Tribuna:

Nueva crisis del Golfo

La ocupación y posterior anexión del Estado de Kuwait por la República de Irak ha colocado al mundo en la situación más tensa que ha conocido en los últimos tiempos.También ha dado lugar a la más firme reacción internacional que se recuerda desde el bloqueo a la Rodesia de lan Smith. Esta reacción se ha manifestado en el embargo comercial, global y obligatorio, establecido por la Resolución 661 del CSNU y en las medidas adoptadas por la CE en la reunión que, en el marco de la cooperación política, se celebró en Roma el pasado día 4 y donde los Doce acordaron la congelación de activos kuwaitíes...

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La ocupación y posterior anexión del Estado de Kuwait por la República de Irak ha colocado al mundo en la situación más tensa que ha conocido en los últimos tiempos.También ha dado lugar a la más firme reacción internacional que se recuerda desde el bloqueo a la Rodesia de lan Smith. Esta reacción se ha manifestado en el embargo comercial, global y obligatorio, establecido por la Resolución 661 del CSNU y en las medidas adoptadas por la CE en la reunión que, en el marco de la cooperación política, se celebró en Roma el pasado día 4 y donde los Doce acordaron la congelación de activos kuwaitíes e iraquíes, el embargo petrolífero, la supresión de la venta de armas y la finalización de la cooperación militar, el cese de la cooperación científica y técnica y la supresión del sistema de preferencias generalizadas a Irak.

España ha tomado toda una serie de medidas administrativas de orden interno para poner en ejecución estas decisiones y así lo ha informado a la opinión pública un comunicado oficial del día 8 del corriente.

La esperanza que todos tenemos es que esta presión económica haga reflexionar a los dirigentes iraquíes y les conduzca a restaurar la legalidad internacional que violaron cuando sus tropas entraron en el territorio de Kuwait, poniendo además en peligro la estabilidad de una zona de vital interés estratégico para el mundo en su conjunto.

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Sin duda por esta razón, el presidente de EE UU ha decretado un despliegue militar, a petición de las autoridades saudíes, como ha reconocido públicamente el propio rey Fahd. El Reino Unido ha confirmado ya su participación en este ejercicio, mientras otros buques franceses y soviéticos se encuentran también, por su cuenta, en las inmediaciones del estrecho de Ormuz. Esta presencia soviética es muy sintomática, pues marca un cambio cualitativo importante en la política exterior soviética, que ya se había anunciado con el comunicado conjunto emitido por Baker y Shevardnadze condenando la agresión iraquí y pidiendo la retirada incondicional de sus tropas del territorio de Kuwait.

Es obvio que el objetivo de este despliegue militar es completar la presión sobre Irak que ya ejerce el embargo comercial. Pero también es cierto que este despliegue aumenta el riesgo de extensión del conflicto. Sin embargo, no debe olvidarse que si la paz mundial está hoy en peligro no es por esta razón, sino por la actitud previa de las autoridades iraquíes que han mostrado un ánimo ciertamente belicoso con respecto a sus vecinos desde el golpe de Estado que, en 1979, condujo al poder al presidente Sadam Husein. La comunidad internacional se ha limitado ahora a responder y a decir que ya basta. Quizá otro hubiera sido el destino del mundo si se hubiera hecho en 1938.

Otros elementos que añaden incertidumbre a la situación son las actitudes respectivas de Irán, viejo enemigo de Bagdad y que ve con enorme aprensión el cambio estratégico, negativo para sus intereses, que supone la llegada de Irak al Golfo a través de los puertos kuwaitíes mientras Chatt el Arab continúa bloqueado, y la de Israel, preocupado a su vez por el aumento de poderío que para Irak representa su actual control del 20% de las reservas mundiales de petróleo. En este momento, la pérdida de la producción petrolífera supone 4,6 millones de barriles diarios (3,1 de Irak y 1,5 de Kuwait). Como consecuencia de ello, los precios del crudo subirían casi un 100%. Si además quedara fuera de juego la producción saudí, el mundo dispondría de 9,4 millones de barriles diarios menos, lo que supondría que el precio del barril podría alcanzar casi los 90 dólares. Esto no es soportable e implicaría una recesión mundial de incalculables proporciones. Con la ocupación de Kuwait, Sadam Husein ha dado un paso de gigante en su pretensión de convertirse en el líder indiscutible del mundo árabe... y quizá hacia el precipicio.

Es este último dato y el de la amenaza que conlleva para el resto de los países petrolíferos del Golfo Pérsico lo que confiere a la situación actual una dimensión que rebasa con mucho los límites de un marco puramente interárabe. Pero no hay que olvidar que aunque los árabes sigan siendo los primeros afectados por la política expansionista de Irak, recelen ante lo que algunos interpretan como un nuevo espíritu de cruzada que puede enmascarar sentimientos antiárabes. Por ello es muy importante disipar estos recelos e impulsar un mayor compromiso y coordinación occidental y del resto del mundo con los principales líderes árabes, con objeto de restaurar la legalidad internacional en el Golfo.

En estos momentos en que las espadas están levantadas, el conflicto puede evolucionar en tres direcciones distintas. La primera exigiría que Bagdad diera marcha atrás y se retirara de Kuwait. No parece muy probable hoy por hoy. La segunda, que no es deseable, conduciría a un deterioro de la situación actual hacia una confrontación militar de imprevisibles repercusiones para todos. La tercera es la que Irak parece desear y supondría la evitación de toda provocación mientras Bagdad capea el temporal de las sanciones económicas, con la esperanza de que el tiempo y otros acontecimientos hagan pasar este problema a segundo plano. Esto supone el mantenimiento de esta situación de crisis potencial por un periodo más o menos largo con todos los riesgos que ello conlleva. Todavía es pronto para hacer predicciones.

Mientras tanto, nuestra actividad diplomática y consular no olvida en ningún momento a las víctimas inocentes de esta situación, los ciudadanos españoles que residen o se encuentran accidentalmente en los países afectados por la crisis y que están hoy privados de libertad de movimientos. Nuestros esfuerzos no cesarán hasta que su protección y sus derechos estén debidamente garantizados.

Jorge Dezcallar es director general de Política Exterior para África y Medio Oriente del Ministerio de Asuntos Exteriores.

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