Editorial:

Cuestiones formales

CUANDO ESTADOS Unidos y Vietnam iniciaron las conversaciones de paz en París en 1973, el proceso quedó estancado durante meses por un desacuerdo sobre la forma que debía tener la mesa de negociaciones. La firma de la paz se retrasó varios años. Algo similar a lo que inicialmente paralizó los esfuerzos de Henry Kissinger está ocurriendo en Washington, donde James Baker ha sido, y es, testigo de lo peligrosamente inflexibles que son las posiciones de árabes e israelíes.En París, EE UU era parte involucrada. En el proceso que se inició en Madrid, es el motor de la más ambiciosa empresa diplomátic...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

CUANDO ESTADOS Unidos y Vietnam iniciaron las conversaciones de paz en París en 1973, el proceso quedó estancado durante meses por un desacuerdo sobre la forma que debía tener la mesa de negociaciones. La firma de la paz se retrasó varios años. Algo similar a lo que inicialmente paralizó los esfuerzos de Henry Kissinger está ocurriendo en Washington, donde James Baker ha sido, y es, testigo de lo peligrosamente inflexibles que son las posiciones de árabes e israelíes.En París, EE UU era parte involucrada. En el proceso que se inició en Madrid, es el motor de la más ambiciosa empresa diplomática norteamericana en Oriente Próximo. El éxito de este empeño reafirmaría la ya asumida función hegemónica internacional del Gobierno norteamericano. La historia recuerda el crucial papel del demócrata Jimmy Carter en la firma de los acuerdos de Camp David en 1979. Hoy, el republicano George Bush, el arquitecto de un nuevo orden mundial, necesita un éxito inmediato que consolide su reelección presidencial el próximo año.

Tal vez sean los palestinos quienes distingan con mayor claridad la urgencia de conseguir en Washington, al menos, una solución transitoria pero justa, una fórmula capaz de colmar sus mínimas aspiraciones nacionalistas. Ello explicaría la paciencia de la delegación palestina en la segunda fase del proceso, en la que desde el martes pasado se discute infructuosamente en los pasillos del Departamento de Estado norteamericano un aspecto aparentemente técnico, pero que engloba la esencia misma de la estrategia palestina: dialogar con Israel en una sala separada y en igualdad de condiciones, no como un subcomité de la delegación jordana.

Para Israel esto entraña un inaceptable reconocimiento de los palestinos como nación, algo que está en la base misma de las más dispares tácticas del movimiento palestino. Para éstos, el que sus interlocutores judíos se nieguen a aceptar la disparidad de problemas y prioridades de los delegados jordanos y palestinos puede llegar a justificar el abandono de las negociaciones. Explican y recuerdan insistentemente que Jordania no está bajo la ocupación israelí, a diferencia de lo que ocurre con Gaza y Cisjordania.

Haz que tu opinión importe, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

Los sirios, por su parte, están hablando directamente con los israelíes, si bien es cierto que no se espera ningún acuerdo entre quienes exigen la devolución de los altos del Golán y un Gobierno que no se cansa de repetir que jamás cederá un centímetro de territorio capturado por la fuerza.

Algo que parece inevitablemente destinado a complicar aún más las cosas y que puede poner el proceso al borde del precipicio es la actitud israelí. La ocupación de casas árabes por colonos judíos en el distrito de Saluán, en Jerusalén, más que una nueva afrenta a los palestinos, es una provocación que parece potenciar la indignación árabe y su consiguiente retirada de Washington. Como los norteamericanos y vietnamitas en el París de 1973, los palestinos e israelíes todavía discuten la forma del mobiliario en un ejercicio que, de momento, mantiene con vida el hecho mismo de las negociaciones.

Archivado En