GUERRA EN LOS BALCANES

De tirador olímpico a especialista en matar

"El día que maté por primera vez a una persona me puse a temblar. Ahora, tras mes y medio haciéndolo, me levanto por las mañanas con la esperanza de que todo sea un mal sueño". Javor Pobric es un hombretón de 38 años y 1,85 de estatura, especialista en sistemas informáticos de la compañía Energoinvest de Sara evo, al que se le humedecen los ojos cuando cuenta cómo la guerra le ha convertido en un especialista en matar.

Hace años, Javor era miembro de la selección yugoslava de tiro olímpico. Ahora forma parte de un equipo de élite de francotiradores que en la primera línea del frente...

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"El día que maté por primera vez a una persona me puse a temblar. Ahora, tras mes y medio haciéndolo, me levanto por las mañanas con la esperanza de que todo sea un mal sueño". Javor Pobric es un hombretón de 38 años y 1,85 de estatura, especialista en sistemas informáticos de la compañía Energoinvest de Sara evo, al que se le humedecen los ojos cuando cuenta cómo la guerra le ha convertido en un especialista en matar.

Hace años, Javor era miembro de la selección yugoslava de tiro olímpico. Ahora forma parte de un equipo de élite de francotiradores que en la primera línea del frente urbano de Sarajevo intenta evitar que los guerrilleros serbios y los miembros del Ejército serbio-federal se muevan con impunidad y comodidad por las zonas que mantienen ocupadas.

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Javor conoce la técnica. "Es la misma que en el tiro deportivo. Establecer el blanco. Parar la respiración en la primera posición del gatillo, pequeñas correcciones y disparo. Nunca pensé que acabaría tirando a seres humanos". "Me enrolé aquel día en que vi en televisión al padre de una niña de tres años muerta de un disparo de francotirador cuando era llevada por él en brazos. Decía que quería tomar un café con el asesino para que le explicara los motivos de su acto. Yo tengo tres hijos, tengo que defenderlos a ellos y a todos los niños. Esos de ahí arriba no son los serbios", decía ayer en el centro de Sarajevo señalando a los montes. "Mi madre es serbia, mi padre musulmán. Somos muchos serbios en mi grupo que lucha por la ciudad y por Bosnia. Ésos son terroristas".

Javor está especialmente deprimido desde que sabe que mató a un joven inocente, un musulmán que, detenido por la guerrilla serbia, fue obligado, con su padre, a saltar el muro del cementerio judío, en aquel momento la línea del frente. El padre logró llegar a salvo a las posiciones bosnias. El hijo se topó con una bala del fusil especial de Javor. "Por allí realizan los terroristas sus incursiones. Hasta que no nos contó el padre lo sucedido, creía haber matado a uno de ellos".

Los equipos de francotiradores son imprescindibles en el frente, y todos los ejércitos del mundo cuentan con ellos, pero Javor no se explica cómo algunos extremistas serbios, en pleno centro de Sarajevo, matan a todo transeúnte civil que se les pone a tiro. "Se trata de hacer invivible la ciudad, de romper nuestra esperanza y encerrarnos en los sótanos". "Puede que me queden menos de dos semanas de vida, pero tengo que seguir combatiendo por esta ciudad".

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Javor no sabe a cuántos ha matado en las seis semanas que lleva actuando. "Normalmente el blanco está en movimiento. La distancia ideal es entre 600 y 800 metros. Después del disparo no se ve ya el blanco, se haya alcanzado o no. No conviene hacer más de dos o tres disparos desde una posición".

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