Editorial:

Acuerdo necesario

LA PROPUESTA que ha hecho Tadeusz Mazowiecki, jefe del Gobierno polaco, a Lech Walesa de celebrar un encuentro para dialogar sobre el futuro político del país representa un intento sensato de evitar los graves males que amenazan a Polonia si se agudiza aún más el grave conflicto que enfrenta en los momentos actuales a dos sectores de Solidaridad. No se puede olvidar que el país atraviesa un momento social particularmente delicado: la reforma encaminada hacia una economía de mercado se está realizando con notables éxitos -algunos economistas occidentales hablan de "milagro polaco"- pero con un ...

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LA PROPUESTA que ha hecho Tadeusz Mazowiecki, jefe del Gobierno polaco, a Lech Walesa de celebrar un encuentro para dialogar sobre el futuro político del país representa un intento sensato de evitar los graves males que amenazan a Polonia si se agudiza aún más el grave conflicto que enfrenta en los momentos actuales a dos sectores de Solidaridad. No se puede olvidar que el país atraviesa un momento social particularmente delicado: la reforma encaminada hacia una economía de mercado se está realizando con notables éxitos -algunos economistas occidentales hablan de "milagro polaco"- pero con un elevado coste para amplios sectores de la población. El descenso del nivel de vida es acusado; el descontento se ha traducido en las huelgas ferroviarias de hace unos meses, que pueden reproducirse y extenderse. El Gobierno de Mazowiecki, en el que figuran personalidades que fueron consejeros de Walesa y de Solidaridad, lleva adelante esa reforma con decisión, haciendo frente a ineludibles dificultades.La situación es preocupante y hay indicios de que el papa Wojtyla ha tomado conciencia de ello y hace sentir su peso en favor de un acuerdo entre las partes. Es comprensible que Walesa, después de haber sido la gran figura de la oposición al régimen comunista, sienta cierta frustración al no ocupar hoy ningún cargo. Sería lamentable que tales sentimientos le llevaran a fomentar en Polonia una cultura política del pasado -"amalgama de nacionalismo, populismo y totalitarismo", según la acertada definición dada por Michnik-, reencarnando el mito de Saturno. ¿Qué plataforma política es la más conveniente para respaldar esta etapa de compleja transición económica? Tal es el fondo del conflicto que enfrenta a Walesa y a Mazowiecki. Las elecciones municipales de mayo pasado pusieron de relieve fundamentalmente dos cosas: la amplitud del descontento, reflejado en una abstención de más del 50% de los electores, y el hecho de que los partidos políticos son prácticamente inexistentes. La victoria arrolladora correspondió a los comités cívicos de Solidaridad, surgidos para dar una base política y electoral al amplio movimiento -mucho más que un sindicato- que Solidaridad representa en la vida polaca. En esos comités, por la forma misma en que han nacido, se agrupan personas de diversas ideologías unidas por el anhelo común de apoyar a la democracia.

La tesis de Mazowiecki y de los principales intelectuales que han luchado en Solidaridad, como Geremek -jefe de su grupo parlamentario-, Kuron -ministro de Trabajo-, Michinik -director del diario Gazeta Wyborzka-, es que conviene crear una "federación" de los comités cívicos para que éstos puedan funcionar como un auténtico movimiento político, con un debate interno sin ruptura y capaz, por tanto, de aportar a la política del Gobierno el respaldo que éste necesita en el seno de la opinión pública.

Walesa se ha opuesto de manera tajante a este proyecto de consolidar una amplia unidad democrática en apoyo del Gobierno de Mazowiecki. Es más, su tesis ha prevalecido en las reuniones celebradas el pasado fin de semana por los representantes de los comités cívicos, los cuales han rechazado por mayoría la propuesta de crear la "federación". ¿Cuál es el fondo de la actual actitud de Walesa? Su principal objetivo es la derechización del proceso político. Sus íntimos colaboradores, los hermanos Kaczynski, han creado un movimiento llamado Alianza para el Centro, cuya meta prioritaria es eliminar a Jaruzelski como presidente de la república y que Walesa sea elegido para ese cargo. Aunque esta campaña política no ataca directamente la reforma económica, se esfuerza por utilizar el malestar de la población encauzándolo, con un lenguaje populista, hacia el apoyo a Walesa y con el evidente riesgo de que se rompa la unidad de las fuerzas que han logrado la primera derrota en Europa de un régimen comunista.

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