Editorial:

Derecho y razón frente a Sadam

LA CONSTANCIA de Sadam Husein en no aceptar que perdió la guerra con la que los aliados le obligaron a desalojar Kuwait es, sin duda, comprensible. Al fin y al cabo, la aventura por la que fue castigado fue exterior, y en el interior del país no se ha notado realmente cambio alguno: la nación iraquí está tan vencida ahora como antes de la guerra, y el tirano es el mismo. Y sigue dedicado a perseguir a la gente que vive en el territorio: los kurdos en el norte, los shiíes en el sur y los iraquíes en el centro.Pero hace un año, un derrotado Sadam daba la impresión de que cumpliría las obligacion...

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LA CONSTANCIA de Sadam Husein en no aceptar que perdió la guerra con la que los aliados le obligaron a desalojar Kuwait es, sin duda, comprensible. Al fin y al cabo, la aventura por la que fue castigado fue exterior, y en el interior del país no se ha notado realmente cambio alguno: la nación iraquí está tan vencida ahora como antes de la guerra, y el tirano es el mismo. Y sigue dedicado a perseguir a la gente que vive en el territorio: los kurdos en el norte, los shiíes en el sur y los iraquíes en el centro.Pero hace un año, un derrotado Sadam daba la impresión de que cumpliría las obligaciones impuestas por las decisiones del Consejo de Seguridad. Aunque se quejaba de que las sanciones que le imponía la ONU iban a significar más penurias para su pueblo (lo que era totalmente cierto), se mostraba dispuesto a resarcir a sus víctimas de los males con que les había castigado. Además, las misiones de la ONU realizaban una intensa labor para descubrir las plantas susceptibles de fabricar armamento atómico y los misiles Scud, y preparar su destrucción.

Ahora el panorama es completamente distinto. Bagdad ha impuesto un bloqueo comercial a los kurdos, persigue a los shiíes, lleva meses remoloneando y engañando a los equipos de expertos de la ONU y no ha indemnizado realmente a nadie; lo más que ha hecho ha sido devolver algunas propiedades al régimen de Kuwait. Sin embargo, el Consejo de Seguridad, y con él Estados Unidos, tienen la sartén por el mango. En el acuerdo de alto el fuego, Irak se comprometió a reanudar sus exportaciones de crudo en cuanto le fuera posible; los fondos resultantes serían entregados a la organización internacional, que los utilizaría en comprar alimentos y medicinas para los iraquíes, en costear la destrucción del armamento y en reparar los daños causados en el país invadido. Irak se ha negado a hacerlo hasta ahora, con el pretexto de que ello constituiría una dejación de soberanía.

Omite recordar que él se buscó tal capitidisminución y que una situación así es normal para un régimen que transgredió el derecho internacional y que ftie estrepitosamente derrotado.

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En las últimas semanas, la actitud de Irak ha tomado un carácter abiertamente provocador. En el caso de los misiles Scud, quiere conservar unas fábricas a cuya destrucción -ya estaba comprometido. La ONU ha tenido que amenazar con la posibilidad de una nueva acción militar si Sadani no enmienda su actitud. En esta situación, Irak ha anunciado el envío a Nueva York del viceprimer ministro, Tarek Aziz, que deberá explicar la negativa de Bagdad a acatar las órdenes de la ONU. Probablemente se trata de ganar tiempo. Pero al conjunto de las naciones que se agrupan en la mencionada organización, y que tienen en el Consejo de Seguridad su órgano ejecutivo, les asiste el derecho y la razón para hacer cumplir las condiciones cuya aceptación justificó el final de la guerra.

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