Pasiones en el caserío

Juicio a la mujer y al primo de un agricultor, acusados de haberle herido y rematado camino del hospital

La esposa y el primo de un baserritarra (agricultor) muerto hace casi tres años en Aia (Guipúzcoa) comparecen mañana ante la Audiencia de San Sebastián acusados de un asesinato que parece extraído de las crónicas de otros tiempos. El fiscal sostiene que los presuntos asesinos remataron a la víctima a garrotazos cuando la trasladaban malherida al hospital. El amor, y desde luego el odio intenso, convivieron durante meses en el entorno rural del caserío vasco hasta estallar, presuntamente, en un suceso terrible que reclama la atención de criminólogos.

Con todo, "el crimen de Aia" no habrí...

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La esposa y el primo de un baserritarra (agricultor) muerto hace casi tres años en Aia (Guipúzcoa) comparecen mañana ante la Audiencia de San Sebastián acusados de un asesinato que parece extraído de las crónicas de otros tiempos. El fiscal sostiene que los presuntos asesinos remataron a la víctima a garrotazos cuando la trasladaban malherida al hospital. El amor, y desde luego el odio intenso, convivieron durante meses en el entorno rural del caserío vasco hasta estallar, presuntamente, en un suceso terrible que reclama la atención de criminólogos.

Con todo, "el crimen de Aia" no habría obtenido un impacto tan acusado en la opinión pública guipuzcoana si el asesinato no hubiera sido consumado con una brutalidad y frialdad poco comunes. Y es que el fiscal sostiene que los acusados remataron a garrotazos a su víctima cuando la trasladaban, ya malherida, al hospital de la Cruz Roja de San Sebastián.Ante la inminencia del juicio, el caso vuelve a estar presente en los comentarios de la calle, y como ocurre a menudo en estas situaciones, la opinión de las gentes se divide en torno a la personalidad y al papel desempeñado por la mujer acusada. Sólo los profesionales que han tratado a los acusados hablan de caracteres inmaduros, de reacciones primarias y de la incomunicación personal, los conflictos soterrados, la pobreza y la falta de perspectivas con que se vive todavía en muchos caseríos.

En Aia, municipio en el que está enclavado el caserío Hendala, donde reside la familia del acusado, José León Azkue Irazusta, los vecinos parecen haber llegado, a través de mecanismos forzosamente intuitivos, al convencimiento de que el crimen fue inducido en realidad por la mujer. "Dicen que fue ella la que le propuso trabajar con su marido en su caserío; ella tuvo que ser la que lo incitó a hacer esa barbaridad", afirman algunos vecinos. El acusado es presentado, en cambio, como un hombre normal, "algo tarambanas", que no habría hecho lo que hizo si no se hubiera cruzado "con una mala mujer". A pocos kilómetros, en Orio, el otro escenario de este crimen pasional, vecinos que conocen a Josefa Pagola opinan de manera distinta. "Ella es una chica muy inquieta, se casó a los 17 años y no le iba bien, nunca tenía un duro, se mataba a trabajar para sacar adelante a los tres críos, ella llevaba el caserío". Hay vecinas que afirman "que esa mujer tenía que estar en la calle después de todo lo que ha pasado en la vida".

El crimen tuvo lugar pocos meses después de que José León Azkue empezara a trabajar y a pernoctar durante los días laborables de la semana en el caserío Sarobe, de Orio, propiedad de su primo, Antonio Peña Azkue, de 39 años.

Infidelidades

Hijo de un caserío de pocos recursos, José León Azkue se encontraba en aquel momento en paro, tras haber trabajado durante algún tiempo como albañil para un vecino del propio caserío Sarobe. El relato del fiscal da por sentado que fueron las relaciones existentes entre Josefa Pagola, de 27 años, y José León Azkue, de 35, el desencadenante de la discusión que precedió al crímen, el 29 de mayo de 1987.Era fin de semana, y esa noche fue Antonio Peña quien trasladó a su primo al caserío de este último, en Aia. La discusión que ambos mantenían durante el trayecto llegó a un punto insostenible, y bajaron del vehículo cuando se encontraban ya en las inmediaciones del caserío. De acuerdo con el relato fiscal, José León golpeó a su primo en la cabeza con un madero, y posteriormente, con la ayuda de su madre, introdujo al herido en la casa. A continuación, en un estado que los testigos califican de evidente excitación, telefoneó a Joseba Pagola desde un bar cercano. La mujer del herido tardó en llegar al frontón del mismo barrio, el punto de encuentro convenido, porque tuvo que buscar a una persona que cuidara de los tres niños y pedir a un vecino que la trasladara a Aia. Juntos subieron al caserío Hendaia, y allí decidieron encubrir la agresión por medio de un accidente de tráfico simulado, y su posterior traslado.

Simulacro de accidente

Habían pasado ya tres horas y el herido continuaba desangrándose pese a los cuidados de la madre de José León. A tres kilómetros del caserío, camino de la Cruz Roja de San Sebastián, la pareja detuvo el coche y José León Azkue remató a su primo golpeándole repetidamente con una apea (instrumento para atar caballerías). Abollaron el vehículo para respaldar sus explicaciones, y ya en la Cruz Roja, José León Azkue dijo a los médicos que su primo se había golpeado la cabeza con el talud del monte mientras circulaban por la estrecha pista que conduce al caserío Hendaia. A la vista de las radiografías, que mostraban un cráneo materialmente machacado, los médicos no pudieron creerle, y tampoco los ertzainas encargados de las diligencias.Los policías no encontraron rastro alguno del supuesto accidente en el lugar indicado por José León Azkue, pero sí sangre coagulada y cabellos de la víctima en un extremo de la apea que José León Azkue había guardado, con absoluta temeridad, dentro el maletero del vehículo. Abrumado por las evidencias, el presunto homicida empezó a contradecirse, y tanto él como la mujer de la víctima ingresaron en prisión. El fiscal pide para Josefa Pagola 26 años de cárcel por parricidio, y uno más por asesinato para José León Azkue. Los tres hijos del matrimonio, de nueve, cinco y cuatro años, viven ahora con una de sus tías.

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