Aquellas calles vestidas de azul

El general Franco y los recuerdos de la guerra y la dictadura viven en ocho capitales de provincia

Franco vive, al menos, en ocho capitales de provincia españolas -casi todas con regidores de centro-derecha durante la pasada década- y en un número de villas y poblaciones difícil de calcular. Tres lustros después de muerto está su fantasma inscrito en las esquinas de calles y plazas, casi siempre con la titularidad de generalísimo, que él se otorgó. Y medio siglo después de la guerra civil, José Antonio Primo de Rivera, el fundador de la Falange, y varios generales nacionales -Mola, Sanjurjo y Millán Astray, entre otros- contemplan con ojos de latón el escenario urbano.

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Franco vive, al menos, en ocho capitales de provincia españolas -casi todas con regidores de centro-derecha durante la pasada década- y en un número de villas y poblaciones difícil de calcular. Tres lustros después de muerto está su fantasma inscrito en las esquinas de calles y plazas, casi siempre con la titularidad de generalísimo, que él se otorgó. Y medio siglo después de la guerra civil, José Antonio Primo de Rivera, el fundador de la Falange, y varios generales nacionales -Mola, Sanjurjo y Millán Astray, entre otros- contemplan con ojos de latón el escenario urbano.

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Persisten también -e incluso en lugares donde se ha cambiado ya la toponimia franquista más evidente- kilómetros de calles que recuerdan a la División Azul, o a los alféreces provisionales. Unos, los que mandan, dicen que para qué cambiar a estas alturas. Que da por saber que piensan los que no mandan. Existe en León un hermosa calle que sube hacia la catedral, por donde, en los albores del siglo, en su condición de vía principal, solían holgar niños y mayo res. El Generalísimo Franco, en forma de placa rectangular, se asienta atornillado a un muro del palacio de los Guzmanes, hoy sede de la diputación de signo socialista. Muchos de los leoneses que han transitado por allí, por la calle Ancha, como siempre la han llamado, ignoran que el anterior jefe del Estado lleva allí, apadrinando la vía, casi medio siglo, desde julio de 1936, "unos días después de que estallase la gue rra, cuando se cambiaron varios nombres apresuradamente", como recuerda el escritor y cronista local Victoriano Crémer.La ciudadanía ha hecho lo propio con otro enclave: se cono ce como plaza Circular, o de la Inmaculada, a una rotonda pre sidida por una altísima estatua de la Virgen. La plaza -plaza de Calvo Sotelo- y la Virgen "están colocaditas, fijate, entre las avenidas de Roma, General Sanjurjo, José Antonio Primo de Rivera y la calle del Alcázar de Toledo", como observa con sorna Pilar, una joven funcionaria que ha crecido en la ciudad y que cree que habría que cambiar "esa polvorienta toponimia". A León, adicta al bando nacional desde el primer día de la campaña, no le falta ni su Alférez Provisional, ni el Dieciocho de Julio y ni el Ge neral Mola.

Un cambio incómodo

Juan Morano, el alcalde popular que ostenta el bastón de mando desde el advenimiento de los ayuntamientos democráticos -con un paréntesis socialista de medio año en 1979-, cree que "volver a hablar de Franco no tiene trascendencia, a nadie le importa. A los comerciantes y .vecinos incluso les molestaría un cambio, por incómodo". Hace 10 años se cambiaron sólo un par de calles y el propio Morano bauti zó una de ellas con el nombre de Miguel Castaño, el alcalde repu blicano a quien sorprendió la guerra civil. Ángel Villalba, portavoz de la oposición socialista municipal, se queja de que la última iniciati va de su grupo -el año pasa do- "de cambiar los generales acabó en la aceptación de que la plaza Mayor se bautizase como de la Constitución y hubo que ponerle después Española". Cré mer, el cronista, que osó propo ner que se dedicase una calle al anarquista y "leonés de pro Bue naventura Durruti", cree que el pueblo es "apático, desidioso e indiferente, que jamás se moverá ni para una cosa ni para otra". Como ocurre con León, Santander tiene una nutrida colección de toponimia franquista. Es una ciudad gobernada por equipos centristas y derechistas desde 1979. El mismo caso que la mayoría de las ciudades que se permiten esa nostalgia: Santa Cruz de Tenerife, Orense, Cuenca, Ávila, Burgos y Lugo. La misma plaza del Ayuntamie nto -plaza del Generalísimo- luce una estatua de bronce de Franco a caballo, "retirada hace unos años para construir un aparcamiento y colocada de nuevo", recuerda el portavoz socialista en la oposición, Juan José Sota.

"La pequeña venganza ha sido", dice el escritor de temas locales Ramón Saiz, "que las palomas están dejando a Franco convertido en un eccehorno". "Frente a la estatua se concentran un centenar de nostálgicos el 18 de julio", prosigue. Dos escudos de la I República fueron colocados en la misma plaza por el anterior alcalde de Santander, Juan Hormaechea, dato que recuerda Juan Francisco Remón, portavoz del PP -que domina el Ayuntarniento- "¿Por qué hay que quitar esos nombres?", se pregunta, "es una batalla que en Santander está superada y hay espíritu de concordia". No opina lo mismo Sota: "Lo que ocurre es que mucha gente está resignada, y proponer nosotros el cambio es darse contra la pared". "Es una suerte de revanchismo de la gente de orden contra una ciudad que permaneció 13 meses bajo el dominio republicano", apostilla Saiz.. Ni en el caso cántabro ni en el leonés parece el. pueblo muy combativo para deshacerse de los recuerdos de la conflagración. Quienes se sientan en los sillones municipales dicen deseo-nocer iniciativas ciudadanas para echar tierra sobre las placas azules.

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