Los vegetales, frutas y pescados, aptos para prevenir el cáncer

La nueva era del estudio de las vitaminas se inició cuando los epidemiólogos empezaron a darse cuenta de que los japoneses y otros pueblos, que generalmente comían alimentos bajos en grasas y ricos en vitaminas, especialmente vegetales, fruta y algún pescado, solían vivir más tiempo y padecían menos enfermedades crónicas que aquellos cuya ingestión de vegetales se limita a la lechuga que ponen en el cheesburger. Pero hasta hace poco no se habían obtenido evidencias de los beneficios de las vitaminas en la prevención del cáncer.

Aunque hay vitaminas en la carne, productos lácteos y huevo...

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La nueva era del estudio de las vitaminas se inició cuando los epidemiólogos empezaron a darse cuenta de que los japoneses y otros pueblos, que generalmente comían alimentos bajos en grasas y ricos en vitaminas, especialmente vegetales, fruta y algún pescado, solían vivir más tiempo y padecían menos enfermedades crónicas que aquellos cuya ingestión de vegetales se limita a la lechuga que ponen en el cheesburger. Pero hasta hace poco no se habían obtenido evidencias de los beneficios de las vitaminas en la prevención del cáncer.

Aunque hay vitaminas en la carne, productos lácteos y huevos, son especialmente abundantes en los vegetales y frutas. Algunos científicos creen que hay un motivo para que el cuerpo humano sea especialmente dependiente de los compuestos que ofrecen las plantas. Dicen que nuestros antepasados se desarrollaron en gran medida como vegetarianos y que el metabolismo humano evolucionó para aprovechar al máximo las posibilidades nutritivas de lo que entonces era el alimento más fácilmente asequible.Muchos nuevos estudios sobre las vitaminas se iniciaron con evidencias estadísticas de tasas de enfermedad entre diferentes grupos y buscando a continuación una explicación bioquímica de los patrones. La doctora Gladys Block, que trabajó en el Instituto Nacional del Cáncer y ahora en la Universidad de California, en Berkeley, completó recientemente un análisis exhaustivo de 15 estudios epidemiológicos sobre las tasas de cáncer y la ingestión de un nutriente antioxidante: la vitamina C.

Observó en todos los estudios un efecto estadísticamente significativo en la alimentación a base de productos ricos en vitamina C, entre ellos cítricos, melones, tomates y vegetales verdes. Las personas pertenecientes al cuarto superior de ingestión de la vitamina tenían una incidencia de cánceres de esófago y estómago de sólo la mitad o un tercio que los encuadrados en el cuarto inferior. Otros estudios mostraron un riesgo significativamente menor de tumores de páncreas, cuello del útero, pulmones y mamas con la ingestión de grandes cantidades de vitaminas C, E y caroteno beta. Nuevas evidencias bioquímicas sugieren que las vitaminas C y E trabajan para prevenir el cáncer, dice Block.

Acción conjunta

La vitamina C, un compuesto hidrosoluble, se introduce profundamente en la célula, en el citoplasma acuoso, donde realiza su tarea y es rápidamente excretada. Por su parte, la vitamina E, una vitamina liposoluble, se introduce en la membrana lípida que rodea la célula y se queda mucho más tiempo. Recientes experimentos sugieren que las dos vitaminas actúan conjuntamente en el cuerpo intercambiando paquetes químicos y parece que reactivan sus recíprocas capacidades de romper los radicales libres. "Es posible que el cuerpo necesite la protección de ambos tipos de antioxidantes, el acuoso y el lípido", dice Block.En algunos casos, los investigadores están utilizando drogas formuladas con vitaminas sintéticas modificadas no para prevenir el cáncer, sino para combatir un tumor ya en progreso. En mayo del año pasado, algunos médicos informaron que, con una forma sintética del ácido retinoico, más familiarmente conocido como vitamina A, pudieron ayudar a pacientes con un estado de leucemia avanzado a que remitiera el mal, aunque todavía no se ha determinado si esa remisión va a suponer una curación permanente.

En el tubo de ensayo y en experimentos con animales, un análogo de la vitamina D ha resultado efectivo contra cánceres de colon y de mama, pero los médicos todavía no han trasladado los resultados animales a una terapia experimental para humanos. En las vitaminas A y D los nutrientes actúan contra el cáncer forzando a las indómitas células tumorales -semejantes a la rápida proliferación de las células de un embrión-, a dejar de dividirse y convertirlas a un estado de crecimiento estable.

Los recientes descubrimientos han sido posible por disponer de avanzadas técnicas moleculares que pueden identificar receptores celulares específicos destinados a ligarse a las vitaminas y utilizarlas. Otro avance en el campo fue una serie de experimentos en el tubo de ensayo que demostraron cómo algunos nutrientes, los antioxidantes, pueden desactivar los peligrosos radicales libres, sustancias químicamente reactivas producidas por el humo del tabaco, la polución o el metabolismo normal.

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