Las batallas de Monteclaro

El frente abierto por los rebeldes de Monte Alina en un flanco de Monteclaro es sólo una pequeña escaramuza frente a la batalla que esta urbanización tiene planteada al Ministerio de Obras Públicas y Transportes y a la Comunidad de Madrid por la construcción de una autovía. Una batalla que, de momento, están ganando los vecinos, cuya presión ha conseguido paralizar las obras. En Monte Alina evidian la combatividad de sus enemigos.Los vecinos de Monteclaro presentaron ante la comisión de las Comunidades Europeas una denuncia contra la Administración central española y la Comunidad de MadridÍ po...

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El frente abierto por los rebeldes de Monte Alina en un flanco de Monteclaro es sólo una pequeña escaramuza frente a la batalla que esta urbanización tiene planteada al Ministerio de Obras Públicas y Transportes y a la Comunidad de Madrid por la construcción de una autovía. Una batalla que, de momento, están ganando los vecinos, cuya presión ha conseguido paralizar las obras. En Monte Alina evidian la combatividad de sus enemigos.Los vecinos de Monteclaro presentaron ante la comisión de las Comunidades Europeas una denuncia contra la Administración central española y la Comunidad de MadridÍ por incumplir la normativa sobre estudios de impacto ambiental en las grandes obras públicas. Y también se han querellado ante el Tribunal Supremo contra el ministerio por un presunto delito ecológico. Estiman que la autovía causará unos daños cifrados en 7.625 millones de pesetas, además de partir en dos su urbanización y llenarles de contaminación y ruidos.

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Como alternativa, Monteclaro propone que la autovía de enlace entre la carretera de La Coruña y la M-40 discurra bajo un túnel de 1.800 metros de longitud al llegar a su urbanización. Esta obra costaría 1.400 millones de pesetas. En contrapartida, la misma urbanización se ocuparía de ajardinar la zona. El pasado verano, los vecinos paralizaron las obras. Posteriormente, un juzgado de Majadahonda dejó en suspenso los trabajos ante el recurso planteado por los representantes de Monteclaro. En la actualidad, una larga valla amarilla delimita el punto hasta el que pudieron llegar las excavadoras.

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