de De Villiers, los paladines del no han habla.do sobre todo de "valores". El pasado sábado, en la parisiense sala Zenith, Séguin, Pasqua y De Villiers repitieron hasta la saciedad el nombre del principal de esos "valores" que ellos creen amenazados por Maastricht: Francia. "Francia tiene una mis¡ ón cultural y espiritual de dimensión internacionál que viene del fondo de los tiempos", dijo De Villiers. "Queremos una Francia hermosa y fuerte", añadió Séguin. "Nunca consentiremos que Francia se convierta en lo que es Tejas en EE UU", remató Pasqua.

Y el público vibró cada vez que se mencionó el nombre de su patria y los valores que los oradores asociaron al mismo: libertad, soberanía y grandeza. Y todo el mundo terminó cantando La marsellesa: "A las armas, ciudadanos, formad losbatallones...". Chévénement también ha insistido en los "valores". Los suyos han sido la república y la justicia social. "Maastricht", ha repetido el exministro socialista, "disuelve las conquistas de la revolución de 1789 en un vaga estructura federalizante e impone un modelo económico y monetario que nos impedirá para siempre hacer una política de izquierdas".

Los franceses estaban hartos de su clase política tradicional porque ya no les hablaba de las cosas que llegan de inmediato al corazón. La ideología del consenso había borrado las diferencias entre derecha e izquierda. Todos los grandes tenores de la ópera política decían lo mismo: lo importante es controlar la inflación y mantener el crecimiento. Y por eso, en las pasadas elecciones regionales, los franceses les dieron un gran coscorrón y auparon a formaciones hasta entonces marginales que proponían otras cosas: la defensa de la patria (el Frente Nacional); la salvación de la naturaleza (los ecologistas).

Si los defensores del sí, aunque favoritos en las vísperas de la llegada a la meta, han hecho una campaña menos brillante, ha sido porque, desoyendo los consejos de su gran campeón, Mitterrand, no han osado vender abiertamente un nuevo gran "valor": Europa.

Siempre es más difícil proponer una nueva mercancía espiritual que hacer el elogio de una vieja. Los franceses han tenido un buen debate político. Nada mejor para acompañar al vino de Burdeos. Bueno, no, existe un tema mejor: el amor.

Archivado En