DESAPARECEN TRES POBLADOS CHABOLISTAS

"Los payos nos quieren sacar los ojos"

"Mira, nos encierran como a las fieras", dice la gitana mayor al llegar la furgoneta al vallado de la Quinta. Para pasar hay que ensefiar a los vigilantes jurados el papel que certifica que su chabola ya no existe. A su vez, los guardas ven entrar furgonetas de tres millones, rugientes motos japonesas con un par de gitanillos encima y algún que otro Mercedes repleto de bártulos. "A saber la cantidad de dinero que tienen. Seguro que han comprado pisos en Madrid. Ayer vino uno a ver la casa al volante de un Audi 200", comenta uno de los vigilantes, el más jovencito. "Y pensar que yo pago 60.000 ...

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"Mira, nos encierran como a las fieras", dice la gitana mayor al llegar la furgoneta al vallado de la Quinta. Para pasar hay que ensefiar a los vigilantes jurados el papel que certifica que su chabola ya no existe. A su vez, los guardas ven entrar furgonetas de tres millones, rugientes motos japonesas con un par de gitanillos encima y algún que otro Mercedes repleto de bártulos. "A saber la cantidad de dinero que tienen. Seguro que han comprado pisos en Madrid. Ayer vino uno a ver la casa al volante de un Audi 200", comenta uno de los vigilantes, el más jovencito. "Y pensar que yo pago 60.000 pesetas de piso en Torrejón... y tengo mujer y dos críos", dice apretando los dientes. "Y además, luego seguro que no pagan ni el alquiler".Al fondo, cuatro chicas del consorcio atienden a los recién llegados. Llevan encima bastante menos oro que las manos que se alargan para pedir las llaves. En esto se fijaba una vecina de la avenida de Aster, que les ha tenido enfrente 12 años. "Ellas tienen hasta las orejas rotas de lo que pesan los pendientes". "Son distintos. Piden desde pequeños porque están acostumbrados a eso y luego tienen unos cochazos. Unas navidades llenaron el poblado de motos", cuenta un hombre mientras la excavadora va comiéndose las chabolas a su paso. Siempre hubo un pacto de no agresión, dicen. "Sólo las ratas, el otro día pillé una de un palmo". "La calle era la frontera", prosigue el hombre, "nosotros, en un lado, y ellos, en el otro".

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De mañana, una gitanilla repeinada de grandes ojos oscuros se movía inquieta, pensando en la mudanza. "¿Te quieres marchar?". Ella miró la chabola de cartón y dijo: "Sí, porque los payos nos quieren sacar los ojos".

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