Editorial:

Congreso sandinista

EL FRENTE Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) acaba de celebrar en Managua su primer congreso, y en él se ha autodefinido como "partido revolucionario democrático y antiimperialista que defiende los intereses de los trabajadores". El hecho de que un movimiento nacido en 1961 celebre ahora su primer congreso indica que el sandinismo ha sufrido una profunda transformación después de su derrota electoral en febrero de 1990, que le obligó a abandonar el poder y a convertirse en un partido de oposición dentro de un sistema parlamentarlo. Nacido como movimiento guerrillero, el FSLN derribó la ...

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EL FRENTE Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) acaba de celebrar en Managua su primer congreso, y en él se ha autodefinido como "partido revolucionario democrático y antiimperialista que defiende los intereses de los trabajadores". El hecho de que un movimiento nacido en 1961 celebre ahora su primer congreso indica que el sandinismo ha sufrido una profunda transformación después de su derrota electoral en febrero de 1990, que le obligó a abandonar el poder y a convertirse en un partido de oposición dentro de un sistema parlamentarlo. Nacido como movimiento guerrillero, el FSLN derribó la dictadura fascista de Somoza en 1979 y tomó el poder. En su etapa de gobierno hay que distinguir dos fases: en la primera rompió con las fuerzas burguesas que se: habían opuesto a Somoza e intentó llevar a cabo una revolución socialista, sin duda con rasgos originales, pero con fuerte influencia del modelo cubano. En la segunda mitad (le los años ochenta, condicionado por la presión internacional, el sandinismo) aceptó progresivamente el juego democrático y otorgó libertades efectivas a la oposición. En 1990 fue derrotado en las urnas y fue elegida Violeta Chamorro como presidenta, con el apoyo de EE UU.

Desde entonces, el FSLN -que dio ejemplo de cómo se traspasa el poder- se enfrenta con una situación nueva. La celebración del congreso se realiza cuando es objeto de fuertes críticas de sus adversarios, cuando en sus filas se perfilan varias corrientes y cuando aparecen dudas sobre el acierto de la trayectoria seguida. Por eso el objetivo central del congreso ha sido conservar la unidad a costa de un cierto inmovilismo y del nombramiento indirecto de la dirección: se hizo por consenso antes del congreso, sobre la base de reelegir a los mismos dirigentes, agregando a Sergio Ramírez -ex vicepresidente de la República- y a René Núñez, secretario del FSLN.

A pesar del esfuerzo por presentar una imagen de unidad monolítica, los debates del congreso reflejaron actitudes heterogéneas. La mayor parte de la dirección se mostró preocupada por explicar el pasado, culpabilizando de los errores a EE UU y muy especialmente a su presidente Reagan ese ambiente fue interesante la presencia en el congreso de Humberto Ortega, el cual sigue siendo ministro de la Guerra en el Gobierno de Violeta Chamorro. No se trata de una "participación ministerial" del FSLN, sino de una situación excepcional debida al carácter del actual Ejército, formado por los sandinistas. Humberto Ortega insistió en la necesidad de abordar los tiempos nuevos superando dogmas y principios del pasado. Otro hecho significativo es que le acompañó Antonio Lacayo, ministro, de la Presidencia y hombre de máxima confianza de Violeta Chamorro, el cual destacó ante el congreso la importancia de la unida el nacional para resolver los problemas de Nicaragua.

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Los diversos talantes que anidan en el sandinismo también se reflejan en el plano internacional. Mientras un sector quiere reforzar los lazos con la Internacional Socialista (IS), otro propugna un frente de los partidos de izquierda del Tercer Mundo. El delegado del Partido Socialista Francés pidió que la IS sea más receptiva a las nuevas fuerzas políticas que surgen en América Latina. Por otra parte, Elena Flores -delegada del PSOE- se retiró del congreso como protesta por la presencia de Herri Batasuna (H[B). En un congreso donde había participantes extranjeros de muchas, tendencias -hasta de ultraderechista ARENA de El Salvador- no parece muy justificada la actitud de la española. La denuncia de la complicidad de HB con el terrorismo exige capacidad de convicción, no gestos arrogantes.

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