Editorial:

Rehenes liberados

LA LIBERACIÓN de dos rehenes, un británico y un norteamericano, por la Organización de la Justicia Revolucionaria -una de las ramas de Hezbolá, el Partido de Dios, principal grupo fundamentalista proiraní-, ha despertado enormes esperanzas de que sea posible poner fin, en breve plazo, al cautiverio que sufren otros 10 rehenes (dos alemanes, dos británicos, cinco norteamericanos y un italiano) en condiciones semejantes a las de los liberados. No obstante, el problema de los rehenes se encuadra hoy en un complejo juego diplomático de resultado incierto, agudizado en estos momentos por las tensio...

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LA LIBERACIÓN de dos rehenes, un británico y un norteamericano, por la Organización de la Justicia Revolucionaria -una de las ramas de Hezbolá, el Partido de Dios, principal grupo fundamentalista proiraní-, ha despertado enormes esperanzas de que sea posible poner fin, en breve plazo, al cautiverio que sufren otros 10 rehenes (dos alemanes, dos británicos, cinco norteamericanos y un italiano) en condiciones semejantes a las de los liberados. No obstante, el problema de los rehenes se encuadra hoy en un complejo juego diplomático de resultado incierto, agudizado en estos momentos por las tensiones generadas por la preparación de la conferencia sobre Oriente Próximo propugnada por el presidente Bush.En términos generales, ni Sirla ni Irán, protectores en etapas anteriores de acciones terroristas, incluido el secuestro de rehenes, tienen interés en que prosigan hoy métodos de este género. Siria, que ha obtenido la aprobación de hecho de la comunidad internacional al protectorado que ha establecido sobre Líbano, necesita demostrar que en este país reina la ley y el orden; que ya no es un territorio abierto a crímenes de todo género, como la toma de rehenes, para presl onar sobre los Gobiernos occidentales. El caso de Irán es más complejo: si el presidente Rafsanyani, que quiere acercarse a Occidente con una política realista, desea alejarse de las redes terroristas tejidas en la etapa de Jomeini, existe un grupo duro en el propio Estado iraní que persiste en la vieja política. Ello explica el reciente asesinato en París del antiguo primer ministro iraní Bajtiar. Y asimismo, el breve secuestro en Beirut del francés Jeróme Leyraud por un grupo que, tras amenazar con matarle si se producían nuevas liberaciones de rehenes, le puso en libertad el domingo.

Este caso de Leyraud es particularmente ilustrativo: por un lado, es una prueba palpable de las pugnas entre grupos islámicos. Pero llama particularmente la atención su rapidísima liberación, gracias a una movilización total de tropas y policía sirias y libanesas. Hecho que pone de relieve un dato esencial: cuando Siria ha querido -en este caso liberar a Leyraud era necesario para su política-, el rehén ha sido liberado en un plazo de horas. Ello explica que George Bush haya dado las gracias a Sirla e Irán por la libertad de dos rehenes; pero indica a la vez la evidente responsabilidad de esos dos países en las iniciativas de secuestrarlos y, en todo caso, en el hecho de la permanencia en cautiverio de los otros 10.

De cualquier manera, la fase actual de la batalla diplomática se plantea grosso modo en los términos siguientes: la Yihad Islámica, en carta al secretario general de la ONU, ofrece la libertad de los rehenes restantes a cambio de que sean liberados los árabes encarcelados por Israel y por los países europeos. La demanda parece justificada en los casos de libaneses y palestinos detenidos por Israel sin juicio legal, como el del cheik Karim Obeid, secuestrado en su casa, en Líbano, en julio de 1989. Pero el Gobierno de Shamir, que quiere rodear de dureza su aceptación de la conferencia propuesta por EE UU, condiciona cualquier liberación al caso de siete de sus soldados, presos o muertos en Líbano. La negociación se ha iniciado en Ginebra, donde Pérez de Cuéllar recibió ayer al enviado israelí Uri Lubrani. La posibilidad de un acuerdo depende de que, por una y otra parte, haya voluntad de rebajar las exigencias iniciales. Las declaraciones del presidente Bush pidiendo que "todos los países" liberen a "todos los detenidos" sin causa judicial significa una fuerte presión para hacer comprender a Israel que, si no se muestra flexible, provocará una profunda decepción en la opinión occidental.

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No se puede descartar que el surgimiento, precisamente ahora, del tema de los rehenes sea una iraciativa de Siria para prestigiar su "respetabilidad" con vistas a la conferencia. Y al mismo tiempo para colocar en mala posición a Israel si éste no se decide a soltar prenda en el tema de los encarcelados árabes. Pero incluso si tal interpretación es cierta, la peor respuesta de Israel sería dar muestras de intransigencia.

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