ECOLOGÍA

Nápoles, tercera ciudad italiana en prohibir el tráfico rodado los domingos

Como Milán y Turín días atrás, la ciudad de Nápoles ha vivido el pasado domingo su primera experiencia de ayuno automovilístico hasta las cinco de la tarde.La experiencia, dicen a coro los napolitanos, ha sido positiva. La imagen de Nápoles -infernal durante la semana por culpa del tráfico más caótico de Europa- sin un coche ni una moto, con los carros de caballos, los niños en patines y bicicletas, era como una fábula, como ha escrito Il mattino, el mayor diario de la ciudad.

Al contrario de Milán y Turín, donde la experiencia duró sólo un día, en Nápoles el experimento cont...

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Como Milán y Turín días atrás, la ciudad de Nápoles ha vivido el pasado domingo su primera experiencia de ayuno automovilístico hasta las cinco de la tarde.La experiencia, dicen a coro los napolitanos, ha sido positiva. La imagen de Nápoles -infernal durante la semana por culpa del tráfico más caótico de Europa- sin un coche ni una moto, con los carros de caballos, los niños en patines y bicicletas, era como una fábula, como ha escrito Il mattino, el mayor diario de la ciudad.

Al contrario de Milán y Turín, donde la experiencia duró sólo un día, en Nápoles el experimento continuará, por el momento, todos los domingos. Pero los comentarios que se hacían ayer es que se ha tratado sólo de un espectáculo interesante, que ha servido para vivir como un sueño unas horas, pero que no resolverá el problema. Ha servido, como también en Milán y Turín, para demostrar cómo los medios públicos pueden trabajar con holgura en una ciudad sin coches y para que la gente pueda experimentar lo que significa vivir un día sin ruido y sin contaminación. Pero, al mismo tiempo, se ha revelado como el coche es como una droga, ya que a las cinco en punto de la tarde, roto el ayuno, los napolitanos volvieron al caos, salieron a la calle con todos sus coches y de nuevo explotó el infierno.

De ahí que los ojos sigan puestos en Bolonia, donde el problema se ha resuelto científicamente, con dos años de trabajo, esfuerzo y estudio, y también en Florencia, donde, como en Bolonia, el urbanista alemán Bernardh Winkler ha empezado a poner en práctica sus teorías para resolver con un plan bien estructurado el problema del tráfico. Por el momento, la primera disposición es que nadie, en el centro de la ciudad, puede ir a más de 30 kilómetros a la hora. Y para los transgresores las multas van 10.000 a 20.000 pesetas.

El mismo Winkler declaró que cualquier experiencia, como las de Milán, o Nápoles, sin un plan concreto y articulado, acaba siendo sólo una cosa romántica, inútil y a veces incluso dañina.

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