Editorial:

Moderación de los precios

LA VARIACIÓN negativa del índice de precios al consumo (IPC) durante el mes de febrero es un dato favorable en la evolución de uno de los más importantes desequilibrios que presenta la economía española. El 0, 1 % de descenso en ese mes sitúa la correspondiente tasa interanual en un 5,9%, significativamente inferior a la del cierre del pasado año, del 6,5%. La composición de ese índice no permite, sin embargo, un optimismo rotundo acerca de su evolución futura. A la importante contribución en el descenso de los componentes alimenticios( - 2,5%) y la igualmente favorable evolución de los precio...

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LA VARIACIÓN negativa del índice de precios al consumo (IPC) durante el mes de febrero es un dato favorable en la evolución de uno de los más importantes desequilibrios que presenta la economía española. El 0, 1 % de descenso en ese mes sitúa la correspondiente tasa interanual en un 5,9%, significativamente inferior a la del cierre del pasado año, del 6,5%. La composición de ese índice no permite, sin embargo, un optimismo rotundo acerca de su evolución futura. A la importante contribución en el descenso de los componentes alimenticios( - 2,5%) y la igualmente favorable evolución de los precios de bienes industriales (un descenso de un 0,4%), hay que añadir la ya tradicional resistencia de los servicios a hacer lo propio. El incremento, en febrero, de un 1% en esos precios sitúa la correspondiente tasa interanual del capítulo en un 9,35%, ilustrando, un mes más, la relación existente entre la variación de los precios y el grado de competencia exterior del sector correspondiente. Sin duda los más importantes factores determinantes de la inflación española son el grado de apertura sectorial a la competencia exterior y las deficiencias estructurales en algunos sectores. Factores que aumentarán en el futuro su negativa influencia.

El foco de atención se centra ahora en las posibles respuestas de la política económica a esa contención de la inflación. La evidente desaceleración, desde el pasado verano, en el ritmo de crecimiento de nuestra economía, y más concretamente los signos de disminución de la inversión, acentuaron la necesidad de modificar el carácter restrictivo de la política monetaria, prácticamente la única herramienta disponible por el Gobierno. El registro de una inflación mensual elevada -también medida por el IPC- en el pasado mes de enero y las negociaciones salariales en curso impusieron la cautela en la necesaria reducción del precio del dinero. La prudente actitud del Banco de España por la que mantiene el tipo marginal de la subasta decenal de descuento de certificados del Banco de España en el 14,5% es de todo punto razonable, y es de esperar que lo siga siendo, propiciando la gradual adecuación al comportamiento de ese indicador en meses sucesivos. Ello ha de ser así en la medida en que la denominada inflación subyacente (excluidos los alimentos sin elaborar y la energía) ha registrado un ascenso en ese mes de febrero del 0,6%, lo que sitúa la correspondiente tasa interanual en el preocupante 6,4%, superior a la de diciembre pasado (6,1 %).

Las citadas cautelas no han de ser sinónimo, sin embargo, de inflexibilidad en las actuaciones de las autoridades monetarias. La bajada -horas antes de que se divulgara el IPC- del tipo de interés marginal en la subasta de letras del Tesoro a un año, desde el 13,999% al 13,231%, puede anticipar próximos descensos en los tipos de referencia del Banco de España. A ello habrá de contribuir la, hasta ahora, escasa reacción del tipo de cambio de la peseta (la moneda más apreciada en el seno del Sistema Monetario Europeo) factor, en cierta medida, de perturbación para su estabilidad futura. La relajada dirección que previsiblemente seguirán manteniendo las Políticas monetarias de la mayoría de los países europeos constituye un estímulo para que las decisiones españolas actúen en esa línea de prudente recuperación inversora en nuestro país, sin menoscabo de la prioridad antiinflacionista hasta ahora mantenida.

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