Absueltos siete militares que se habían confesado autores del asesinato de jesuitas en El Salvador

El jurado del tribunal de conciencia encargado de juzgar a los acusados del llamado caso de los jesuitas, la matanza en San Salvador de seis sacerdotes dos mujeres de servicio de la Universidad Centroamericana (UCA) en noviembre de 1989, emitió la noche del sábado (madrugada del domingo en España) un veredicto desconcertante. El coronel, Guillermo Benavides, de 46 años, fue considerado culpable de los ocho asesinatos, aunque era el único que no había confesado su participación en la matanza y no estuvo en la UCA. El teniente Yusshi Mendoza, de 27 años, fue acusado de matar a Celina Ramos, la h...

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El jurado del tribunal de conciencia encargado de juzgar a los acusados del llamado caso de los jesuitas, la matanza en San Salvador de seis sacerdotes dos mujeres de servicio de la Universidad Centroamericana (UCA) en noviembre de 1989, emitió la noche del sábado (madrugada del domingo en España) un veredicto desconcertante. El coronel, Guillermo Benavides, de 46 años, fue considerado culpable de los ocho asesinatos, aunque era el único que no había confesado su participación en la matanza y no estuvo en la UCA. El teniente Yusshi Mendoza, de 27 años, fue acusado de matar a Celina Ramos, la hija de 15 años de la cocinera también asesinada.

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Los siete acusados restantes -entre ellos uno que se encuentra prófugo- quedaron absueltos, aunque varios de ellos habían confesado en declaración extrajudicial haber sido los autores materiales de los ocho asesinatos. El juez de la causa, Ricardo Zamora, tiene ahora hasta 30 días para emitir la sentencia, que para el coronel Benavides será de 30 años de cárcel y para el teniente Mendoza puede oscilar entre 20 y 30 años. Lo menos que se puede decir del veredicto de los cinco jurados es que parece no tener ni pies ni cabeza.Cuando el juez terminó de leer las respuestas del jurado a las 80 preguntas planteadas sobre la participación de cada uno de los acusados en cada uno de los asesinatos, una perplejidad absoluta recorrió el recinto habilitado para el juicio en el edificio de la Corte Suprema de El Salvador. Ni los jesuitas allí presentes, ni acusadores, ni abogados defensores, ni observadores internacionales, ni periodistas, ni los familiares de los acusados conseguían entender y explicar con un mínimo de coherencia el veredicto de los cinco jurados que durante tres días, con sesiones maratonianas de unas 12 horas diarias, habían formado el llamado tribunal de conciencia.

Los comentarios de los estupefactos espectadores eran: "Esto es puro surrealismo",

esto es Macondo" [en referencia a Cien Años de Soledad de Gabriel García Márquez], "alucinante", "esto es una república bananera".

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[El ministro español de Exteriores, Francisco Fernández Ordóñez, comentó ayer a la cadena SER que "aparentemente, la sentencia se queda corta". No obstante, prefirió no valorarla hasta no recibir el informe de los observadores españoles en el juicio.]

La explicación quedará en las tinieblas. El llamado tribunal de conciencia estaba formado por tres hombres y dos mujeres, de los que se ignora casi todo. Por motivos de seguridad, para evitar que sean objeto de represalias, los jurados siguieron el juicio detrás de una mampara de madera plastificada de unos tres metros de altura. Durante unas cinco horas, el jurado deliberó a puerta cerrada hasta dar a conocer el veredicto.

El oficial de mayor rango

El mecanismo de decisión de los cinco jurados, consistía en responder 80 veces a la pregunta: "¿Tiene el jurado la íntima convicción de que el acusado X es culpable del asesinato de Y?". Los cinco jurados votaban en secreto en una urna y la decisión se tomaba por simple mayoría, según la convicción de cada uno sobre la culpabilidad o la inocencia de los imputados.

Parece como si el jurado hubiese querido castigar como únicos culpables al o5cial de mayor rango, el coronel Benavides, por haber dado las órdenes de asesinar a los jesuitas de la UCA, y al teniente Mendoza, que mandaba' la unidad que intervino en la matanza. Esto no explica por qué el jurado absolvió de todos los cargos al otro teniente, Ricardo Espinoza. Tampoco se explica por qué Mendoza fue considerado culpable solamente del asesinato de la chica de 15 años e inocente del de la madre, cuando las dos mujeres cayeron juntas abatidas por las balas. Entre bastidores se llegó a manejar la hipótesis de que el voto que condenó al teniente por el único asesinato de la muchacha pudiera deberse a un error al introducir la papeleta en la urna de votación.

La casi totalidad de los acusados formaban parte del batallón de élite antisubversivo Atlacatl y habían realizado cursos de formación en Estados Unidos o dirigidos por militares norteamericanos. Benavides era director de la escuela militar durante la ofensiva guerrillera del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) en los días de la matanza y estaba encargado del control de la zona de la UCA. El teniente Mendoza no pertenecía al batallón Atlacatl y quedó asignado a la misión de eliminar a los Jesuitas por orden de Benavides, aunque su participación material no fue aclarada.

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