Editorial:

La hora americana

ECLIPSADO POR la desintegración de la antigua Unión Soviética y los afanes electorales en Estados Unidos, el conflicto en Oriente Próximo se acerca, al menos en apariencia, a un callejón sin salida. La reanudación, de los contactos entre árabes e israelíes en Washington está en suspenso, y lo más probable es que sólo Israel acuda puntualmente a la cita fijada para mañana, martes. Si año ocurre, no será necesariamente una demostración de la vocación pacifista del Estado judío.La decisión israelí de expulsar a 12 activistas palestinos de Gaza y Cisjordania, en abierta violación de la Conv...

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ECLIPSADO POR la desintegración de la antigua Unión Soviética y los afanes electorales en Estados Unidos, el conflicto en Oriente Próximo se acerca, al menos en apariencia, a un callejón sin salida. La reanudación, de los contactos entre árabes e israelíes en Washington está en suspenso, y lo más probable es que sólo Israel acuda puntualmente a la cita fijada para mañana, martes. Si año ocurre, no será necesariamente una demostración de la vocación pacifista del Estado judío.La decisión israelí de expulsar a 12 activistas palestinos de Gaza y Cisjordania, en abierta violación de la Convención de Ginebra, ha provocado la postergación del viaje de las delegaciones árabes. La comunidad, internacional se ha solidarizado con esa protesta a la vez que ha denunciado las prácticas israelíes en momentos tan cruciales para el histórico proceso iniciado en Madrid.

Las posibilidades de paz en Oriente Próximo se encuentran en un nivel bajo: en octubre, la Conferencia de Madrid creó el mecanismo para negociar una solución al conflicto. En diciembre, árabes e israelíes fueron a Washington, pero una vez allí hablaron de cuestiones formales, sin tocar los temas de fondo. Desafiando el espíritu del proceso de Madrid, Israel se negó a reunirse a solas con los palestinos y, para deleite de Tel Aviv, el Gobierno de Washington se limitó a contemplar desde el palco la esterilidad de ese ejercicio.

Varias cosas han cambiado desde la primera ronda de negociaciones y ninguna inspira optimismo. El gobierno de Israel no sólo se siente más fuerte que nunca, sino que en su actitud desafiante hacia Washington parece haber hallado la fórmula para aglutinar la heterogénea coalición derechista que encabeza Isaac Shamir. En contra de las advertencias de su benefactor norteamericano, Israel sigue construyendo asentamientos en los territorios ocupados, y el Gobierno, no deja pasar oportunidad alguna para insistir en que jamás hará las concesiones que Washington, en coincidencia con el resto del mundo, ve como el único camino hacia una solución en la región: paz por territorios.

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Shamir, está jugando con fuego, pero a menos que Washington demuestre su declarada determinación de promover la paz en la zona, el Gobierno del Likud va a seguir sintiéndose incombustible. Hay un elemento adicional significativo: el Gobierno di Tel Aviv no parece preocupado por la posibilidad de que su conducta determine la suspensión definitiva de las garantías norteamericanas a préstamos por un valor de 10.000 millones de dólares para la asimilación de un millón de emigrantes judíos de la extinta URSS, y ello pese a que fue el principal beneficiario de la ofensiva diplomática de Washington en la ONU, culminada con éxito para liquidar la resolución 3.379, que durante 15 años equiparó el sionismo con el racismo.

Los palestinos ya han comenzado a dar señales de impaciencia ante lo que interpretan como pasividad norteamericana ante la intransigencia de Shamir. Y releyendo los discursos de George Bush y James Baker, están subrayando sus promesas. Estados Unidos, con su apatía, parece dar la razón a los árabes más escépticos., De fuerza motriz del proceso de paz, Washington se está convirtiendo en un lucrativo centro hotelero para sordos, políticos.

Las condenas verbales contra Israel ya no sirven. Los árabes y, en última instancia, el proceso de paz exigen una reafirmación de las intenciones que Washington declaró al promover y patrocinar su proyecto diplomático más ambicioso en Oriente Próximo. El proceso de Madrid ha entrado en una zona de arenas movedizas. Nadie habla todavía abiertamente de crisis, pero salvo que Washington demuestre que su histórica generosidad hacia el Estado judío depende de la conducta de Shamir, no quedarán argumentos para rebatir a aquellos que comienzan a escribir el epitafio de un plan que sigue inmóvil en el papel.

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