Cartas al director

Alivio

Me causa un gran alivio leer en EL PAÍS del jueves 27 que el Tribunal Supremo de Irlanda permitía que la niña de 14 años, embarazada tras una violación, pudiera abortar en la vecina Inglaterra. Sin embargo, es evidente que la solución no es ésa. Que el padre de la niña decidiera avisar a las autoridades ha servido para que el rotundo "no al aborto" del referéndum de 1983 se haya desmoronado. Ha sido necesario que salga a la luz pública este desgraciado caso, que ha puesto en serios apuros a la justicia y al Gobierno, para hacer ver al ciudadano irlandés la hipocresía de un sistema que consider...

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Me causa un gran alivio leer en EL PAÍS del jueves 27 que el Tribunal Supremo de Irlanda permitía que la niña de 14 años, embarazada tras una violación, pudiera abortar en la vecina Inglaterra. Sin embargo, es evidente que la solución no es ésa. Que el padre de la niña decidiera avisar a las autoridades ha servido para que el rotundo "no al aborto" del referéndum de 1983 se haya desmoronado. Ha sido necesario que salga a la luz pública este desgraciado caso, que ha puesto en serios apuros a la justicia y al Gobierno, para hacer ver al ciudadano irlandés la hipocresía de un sistema que considera delito (y pecado) el aborto dentro del país, pero que hace la vista gorda cuando éste se realiza fuera de las fronteras. Los irlandeses han abierto los ojos con respecto al Pasa a la página siguiente Viene de la página anterior aborto y han comprobado, quizá con vergüenza, que su "no" de 1983 era el que obligaba a esa pobre niña a ser madre contra su voluntad. Sin embargo, aunque con esa decisión del Supremo se haya pretendido poner un parche, lo cierto es que Irlanda necesita una ley del aborto que contemple, cuando menos, la posibilidad de realizar abortos legales en casos puntuales. La pregunta es si la sociedad irlandesa, que no ha sido capaz de aceptar el divorcio como algo normal y necesario, está capacitada para tomar esa decisión o tendrá que esperar todavía la llegada del nuevo siglo.- Nicolás Díaz-Toledo Delgado.

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