Tribuna:GUERRA EN ORIENTE PRÓXIMO

No más Vietnams

Stormy Schwarkopf, El Oso, el comandante en jefe de las tropas norteamericanas en el Golfo, sabe que la fuerza le acompaña. Todo para él es una cuestión, de tiempo, algo que, de momento, los políticos le conceden. Lo que no le permiten es sufrir muchas bajas. Pero que el tiempo esté del lado de la coalición antiraquí está por ver. Militarmente no hay duda, Irak es un país cercado que no puede resistir indefinidamente el castigo aliado. Sin embargo, la baza política de Sadam, el sentimiento panárabe y' religioso, no hace sino aumentar con cada día de guerra, forzando incluso posiciones de Gobie...

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Stormy Schwarkopf, El Oso, el comandante en jefe de las tropas norteamericanas en el Golfo, sabe que la fuerza le acompaña. Todo para él es una cuestión, de tiempo, algo que, de momento, los políticos le conceden. Lo que no le permiten es sufrir muchas bajas. Pero que el tiempo esté del lado de la coalición antiraquí está por ver. Militarmente no hay duda, Irak es un país cercado que no puede resistir indefinidamente el castigo aliado. Sin embargo, la baza política de Sadam, el sentimiento panárabe y' religioso, no hace sino aumentar con cada día de guerra, forzando incluso posiciones de Gobiernos que empiezan a tomar distancias de los occidentales. La reciente huelga general marroquí es un buen ejemplo. Es más, el paso de los días que no traen la victoria también afecta al estado de la opinión pública occidental, cada vez más desconcertada y vacilante. Para que no se repita un nuevo Vietnam, la única alternativa es expandir el conflicto.Desde los primeros momentos, Estados Unidos ha puesto en práctica una estrategia de limitación. Por un lado se ha intentado limitar al máximo los daños civiles e industriales de los bombardeos. Una cuidada selección de blancos, el uso de equipos muy modernos y tácticas arriesgadas lo han permitido. Por otro, se ha buscado reducir al máximo las bajas propias. Con el uso intensivo de la aviación y el retraso de las operaciones terrestres también parece haberse conseguido. Lo que no se ha conseguido es asestar ningún golpe decisivo que someta la voluntad de Sadam.

Para acortar la guerra y finalizarla en términos favorables, las fuerzas multinacionales deberían revisar su estrategia. En primer lugar, pasar de golpes selectivos contra algunos centros militares iraquíes a su completa destrucción. Se han eliminado aquellas cosas que nadie quiere que ningún futuro Gobierno iraquí posea: armas nucleares, bacteriológicas y químicas. Pero se ha respetado gran parte del potencial militar bajo la idea de que nadie quiere destruir totalmente la fuerza de Badgad. Ha llegado el momento de pensar que es necesario eliminar el grueso de su fuerza.

En segundo lugar, habría que bombardear masivamente las posiciones defensivas iraquíes hasta que se rindan o queden eliminadas. Confiar todavía en que el asedio al que se ven relativamente sometidas es suficiente para desmoralizarlas significa subestimar el aguante de muchos de los soldados.

En tercer lugar, convendría estudiar la posibilidad de atacar algunos centros industriales que mermaran efectivamente la capacidad de resistencia de la sociedad iraquí. No basta con disponer de todos los medios para garantizar la victoria. Tiene que hacerse rápido. Y en casi todos los casos, en la guerra como en la montaña, sólo la escalada sirve para alcanzar la cumbre.

Rafael L. Bardají es director del Grupo de Estudios Estratégicos.

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