Cartas al director

Mejorar el nivel del profesorado

Soy profesora de instituto. Durante el curso 89-90 el Ministerio de Educación y Ciencia (MEC) me concedió una licencia por estudios para finalizar mi tesis doctoral, lo que en dinero supone una paga sin complementos y con los mismos descuentos. Ante tanta miseria, el generoso ministerio prevé la concesión de unas ayudas económicas. En agosto me comunicaron que me habían concedido tal ayuda; en noviembre, su cuantía; a finales de diciembre me informaron verbalmente que cobraría no se sabe qué mes del año 91.Sólo me queda preguntarme: ¿esto es una ayuda o una burla? Y añadir que tiene suerte el ...

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Soy profesora de instituto. Durante el curso 89-90 el Ministerio de Educación y Ciencia (MEC) me concedió una licencia por estudios para finalizar mi tesis doctoral, lo que en dinero supone una paga sin complementos y con los mismos descuentos. Ante tanta miseria, el generoso ministerio prevé la concesión de unas ayudas económicas. En agosto me comunicaron que me habían concedido tal ayuda; en noviembre, su cuantía; a finales de diciembre me informaron verbalmente que cobraría no se sabe qué mes del año 91.Sólo me queda preguntarme: ¿esto es una ayuda o una burla? Y añadir que tiene suerte el MEC de que los profesores procuremos trabajar y estudiar a pesar suyo. Con tales incentivos, resulta milagroso que todavía hagamos algo por perfeccionarnos- Ana R. Domínguez.

En un momento en que en las diferentes universidades españolas se registra una oleada de críticas al Ministerio de Educación y Ciencia con motivo de la reciente evaluación de la actividad investigadora del profesorado universitario, nos consideramos en el deber moral de romper una lanza en defensa de los planteamientos que llevaron al MEC a establecer la citada evaluación como requisito para la percepción de un incentivo económico, así como de la indudable buena voluntad de las personas que han realizado la evaluación.

Todos los profesores universitarios éramos conscientes, tan pronto como se anunció el proceso de evaluación, de las dificultades que suponía. Y no puede sorprendernos, por tanto, que se hayan producido errores y agravios comparativos, sobre todo si se tiene en cuenta que estaban siendo analizadas, por comisiones diferentes, actividades en áreas muy dispares. Pero esos errores, que pueden subsanarse en virtud de los recursos que se presenten, no pueden servir de base para descalificar un proceso que tiene ya tradición en otros países y que es la primera vez que se realiza en el nuestro.

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El descontento con el resultado de las evaluaciones que se ha producido se debe sin duda a la creencia generalizada de que iba a ser el habitual café para todos porque se trataba de una subida de sueldos encubierta. Ciertamente, el poder adquisitivo de los profesores universitarios ha sufrido en los últimos años un fuerte deterioro en comparación con el de funcionarios de similar categoría de otros ministerios, y la subida de sueldos estaría más que justi icada. Pero el real decreto y la orden ministerial que regulaban la retribución por la labor investigadora no dejaban lugar al equívoco.

Independientemente del mayor o menor acierto de las comisiones que han juzgado la labor de los investigadores, el proceso evaluador ha tenido la virtud de hacer, por primera vez en nuestra historia, un análisis de la investigación que se realiza en España y una comparación con la que se lleva a cabo en los países más desarrollados. Y esto, aunque al principio resulte doloroso para algunos de nosotros, servirá de acicate y beneficiará a la larga a todos los investigadores, y, en definitiva, a la universidad española.- Domingo González y ocho firmas más. Zaragoza.

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