Reportaje:CAOS EN EL PAÍS DE LA PAMPA

Argentina, sin esperanza

La hiperinflación y la falta de perspectivas económicas conducen al que fuera granero del mundo al abatimiento colectivo

En el otrora granero del mundo ha entrado la hambruna. Pero el enemigo principal de la estabilidad social y política no es el hambre, sino una hiperinflación que acaba en pocos días con los salarios, destruye la moneda y sume en la rabia y la impotencia a casi todo un país, que ve que lo que percibe por la venta de su fuerza de trabajo no le llega para cubrir sus necesidades. Se palpa la ira en las calles de la city porteña, donde unos pocos han sabido adaptarse a la situación y hacen sus negocios en medio de la crisis a base de una especulación financiera que no genera un solo puesto de traba...

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En el otrora granero del mundo ha entrado la hambruna. Pero el enemigo principal de la estabilidad social y política no es el hambre, sino una hiperinflación que acaba en pocos días con los salarios, destruye la moneda y sume en la rabia y la impotencia a casi todo un país, que ve que lo que percibe por la venta de su fuerza de trabajo no le llega para cubrir sus necesidades. Se palpa la ira en las calles de la city porteña, donde unos pocos han sabido adaptarse a la situación y hacen sus negocios en medio de la crisis a base de una especulación financiera que no genera un solo puesto de trabajo. Se indignan, a su vez, los enfermos en las farmacias al no encontrar las medicinas que buscan con desesperación, porque los laboratorios las retienen en espera de una nueva subida. Y crece el odio hacia los comerciantes que remarcan los precios, a mayor velocidad incluso que la que sube el dólar.

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En la terraza del café. La Biela, a lado del cementerio de La Recoleta en Buenos Aires, la crisis sólo se percibe en los temas permanentes de conversación en torno a las mesas y el continuo asedio de pobres que piden limosna. En ese café: se concentran senadores de la República y psicoanalistas desocupados, por que a sus clientes ya no les llega la guita (pasta) para pagar la consulta, periodistas y agentes de Dios sabe qué servicios secretos prometedores diputados y gatos de lujo, mujeres que ponen precio a su compañíaEn una mesa del café, Rosendo Fraga, uno de los analista más lúcidos de la derecha argentina, explica que "con un ciento por ciento de inflación al mes hay riesgo de violencia. Con un dos cientos por ciento la situación se hace incontrolable". Según Fraga, un experto en temas militares, con la tasa de inflación actual, "la dirigencia tiene 15 días para encarar la crisis", y añade que "tendrán que actuar rápido, para que en 15 días se mantenga el protagonismo civil. A partir de esa fecha el protagonismo podía ser militar".Tutelaje militarNo cree Fraga que -vaya a producirse en Argentina un golpe clásico, y se inclina más bien a pensar en una especie de bordaberrización, concepto importado del otro lado del río de la Plata, en recuerdo del presidente uruguayo Juan María Bordaberry que a principios de los setenta gobernó en Uruguay bajo tutelaje militar. Esta perspectiva, de un gobierno con un presidente civil, controlado por los militares, aparece en muchos de los análisis que se hacen hoy día de la situación argentina.

La cuestión, según Fraga, es saber "quién será el bordaberrizador, Cáceres o Seineldín". El general de división Isidoro Cáceres es el jefe del Estado Mayor del Ejército y exponente del llamado sector uñapintada, en pugna intema con los militares carapintadas, que tienen como líder al coronel en reserva Mohamed Alí Seineldín, protagonista de un amotinamiento contra el Gobierno constitucional del presidente radical Raúl Alfonsín.

Unas mesas más allá de la de Fraga se resta importancia a la crisis . Un periodista reconoce que "vamos camino de latinoamericanizarnos, pero aquí no va a explotar nada, porque con la carne que se agarra en el tacho (cubo) de basura de Mac Donalds, en la calle Lavalle, hay todavía más calorías que en toda Etiopía. Con los restos de restaurante que hay al lado de mi casa todavía morfan (comen) 50 familias tipo". Hay algo de cierto en las palabras del periodista: son muchos los que buscan comida en los cubos de basura.El diario Sur publicó estos días un reportaje sobre "los resteros de la noche porteña", que "recorren pizzerías y restaurantes para alzarse con las sobras". Susana, una mujer de 33 años con seis hijos, dice que "con los bonos (vales de unas 1.000 pesetas que reparte el Gobierno entre los menesterosos) no duramos ni una semana", y explica la táctica de su trabajo: "Lo importante es conocer y saber en qué momento tiran y sacan las cosas en cada boliche".

En la Argentina del pasado febrero, Nélida, una maestra dependiente del Ministerio de Educación, con 17 años de servicios, cobró 226.000 australes de salario bruto, que, descontadas las cargas sociales, se quedaron en unos 180.000 australes (menos de 4.000 pesetas al cambio de esos días). Sylvana, maestra con sólo un año de servicios, que trabaja para el Gobierno de la provincia de Buenos Aires, lo tiene peor. Su sueldo neto en febrero fue de 112.000 australes (unas 2.500 pesetas). Los maestros se han sumado a otros grupos que están en protesta casi permanente por su situación. Las clases en las escuelas públicas no han podido iniciarse con regularidad tras las vacaciones porque los maestros están en huelga.

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Andrea Sorter, de 31 años, es médica hematóloga, está casada con un fotógrafo y tiene dos hijos. Como otros miles de jóvenes argentinos, Andrea piensa que ha llegado la hora de marcharse del país. A las puertas de los consulados de España e Italia se forman colas gigantescas de gentes, jóvenes sobre todo, que tratan de recuparar la nacionalidad con la esperanza de poder volver y repetir, en dirección contraria, el camino que tomaron un día sus padres o sus abuelos. El número de los que desean marcharse es tan grande que hace días se agotaron las libretas de pasaportes en las oficinas de Emigración. Andrea se lamenta de que "la Embajada austriaca me pide 100 dólares para nacionalizar a mi marido, y entre los dos no gananios ni 300. Trabajo 12 horas por día y gano -sin ninguna seguridad- alrededor de 100 dólares por mes, menos que la señora que cuida a mis chicos".

Explica Andrea que "un día en el hospital municipal donde trabajo apareció la clase media, y eso para mí fue un shock. Pertenezco a la clase media y siento que, si me enfermo, yo tambien voy a estar ahí, en un hospital en el que no hay nada para curar a nadie. No hay medicamentos, no hay quimioterapéuticos".

Abandonar el país

Andrea es el testimonio palpable de la destrucción de la clase media argentina, devorada por la crisis. El sociólogo Manuel Mora y Araujo considera que la clase media es la más afectada por la crisis, porque la alta burguesía puede mantenerse con una reducción de su estilo de vida, "en vez de dos veces a Miami, iran sólo una". Para la clase media, la crisis significa atravesar un proceso de proletarización. Esto, en terminos sociológicos, supone un factor de desestabilización.

Andrea se pregunta "¿por qué me voy a quedar en este país?, ¿qué perspectivas les puedo ofrecer a mis hijos? Creo que el proyecto de país que hay aquí no es para 30 millones de habitantes, sino para tres: un millón que vive bien, dos que trabajan como esclavos y el resto estamos de más".

En estas últimas semanas la policía tramitaba hasta 2.000 pasaportes cada día. Son ya miles los jóvenes argentinos que desean emigrar al extranjero. Otros más sueñan con marcharse y comentan, con cínica ironía, "el último, que apague la luz".

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